
JOSÉ SALVADOR MURGUI SORIANO, CRONISTA OFICIAL DE CASINOS
Desde el pasado mes de febrero hemos conocido que el Santo Padre Francisco estaba hospitalizado en la décima planta del Policlínico Gemelli en Roma, hemos tenido noticias a diario de su salud, hasta el día que abandonó el hospital, para regresar a la Casa Santa Marta, lugar de su residencia habitual.
Estos días lo hemos visto en diferentes ocasiones y personalmente pensé que su precaria salud estaba mejorando. Nada es para siempre y como nos dice la Carta del apóstol san Pablo a los Romanos: “Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; así que, ya vivamos ya muramos, somos del Señor”.
El Papa Francisco nos ha dejado y tras el queda una estela de recuerdos, de momentos, de vivencias y de testimonio. Recuerdo en mis muchas conversaciones con Don José Formentín, un sacerdote que murió el catorce de septiembre pasado, que me decía: “Ahora es cuando más entiendo al Papa Francisco: EL PAPA DE LOS POBRES”. Ese testimonio queda suspendido en el aire y la memoria, cuando pensamos en el Santo Padre que nos ha dejado.
Su proximidad con los más necesitados, su cercanía con las tragedias del mundo y su celo por defender las fragilidades terrenales, han marcado el paso de su Pontificado. Cuatro encíclicas nos deja como herencia: “Lumen fide” La luz de la fe (5 de julio de 2013), “Laudato si” Alabado seas (24 de mayo de 2015), “Fratelli tutti” Hermanos todos (3 de octubre 2020) y “Dilexit nos” Nos amó (24 de octubre de 2024).
Con motivo de su elección como Sumo Pontífice el día 13 de marzo del año 2013, le envié una carta de felicitación, que fue contestada en mayo de ese año y entre otras palabras decía: “El Santo Padre Francisco agradece el atento mensaje de felicitación enviado con motivo de su elección como Obispo de Roma y de la fiesta de Pascua. El Papa corresponde a este sincero gesto de comunión eclesial con un recuerdo en la oración, e invita a custodiar en el corazón la alegría y la paz que el Espíritu de Jesús infunde en los creyentes.
El Sucesor de San Pedro, suplica asimismo que recen por él y los frutos de su servicio a la Iglesia”.
He tenido la ocasión de saludar personalmente al Papa Francisco en diferentes ocasiones, en una de ellas acompañando a una mujer que estaba perdiendo la vista, cuando le dije al Santo Padre que la persona que tenía delante era casi invidente, el Papa la abrazó e hizo la señal de la Cruz sobre su frente. Estos gestos son los que definen el amor de un Pontífice y la cercanía de su Pontificado.
En el mes de diciembre del año 2024 le hice llegar al Papa Francisco la felicitación de Navidad. Con fecha 30 de enero de 2025, recibí la atenta contestación que transcribo: “El Santo Padre agradece este amable gesto de cercanía, pidiendo a Dios que el Año Jubilar 2025 reavive en cada uno de nosotros, peregrinos de esperanza, el anhelo de los bienes celestiales, y derrame en el mundo entero la paz de Jesús nuestro Redentor. Con estos deseos, Su Santidad invocando la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, le imparte complacido la implorada Bendición Apostólica que hace extensiva a su familia y demás seres queridos”.
Podemos recordar que después de rezar en la Plaza de San Pedro, ante la imagen de la Virgen de los Desamparados por los damnificados de la catastrófica Dana de la Comunidad Valenciana, el día 6 de noviembre del año 2024 Su Santidad nos hizo este regalo: nombrar obispos auxiliares de la Archidiócesis de Valencia a los sacerdotes Fernando Enrique Ramón Casas y Arturo Javier García Pérez.
Francisco se fue en silencio, pidiendo a los hombres y mujeres la paz en el mundo. Ese grito de PAZ que nos perturba cada momento, esas tres letras ambiciosas que garantizan la armonía entre las personas, sin enfrentamientos y sin conflictos.
Hoy se cierra un nuevo ciclo en la historia de la Iglesia Católica, es el momento de agradecer el bien que nos ha hecho y las enseñanzas que nos ha dejado el Papa Francisco, con las Puertas Santas abiertas, siendo un camino de esperanza. Descanse en PAZ.