Arxiu diari: 26 d'abril de 2020

ELDA ESTRENA HIMNO


Banda Primitiva de Lliria, dirigida por el maestro Soler Villalba.

GABRIEL SEGURA, CRONISTA OFICIAL DE ELDA

No fue precisamente en Elda el lugar de estreno del que fuera primer himno de nuestra ciudad, sino la valenciana ciudad de Lliria. Y no pudo tener mejor estreno que su interpretación a cargo de una de las más prestigiosas y antiguas bandas civiles de música de la Comunidad Valenciana: La Primitiva, de Liria, cuando por primera vez, un domingo 25 de abril de 1926, se estrenó en primicia el himno a Elda compuesto por Francisco Santos Amat (1875-1949).

La partitura fue adaptada a banda por el maestro Félix Soler Villalba, a la sazón director de la Primitiva (1924-1928), siendo dirigida por el maestro Santos, al que acompañaron para la ocasión don José Lorenzo Rodríguez, cura párroco de Santa Ana; Pablo Guarinos, teniente alcalde del Ayuntamiento y Teófilo Romero, que será quién con posterioridad le pondría letra.

Meses más tarde, y con motivo de las Fiestas Mayores de ese año, el día 8 de septiembre de 1926, día de la Virgen de la Salud, la banda de Liria en un concierto en el Teatro Castelar la volvería a interpretar por primera vez en Elda.

El advenimiento de la República favoreció que fuese considerado como himno oficial de Elda, siendo interpretado como tal la noche de la Alborada como preludio de las Fiestas Mayores de los años 1931, 1932 y 1933.

La propia dinámica de la guerra civil, el nuevo régimen y el fallecimiento de Francisco Santos trajeron el olvido oficial para aquel pretérito Himno a Elda. Décadas más tarde, con motivo de la celebración del centenario de la concesión del título de ciudad en el año 2004 el músico y compositor saguntino Juan Enrique Canet Todolí compuso un nuevo Himno a Elda, al que Antonio Porpetta puso letra.

Fuente: https://www.valledeelda.com

DOMINGO, 26 DE ABRIL. CUADRAGÉSIMO TERCER DÍA. LOS NIÑOS, OH LOS NIÑOS…

FRANCISCO PÉREZ PUCHE, CRONISTA OFICIAL DE VALENCIA

A las nueve y treinta y cuatro minutos, hora del meridiano de Greenwich, he visto pasar por la acera de la casa donde vivo una niña de unos ocho años que circulaba impulsando con el pie derecho su patinete. Iba debidamente acompañada de un adulto, sin duda su papá, que la seguía a un metro sesenta y dos centímetros de distancia. Lo escribo para que conste en acta en el libro de esta historia de unos hechos singulares; y para que las autoridades competentes tengan claro que el protocolo de desconfinamiento se está siguiendo, como ha dicho el señor presidente, de una manera “gradual, asimétrica y coordinada por el Gobierno central”.

Los niños, unos 700.000 en la Comunitat Valenciana, ya pueden salir de casa hoy, domingo. Pueden hacerlo si tienen menos de 14 años, un límite que ha sumido en el desconsuelo y el desconcierto a una familia que yo conozco, donde el chico tiene trece años y pico, y ha podido salir, y la chica, que nació primero sin que le preguntaran, tiene quince y un poco más, y no ha podido salir de casa.

Ella quería salir, tenía ilusión. Pero se ha conformado, la pobre, en la tarea de bajar la basura hasta el contenedor de la urbanización. Haber nacido cuando lo hizo la sitúa en el mundo de los adultos y sometida a sus reglamentos y normas. Su hermano pequeño, sin embargo, está inserto en ese mundo de los niños que hoy sale del encierro; lo que ocurre es que ha salido de casa sin ganas, forzado por el padre: preguntó si los amigos podrían verse, se formuló un escenario ideal que le volvía a situar jugando al baloncesto con sus compañeros, y al comprobar que eso no es posible, que por ahora le dejan pasear acompañado y en un radio de menos de un kilómetro, puso cara de decepción y se quedó como todos los demás, frustrado por el maldito virus que le impide soñar con las proezas de LeBron James o cualquier otro de sus ídolos de la canasta.

Mal si ando y mal si no ando. En este mundo de desdicha, nadie está contento… Es lo que tiene la necesidad administrativa de acotar y deslindar, de  decir hasta aquí se puede, de estar en el poder y tener que ejercerlo: que no contentas a nadie aunque tú, en realidad, quieres ser bueno con todos. Hasta los catorce eres un niño que sale acompañado y enmascarado, y un día después estás en otra galaxia, la de los mayores, y te hasta de mover en la galaxia de los bajadores de basura, los compradores de pan y los paseantes de perro.

Por cierto ayer vi a una mujer que paseaba el perro… pero en brazos; era un perrillo mínimo, una cosa inverosímil que sin duda no podía caminar más de cien pasitos sin desvanecerse. Pero como es natural llamé a autoridad para denunciar la escandalosa infracción administrativa: detuvieron a la señora y tiraron al perro a un contenedor.

Mundo adulto, mundo infantil. Separados, discriminados, condenados por algo tan volátil como la fecha de nacimiento. Por cierto, es el punto adecuado para poner el acento en que esa división, la de los 14 años cumplidos, es la única que hay. Mayores y menores de catorce años. Lo digo porque es muy fácil que estos días, a los que llevamos canas a cuestas, nos digan eso tan lindo de “bueno y vosotros…”. No, no hay distinciones, al menos por ahora. Ni “grupos de riesgo” ni pepinillos en vinagre. Con las normas vigentes en la mano, lo que queda por desconfinar es el grupo de los mayores de catorce años, todos juntos. Que pueden ser autorizados a salir de paseo, o a hacer deporte, el próximo 2 de mayo, fiesta de la Independencia por más señas. Que no les vengan los cuarentones con distingos ni comentarios ridículos: o todos o nadie.

Aunque, claro, si los bares van a están cerrados, si no va a estar en marcha la freidora de calamares, si no va a haber palmadota en la espalda y hueso de aceituna en el suelo, si va a faltarnos el ruido de antes y la mugre de siempre… si los bares no van a ser bares y no vamos a poder hacer ese deporte del levantamiento de vasos con los amigos, nos va a pasar como al adolescente del baloncesto: ¿para qué coño salir de casa…?

Fuente: https://fppuche.wordpress.com/