Arxiu diari: 13 d'abril de 2020

LUNES,13 DE ABRIL. TRIGÉSIMO DÍA. A LAS BARRICADAS

FRANCISCO PÉREZ PUCHE, CRONISTA OFICIAL DE VALENCIA

La gente saca enseguida lo que lleva dentro. Esos alcaldes que, por ejemplo, han dado orden de levantar barricadas para que nadie pueda entrar en la fortaleza de su pueblo han dejado muy claro el disparatado personaje que llevan dentro. Daoíz y Velarde, Agustina de Aragón, Sagunto y Numancia… Uf!

No debe ser fácil trabajar con ellos, no. No debe ser cómodo soportar a un tipo que ordena poner barreras de cemento, o acumular una duna de metro y medio para que nadie “de fuera” entre en su pueblo. Donde a lo mejor tiene una casa, o un apartamento, por el que paga religiosamente todos los impuestos que el ayuntamiento pone al cobro y todas las tasas de servicios que el municipio y la Diputación se inventa, sobre agua y depuración, sobre basuras y restos de poda, aun a sabiendas de que hay quien vive allí 365 días y hay quien no acude más a allá de cien.

Sí, lo tengo claro: el decreto dice que hay una primera y una segunda residencia y la norma señala que donde hay que confinarse –no sé por qué– es donde uno está empadronado. También está claro que hay que ser rigurosos en el confinamiento para que el virus no se extienda. Pero esos gestos de algunos alcaldes no me gustan un pelo. Como no me gusta, pero nada, el clima social que los protege. Porque nos muestra que hay docenas de municipios, en la costa y en el interior, donde el turista es considerado como un molesto virus siempre, en Pascua y en verano, cuando aguarda turno en las tiendas y cuando pide mesa en el bar. Yo he visto a vecinas habituales de un pueblo pedir prioridad sobre los turistas o no empadronados en una carnicería…

Estos días se está hablando mal, incluso en los medios más serios, de la segunda vivienda. Esa especie de resentimiento social que hay en España contra el que tiene dos casas, o contra el que dispone de una casa grande, aflora estos días sin que nadie lo pueda evitar. Y la modalidad más común consiste en cargar contra los que han querido ir a sus casas, en la playa, el campo o la montaña, no para instalarse durante la cuarentena –!vaya una pretensión!– sino solo para echar un vistazo rápido.

Pero no se puede. O eso dicen. No está permitido ver si el riego está conectado o se ha roto una brida en alguna parte; no se puede confirmar si han saltado los plomos y la nevera hiede con todo podrido dentro; es imposible confirmar si aquella gotera del techo ha ido a más durante las lluvias o cerrar la llave de paso para que cese el goteo inútil de aquel grifo. Tampoco puede uno cosechar sus verduras, ver cómo han ido las habas y hacer planteles de tomateras. Toda la actividad de jardín y huerto durante los días de primavera ha quedado congelada. Esos alcaldes, tan cansinos con la ecología que ayer daban la tabarra con las bondades de los huertos urbanos, son los que ahora han puesto barricadas contra los apestados de la ciudad. O los que han consentido que la concejala de turno haga la tontería de repartir monas de casa en casa. A los empadronados, claro; a los de la segunda vivienda ni hablar.

Con todo, no se descuiden, que la gente toma buena nota. La gente aprende y tiene muy buena memoria. Incluso esos tontos de la ciudad.

Fuente: https://fppuche.wordpress.com/

EPIDEMIAS Y PANDEMIAS

FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA

    Preámbulo y terminología

Un lazareto es una instalación sanitaria, más o menos aislada, donde a lo largo de la historia se han tratado enfermedades infecciosas. Históricamente se han utilizado para enfermedades como la lepra, la tuberculosis o la fiebre amarilla, y se solían instalar en los puertos de las grandes ciudades costeras para tener en cuarentena a las embarcaciones o personas procedentes de otros países contaminados o sospechosos de contagio. Hoy, en plena pandemia de Corvid-19, se les ha rebautizado con el nombre de ‘Arcas de Noé’, aunque siga teniendo la misma utilidad. En otras épocas se han llamado salas de infecto-contagiosos o habitaciones de aislados. Aquellas instalaciones contaban con un amplio equipo médico que debía cuidar de los enfermos, aunque en muchas ocasiones, y debido al contacto directo, el propio equipo médico también caía enfermo. Vemos actualmente no han cambiado tanto.

Si atendemos a la palabra “confinado”, se dice de la persona condenada a vivir en una residencia obligatoria. Obligada a residir en una residencia y dentro de unos límites. Es una pena por la que se obliga al condenado a vivir temporalmente en libertad, en un lugar determinado, bajo la vigilancia de la autoridad.

En 1971, los sentenciados a confinamiento serán conducidos a un pueblo o distrito situado en la Península o en las islas Baleares o Canarias, en el cual permanecerán en libertad, bajo la vigilancia de la autoridad, incurriendo en la pena de confinamiento los que promovieren, dirigieren o presidieren manifestaciones u otra clase de reuniones al aire libre en los alrededores del Palacio de las Cortes cuando estén reunidas; siendo considerados como promovedores o directores de dichas reuniones o manifestaciones los que por los discursos que en las mismas pronunciaren, impresos que publicaren o en ellas repartieren, por los lemas, banderas u otros signos que ostentaren o por cualesquiera otros hechos, deban ser considerados como inspiradores de los actos de aquéllas. Esta pena estuvo en el código penal hasta entrada la era democrática.

Si atendemos al término “cuarentena” tiene su origen porque consiste en el aislamiento de un enfermo durante un plazo de cuarenta días. aislamiento de un enfermo durante un plazo de cuarenta días. La razón, sin embargo, de este plazo de tiempo dista de tener fundamento científico: se escogió simplemente porque fueron los días que Jesucristo pasó de ayuno en el desierto y vivió el episodio en el que fue tentado por el diablo, así como fueron también los días de diversos eventos de los libros sagrados.

Torrevieja perteneció a la zona abarcada por el Lazareto de Mahón, y por donde pasaban los marineros que llegaban por el mar aquejados de algún tipo de infección.

    Cólera de 1834

Durante la epidemia de cólera de 1834 el puerto de Torrevieja gozó la prerrogativa de no tener una defunción producida por esta enfermedad, aunque sí que se presentaron algunas disenterías que cedieron con lo medios comunes de curación utilizados entonces: limonadas, emulsiones, bebidas frías anisadas –palomas y canarios-, dieta vegetal y baños templados.

    Cólera de 1850

En el año de 1850 se expandió desde Argel un brote epidémico que produjo una mortandad numerosísima. La beneficencia francesa establecida en su colonia africana abrió una suscripción para socorrer a las familias necesitadas, distribuyendo en menos de un año 1.499 francos. De estas familias 45 eran españolas, participando de la caridad pública en las mismas proporciones que las francesas y las indígenas argelinas. Según el monitor de la colonia de Argel, durante el segundo trimestre del año 1850, la población europea tuvo un aumento de 6.812 almas, de las cuales 4.516 eran españolas; desembarcando la mayor parte en la provincia de Orán, procedentes de Murcia, Torrevieja y Alicante. En aquellos momentos los residentes españoles en Argelia superaban los 45.000.

Trasmitida y declarada la epidemia en la vega del Segura se tomaron medidas con el consiguiente revuelo, prohibiendo la huida de las personas para evitar la propagación. En Orihuela, un grupo de concejales y funcionarios escaparon refugiándose en Torrevieja.

El 29 de agosto se publicó una real orden destituyendo a todos de los cargos desempeñados por los huidos, debiéndose entregar a los tribunales para ser juzgados, con arreglo al código penal, todos aquellos miembros del Ayuntamiento y empleados dependientes del ministerio de la Gobernación que abandonaron Orihuela, marchándose a Torrevieja, no presentándose en aquella ciudad, pese a tener noticias haber sido invadida por el cólera, faltando al cumplimiento de los deberes de socorrer con sus intereses y animar con su presencia a los afligidos vecinos, que se vieron abandonados por aquellos que poseyendo cargos no los supieron desempeñar.

Los ediles testificaron ante la justicia el haberse ausentado de Orihuela con el fin de reponer la salud tomando baños en Torrevieja, alegando haber pedido permiso y creyéndose pagados con donativos Matías Sorzano, Manuel Pastor Orsusan, Manuel Pastor Arbuxel, Andrés y Santiago Rebagliato, Mariano Casanova, Nicolás Pastor, Pedro García de Burunda, Francisco Moreno y su hijo Vicente. Además, con igual designio, distribuyeron otras cantidades entre viudas, pobres, vergonzantes, ancianos y demás personas necesitadas de Orihuela. Mientras, en Torrevieja hubo gran alarma producida por unos cuantos enfermos, no falleciendo ninguno.

    El cólera del año 1884

Volvió el sobresalto sanitario en junio de 1884 y las precauciones contra el cólera se extremaron en Torrevieja, Mazarrón y otras localidades con contactos en Argelia, cercanamente amenazada por la enfermedad epidémica.

Conociendo los focos de infección y declaradas las procedencias sucias y sospechosas se establecieron lazaretos y cordones sanitarios. Tanta fue la confusión que reinó en los centros oficiales que, a vueltas de un sinfín de órdenes y contra órdenes, acabaron muchas veces por dejar que hicieran lo que quisieran.

En Torrevieja se cumplieron las medidas sanitarias con mucho rigor, tanto las autoridades como los vecinos. Con referencia al puerto, no se hizo el más ligero abuso, no permitiéndose a un vecino la entrega a su mujer del dinero del sueldo para el sustento del resto de la familia, sin antes haber sufrido la cuarentena.

El miedo al contagio hizo previsora a Torrevieja, agudizándose el celo de las autoridades; habiendo, entre el uso legítimo de la propia defensa y el abuso de la autoridad, una línea que algunos trataron de romper.

Una familia torrevejense, integrada por 13 personas, que había logrado entrar en Murcia, fuera conducida al lazareto de Espinardo; siendo más tarde dadas de alta por haber cumplido cuarentena. A mediados de septiembre, el director del lazareto de Espinardo informó a que la salud allí era excelente, excepción hecha de una mujer que padecía intermitente franca, y de un individuo que sufría dispesia flatulenta.

Estuvo Torrevieja limpia de la enfermedad colérica, aunque presentándose un buque a cargar sal para Alicante, el director de Sanidad lo despidió para el lazareto de Mahón. El consignatario reclamó contra esta medida, y la autoridad del ramo resolvió el asunto dejando en libertad al director de Torrevieja para que lo admitiese o despidiese.

La cancillería alemana declaró sospechosas de cólera los puntos comprendidos entre Torrevieja y Altea, sometiendo sus procedencias –aunque fuese sal- al tratamiento de observación que prescribía el reglamento sanitario. A finales de septiembre, el ministro de la Gobernación telegrafió al gobernador de la provincia de Murcia para que mandara retirar inmediatamente el cordón que había establecido en esa provincia por la parte de Torrevieja.

    El cólera del año 1885

Al siguiente año, en junio de 1885, al declararse la epidemia de cólera en Murcia, el pánico que se dejó sentir fue grande, dirigiéndose muchas familias a Torrevieja, no encontrándose en la villa marinera ninguna casa sin habitar.

Con motivo de la epidemia se volvieron a establecer cordones sanitarios, no teniendo los habitantes de Torrevieja mucha tranquilidad, en su puerto se refugiaron muchos de los que habían huido de Cartagena y se temían que pudieran portar el vibrión colérico. El miedo a la expansión de la epidemia hasta Torrevieja impidió que los vecinos de Murcia y otros pueblos tomaran baños de mar que aquel verano, al suprimirse además las líneas de trenes.

No faltaron casos de abandono impío por miedo al contagio. En el mes de julio llegó a Torrevieja un hombre y una mujer, no permitiéndoles las autoridades la entrada, teniéndose que irse a habitar una cueva donde poco a poco enfermaron y murieron los dos. Nadie se atrevió a enterrarlos, hasta que dos hombres se comprometieron a ello y arrojaron los cadáveres a un pozo de 50 metros de profundidad.

Todo gira y da vueltas. Ahora, no es que estemos en las mismas, estamos en una de las peores epidemias: el coronavirus o la llamada pandemia corvid19.

Fuente: https://torreviejaresiliente.es