CRISTINA GARCIA
1945 es el año cero de las fiestas de la Magdalena en su formato actual. Es el año que se escribe con letras de oro en la historia de Castelló al ser el ‘padre’ de unas celebraciones que han llegado a sus 80 años en plenitud, señaladas en verde en el calendario de casi toda la ciudad (y casi toda la provincia, podría aventurarme), con ganas de fiesta, de mascletà, de collas, de calle, de tradición y de orgull de pertinença.
1945 marca el inicio de la Magdalena tal y como las conocemos y con unos actos principales, que bien nacieron con ella, o se han ido incorporando. El proyecto de las fiestas de la Magdalena, desarrollado por el alcalde Benjamín Fabregat en 1945, no hizo sino seguir una idea que ya intentaron Salvador Guinot en 1914 y Enrique Ribés en 1926, en el periodo de la dictadura primorriverista, pretendiendo convertirlas en fiestas mayores, según APUNTA EL CRONISTA DE LA CIUDAD DE CASTELLÓ, ANTONIO GASCÓ, y se ve en las páginas de ‘Mediterráneo’ de la época.
El proyecto festero
“Este proyecto despolitizaba el proyecto falangista y militar de que lo fueran las conocidas como de la liberación de Castellón del mes de junio y proscribiendo las centenarias de julio que el grupo republicano había hecho suyas encomiando el mito del Castelló liberal. Es lo que explica el hecho de que en la época se hubiera visto el obelisco del parque de Ribalta, como una especie de monumento republicano y, haciendo caso omiso de su verdadera identidad, se derruyera. Tampoco se estimó oportuno convertir en municipales las fiestas de la Mare de Déu del Lledó por ser de carácter exclusivamante sacro”, EXPLICA EL CRONISTA.
Fue en noviembre de 1944, cuando el consistorio que ancabezaba Benjamín Fabregat aprueba la creación de la Junta Central de Festejos de la Magdalena, presidida por el concejal José Miazza, a cuyo cargo estuvo el diseño un programa de actos para el año siguiente que conoció la aparición los sectores gaiateros, de las figuras de las reinas, damas y madrinas, del certamen literario y del Pregó, un desfile anunciador creado por Manuel Segarra, en el que el ideario histórico y sobre todo el de la potenciación decimonónica de la idea de la provincia, tenían un marcado peso en su desarrollo.
También el valenciano pudo emerger, tímidamente, en los actos públicos, bajo la estricta supervisión de la autoridad civil, a modo de complacencia folclórica, en particular, en el certamen literario. Los premios otorgados al poeta Bernat Artola en 1946 y 1947, el primero por unas canciones con música de Pepe Godes, y el segundo por su poemario La balada del cor distret, suponen un hito que permite que la lengua propia pueda ser usada en los trabajos presentados al concurso poético, en una de las pocas concesiones que permitió el riguroso centralismo de la dictadura, según CITA EL CRONISTA.
Carmencita Abriat, la primera reina
Un año en el que la reina fue Carmencita Abriat Puig, hija de Miguel Abriat, capitán general de la III Región Militar y después presidente de la Confederación Hidrográfica del Júcar, que impulsó importantes ayudas y obras públicas en este territorio. Y como damas tuvo, en la gaiata 1 Plaza Alcázar de Toledo, a Amelín Gimeno Tomás; en la 2 Plaza de la Paz, a Carmencita Grande; a María de los Desamparados Segarra en la 3 Plaza Generalísimo; Elisenda Ribés Segarra en la 4 Calle Navarra; Paquita Martínez Navarro en la 5 Plaza Rey Don Jaime; en la 6 Plaza de la Independencia, Carmencita Jordán; María Luisa Dols Cosín en la 7 Plaza de la Iglesia; Pilarín Sanjuan en la 8 Solar de Santa Clara; Mariita Renau Bueso, de la 9 Plaza de Clavé; Emilieta Gascó Calduch en la 10 Plaza María Agustina; la 11 Plaza de San Roque tuvo a Elvira Sidro López; y Trini Oms Nebot en la 12 Caserío del Grao.
Los bocetos de las “gayatas” (con y) fueron de Vidal, Llopis, Colón, Avinent, Vidal (la 5 y la 8), Escoda, Guallart, Chillida, Sanmillán, Rubert y Artola.
Precisamente en el primer año de las nuevas fiestas, el Teatro Principal contrató cuatro días el espectáculo la famosa Celia Gámez que, por su patente vinculación con la Falange llegaba incluso a tener bula de la implacable censura, con el largo de las faldas a lucir.
Un 1945 que, según se puede ver en el llibret de las fiestas, estaban a punto de abrir los Almacenes Monfort «de paquetería, mercería y géneros de punto, al por mayor y detall» en la plaza del Caudillo (Puerta del Sol), se anunciaba el Hotel Balneario l’Avellà de aguas medicinales en Catí; el Anís Castalia, de las destilerías de Miguel Vidal; los Chocolates Peñagolosa con su dulce de membrillo, y la Librería Hijo de Plácido Gómez era a la vez comercio e imprenta.
Nueve días de fiestas
Las fiestas duraron nueve días, lo mismo que ahora, de sábado a domingo de la semana siguiente, con unos 40 actos frente a los 200 actuales. Cada sector hacía su fiesta, integrándose además al programa oficial, que comenzó con el disparo de carcasa en salva; y acabó con una traca final de fiestas en cada barrio. Vamos, un Inici y un final, que se mantiene desde los inicios de la festa plena, donde la pirotecnia ya tenía su protagonismo, eso sí, no diariamente.
La inauguración de varias exposiciones y la instalación de las gaiatas monumentales en sus emplazamientos marcan el primer día, con una Fiesta de la Caridad y, a las 17.30 horas, inicio de la Cabalgata del Pregón.
Ahí queda la Romería y «reparto de rollos a los romeros pobres» con más historia que nada en la fiesta, y que este año cumple 650 años desde la consueta; un concurso de carros y caballerías, Tornà, Procesión de Penitentes y Desfile de Gaiatas, que empezaba su camino al BIC que celebrará este 2025, 80 años después. Había concurso de escaparates, corrida de bueyes, xarlotada, carrera pedestre, feria de ganadería y festival pirotécnico, carreras de caballos, carrera ciclista, festival folclórico y certamen literario y «un gran partido de fútbol en Sequiol». Y una “extraordinaria corrida de ocho toros de la ganadería de Concha y Sierra para los diestros Pepe Bienvenida, Pepe Martín Vázquez, Vicente Barrera y Rafael Albaicín”.
La primera Junta Central de Fiestas
En esa primera Junta Central de Fiestas estaban, como presidente, José Miazza; José Simón en la vicepresidencia, Carlos Murria de secretario; y, como vocales “un representante de los Cuerpos de la Guarnición”, Salvador Monfort Delmás, José Antonio Pata Galante, Carlos González Espresati Sánchez, César Arredondo Bombón, José Folch Safont; Juan Traver Tomás, Domingo Traver Escrig, Francisco Ruiz Ribelles, Antonio Vié Aicart, Juan Fabregat Sales, José Segarra Enrich, Antonio Pascual Felip, Manuel Sanz Blanco, Luis Rodríguez Bajuelo, Ramón Ripoll Montañés, Eduardo Codina Armengot, Joaquín Fabregat Viciano y Juan Bautista Porcar, además del presidente de la Societat Castellonenca de Cultura. El director de Mediterráneo estaba en el Consejo de Honor.
Nace el ‘Rotllo i canya’
Fue el año, además, y como guinda, de tres de los clásicos musicales populares de las fiestas de la Magdalena. Y fue a raíz de dos concursos, tal y como explica Gascó. Uno, fallado en el certamen literario de la Magdalena de 1945, conoció la victoria de Matilde Salvador en la composición para clarines y timbales de la Marxa de la ciutat. El segundo, celebrado en febrero del año siguiente, fue el marco del que surgieron Rotllo i canya, de José García Gómez, y Castalia, de los hermanos Vicente y Arturo Terol.
La cinta verde vendría mucho después. Para atarlas a las cañas en la Romeria se usaron por primera vez el 16 de marzo de 1952. Y se imprimieron en conmemoración del VII centenario de la fundación, siendo su color una idea mancomunada del erudito cronista provincial Eduardo Codina y de Ángel Sánchez Gozalbo, que lo fue de la ciudad, SEGÚN GASCÓ.
Fuente: https://www.elperiodicomediterraneo.com