FRANCISCO PÉREZ PUCHE, CRONISTA OFICIAL DE VALENCIA
Escribo cuando no tengo otra cosa mejor que hacer. O sea que me paso casi todo el día escribiendo. Es una forma de hacer gimnasia como otra cualquiera. Lo que ocurre es que no sé de qué escribir. Sin embargo, ahí afuera está en marcha una guerra, con demasiados muertos, en la que batallamos contra una curva estadística. Nos hemos hecho especialistas en “el pico”, en “la meseta” y “la bajada”. Nos hemos hecho expertos en interpretar una contabilidad de asombro, a sabiendas de que cuando hay una guerra la primera que muere es la señora Verdad y luego aparece el juego de manos de la estadística.
Tengo una suerte que no conviene olvidar: tengo enfrente el parque del Turia que ahora, tras los chaparrones, está limpio y brillante. Solo se oye a las palomas, un arrullo rítmico y repetido, una llamada no sé si desesperada pero bastante exasperante desde fuera. Dicen los periódicos que esto que pasa es bueno para el asunto de las palomas; que cuando escasee la comida que les da la gente cada día, la comida que se nos cae de las manos por descuido, los animalitos irán a los comederos oficiales — que no sabíamos que existían– donde les estará esperando una dosis de esterilización.
Es posible, no lo sé. En todo caso me pregunto si a los humanos encerrados no nos pasa algo parecido: que vamos a los comederos oficiales, picoteamos lo que nos cuentan y acabamos un poco más adormecidos e incautos, algo más dóciles también.
Ahora hay calma en el parque. No hace viento aunque se esperan nuevas lluvias. Así es que intento imaginar cómo estarán, en este preciso instante, algunos sitios que he visto. La bandera imponente en medio de aquella plaza de ciudad de México, o el café de la Ópera de Viena; la estación Gran Central de Nueva York o las calles empinadas de Albarracín. Todo, me temo, son ahora paisajes vacíos, lugares sin sentido. Vacíos de gente, solitarios, los espacios de las ciudades van siendo tomados por los animales de la vecindad: hay vídeos de piaras de jabalíes, de pumas con cara de apetito, de ciervos mucho menos huidizos…
El periódico dice hoy que el Gobierno está pensando en usar la geolocalización de nuestros teléfonos móviles para comprobar que estamos quietos y tranquilos, en casa como se ha ordenado. Era lo previsible, el primer paso dentro del proceso de pérdida de autonomía y libertades que esta crisis nos va a traer en cuanto nos descuidemos, o sea ya. Con todo, hay un país, no me pregunten cuál, uno que antes estuvo en la Unión Soviética, donde el gobierno ha prohibido la palabra “coronavirus” para dejar las cosas claras desde el primer momento.
Y nada, a continuar. De las ofertas que he recibido en las últimas horas, selecciono unas pocas… No se pierde nada probando.
Fuente: https://fppuche.wordpress.com