ESENCIAL E IMPRESCINDIBLE

Francisco Perez Puche. Foto de Juan J. Monzó

FRANCISCO PÉREZ PUCHE, CRONISTA OFICIAL DE VALENCIA

Estando las cosas como están lo primero que me viene a la cabeza es escribir que esenciales somos todos, incluso aquellos ascensoristas con guantes que había antiguamente en los hoteles para apretar el botón del piso correspondiente. Pero no está el horno para roscas y todos hemos entendido que sí, que hay trabajos que se pueden parar, que hay tareas que se pueden hacer desde casa y que hay personas que hoy harán cosas heroicas e increíbles, trabajos inenarrables y no solo en los hospitales. Por poner un ejemplo: para que yo pueda escribir estas líneas hay gente esencial que se ha puesto un mono y está de buena mañana en las tripas de la central nuclear de Cofrentes.

Esencial es todo en este complejo entramado de la civilización. El bienestar del siglo XXI existe porque hay ciclistas esenciales, los esclavos con mascarilla de nuestro tiempo, que llevan pizzas a la gente que se aburre: acabo de ver pasar uno bajo mi ventana. Pero se podría decir que en algunos momentos hay, dentro de lo esencial, tareas que son imprescindibles. Que son las que, en estos momentos tan duros, ha tenido que poner el gobierno en una lista para conseguir que unos paren, aunque no quisieran, y otros sigan trabajando, aunque bien merecerían un descanso porque se lo han ganado.

¿Y la prensa, presidente? La prensa es imprescindible. Y también los kioscos que la venden, los distribuidores que reparten y los impresores que manejan las rotativas… Incluso los periodistas lo son. La nevera es esencial, ha pasado a ser un objeto de culto. Y en un armario olvidado hemos encontrado un frasquito de alcohol que ahora es un bien imprescindible…

El campo, la agricultura, creo que ahora debería convertirse en un sector imprescindible dentro del catálogo de lo esencial. ¿Dos millones de personas? Como mínimo. Otra cosa es que «cuando esto pase» ellos sean capaces de creérselo, para hacerlo saber y para que los demás lo reconozcamos. Porque el consumidor, siempre egoísta, no sé si va a aceptar así como así que falten tomatitos cherry.

Esencial es que tengamos en la industria gente ingeniosa y adaptable, gente creativa capaz de inventar un respirador, improvisar batas clínicas en un taller de camisería y fabricar mascarillas con máquinas para coser velas de barco. Como lo es, sobre todo, construir una economía española menos incauta y confiada, menos dada a ese recurso facilón que consistía en comprarlo todo fuera -desde los espárragos a las segadoras- en vez de fabricarlo en casa, como antiguamente se hacía. Por si acaso.

Manías de ricos, que decía mi abuelo.

Fuente: https://www.lasprovincias.es