Arxiu diari: 22 de febrer de 2021

DE CARNESTOLENDAS A LA CUARESMA

ANTONIO LUIS GALIANO/CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA

En la primera mitad del siglo XVIII se definía como máscara, entre sus varias acepciones, la cobertura del rostro para no ser conocido con abertura sobre los ojos para poder ver, y la mascarilla era un artilugio de este tipo que solía cubrir la frente y los ojos. Ahora, parece que todo se ha invertido y en el segundo caso cubre la nariz y la boca para intentar evitar la entrada de agentes patógenos o tóxicos. Llevando el tema al Carnaval, era frecuente decir «a qué no me conoces». Sin embargo, ahora, vas por la calle y te quedas mirando o se te quedan observando porque con la dichosa mascarilla o «mascareta», que de las dos formas se puede decir en la Comunidad Valenciana, intentas averiguar quién te ha saludado porque te ha descubierto por la forma de andar. Así que, con máscara o mascarilla vayámonos al siglo XIX, concretamente a 1887, para recordar cómo fue el Carnaval en Orihuela en dicho año.

Era frecuente en esas fechas organizar estudiantinas con objeto de recabar fondos a fin de ayudar a los más necesitados, como en 1886 con destino al Asilo de los pobres o, en 1888, para socorrer a las familias de Orihuela y Torrevieja en dicha situación motivada por la difteria y la viruela. Sin embargo, en 1887, no tenemos constancia de la organización de ninguna estudiantina. Por el contrario, aunque al parecer el Carnaval estaba decayendo, las zonas de paseo de un gran número de máscaras eran la Puerta Nueva o la Glorieta, aunque otros lugares quedaban intransitables como la calle Mayor, pues se agolpaban en las inmediaciones del Circulo de la Unión, en el que el domingo y martes de Carnaval se celebró baile con asistencia de distinguidas familias de la sociedad oriolana, que eran amenizados por la orquesta que dirigía el maestro Soriano. A los sones de valses, polkas y rigodones, bajo la atenta mirada de sus señoras madres, las señoritas disfrutaban compitiendo con sus disfraces que, en algunos casos eran distintos cada día, haciendo que al entrar los jóvenes quedasen deslumbrados «al resplandor de tanta luz aumentada por el brillo de los ojos de las lindas oriolanas».Por supuesto que el Carnaval se prestaba a bromas, más o menos pesadas, y a veces tan originales como sucedió el martes 22 de febrero, en que apareció la estatua de Don José María Muñoz portando un sombrero de copa.

Terminado el Carnaval, el Miércoles de Ceniza, abría la puerta de la Cuaresma, en la que se empezaba a vislumbrar la Semana Santa, cuyas procesiones se estimaba que iban a ser muy lucidas. El primer acercamiento a ella, se cumplía de inmemorial con el traslado el primer Viernes de Cuaresma, 25 de febrero, de la imagen del «Abuelo», desde su capilla en la Iglesia de Santa Ana del Convento de los Franciscanos hasta la parroquia de las Santas Justa y Rufina para celebrar la novena. Durante esos días, el 3 de marzo en esta última Iglesia de celebraba la Junta de la V.O.T, y, tras ella, se rumoreaba que algunos mayordomos habían planteado que no se celebrasen las procesiones este año. Sin embargo, la gran cantidad de alumbrantes y de espectadores, en el regreso de la imagen a su capilla, daba un toque de atención a los mayordomos de Nuestro Padre Jesús sobre dicha suspensión, demostrando que el pueblo oriolano deseaba seguir viviendo la Pasión de Cristo por las calles.

El segundo domingo de Cuaresma, en que se efectuaba dicho regreso de la imagen a su morada en San Francisco, la prensa de la época auxiliaba a conocer poéticamente la situación meteorológica. Así, en 1887, se disfrutó de una tarde primaveral con un «cielo azul y despejado, sol refulgente y tibias y suaves brisas perfumadas por las tempranas flores». Lo cierto es que en aquella tarde, se superó la concurrencia, pudiendo decir que «acudió toda Orihuela», hasta el punto que, cuando la procesión entró en San Francisco, la gente llenaba el paseo y gran parte de la carretera. Desde hora muy temprana algunos huertanos acamparon en la ladera norte del cerro de «Las Espeñetas», para ver llegar desde allí al «Abuelo». Ya metidos en Cuaresma, se aguardaban las procesiones de Semana Santa, que se desarrollaron con más esplendor de lo que se esperaba. Ya hablaremos de ello.

Fuente: https://www.informacion.es

DOS MODELOS

Francisco Perez Puche. Foto de Juan J. Monzó

FRANCISCO PÉREZ PUCHE, CRONISTA OFICIAL DE VALENCIA

El 21 de febrero pasado, nuestro admirado Paco Moreno informaba en estas páginas que «El Cabanyal tendrá normas estéticas». Sí, el Plan Urbanístico que se estaba preparando para el barrio marinero incluía, por primera vez en la historia de la ciudad, una serie de reglas estrictas, concebidas para definir «con total claridad cómo deben plantearse vecinos y arquitectos el diseño de las fachadas y cubiertas como principales elementos».

Un año después de esta buena noticia no sabría decirles si la procelosa burocracia de Ayuntamiento y Generalitat han logrado poner en vigor la normativa. Pero algún día llegará: la vicealcaldesa Sandra Gómez hará que fachadas y medianeras, rejas y huecos, persianas, antenas, ventanas, miradores, puertas, balcones, barandas, garajes y todos los demás elementos que componen las casas tendrán que atenerse a las características tradicionales del barrio. Con una finalidad clara: que el Grao y el Cabanyal, en el futuro, sigan teniendo el estilo que tuvieron en sus años mejores; justamente, el que gusta a los valencianos y el que el Ayuntamiento ordena respetar a todos, arquitectos incluidos.

Visto lo visto sobre la suerte que tienen los vecinos del Marítimo por la protección de sus peculiares estilos de arquitectura, no se entiende que nadie reclame del Ayuntamiento una norma idéntica para Ciutat Vella con el fin de limitar algunas tropelías de la arquitectura ya consolidadas o en proyecto. Y para muestra, ahí está el botón de la inefable Casa del Relojero, un adefesio sin paliativos cuyas obras se acaban de adjudicar… bajo el patrocinio del propio departamento dirigido por Sandra Gómez.

¿Cómo puede sostener una ciudad dos patrones distintos de estilo constructivo, uno conservacionista e imitativo para el Marítimo y otro de brutal ruptura visual a los pies del Miguelete? Sería bueno que la vicealcaldesa lo explicara. Sobre todo a la luz de unas declaraciones suyas, de la semana pasada, en las que «apostaba» -qué manía, la de apostar, todos las notas de prensa hacen que nuestros políticos «apuesten» a diario- por una Ley de Arquitectura que «tenga en cuenta las características propias y la ventajas de nuestro clima y nuestro paisaje». Es decir por una «arquitectura integrada en la Ciudad 15»: la que hace que el vecino tenga todo lo esencial paseando quince minutos en vez de «modelos excluyentes y dispersos».

¿Queremos conservar los valores clásicos de la ciudad y permitimos que anide una arquitectura que hiere la mirada? ¿Prohibimos disparates de estética arquitectónica en el Cabanyal y los propiciamos en Ciutat Vella? Si alguna vez buscábamos torpes contradicciones en la política, aquí tenemos un buen puñado.

Fuente: https://www.lasprovincias.es