
POLICARP GARAY MARTÍN, CRONISTA OFICIAL DE SERRA
A veces nos centramos en mirar de cerca y ya no somos capaces de ver más allá de nuestras narices. En Geología siempre hay una variable de escala, tanto en el tamaño, como en el tiempo e incluso en el análisis de los problemas y sus posibles soluciones, que debemos ajustar. Lo que ha sucedido en esta ocasión volverá a suceder, y además con mayor frecuencia y magnitud. Pero con cambio climático o sin él, estamos en el mismo punto que en 1957, 1982, 1987… Ha pasado y volverá a pasar, porque cuando parece que algo habíamos aprendido, rápidamente lo olvidamos.
Las inundaciones de las llanuras del litoral valenciano son un fenómeno recurrente (hay registros históricos de todas las épocas, especialmente desde la fundación romana de Valencia. Sabemos que en torno a cuatro o cinco grandes inundaciones han tenido lugar en cada uno de los siglos pasados. Esto es natural porque está ligado a la propia dinámica fluvial de nuestros ríos: Mijares, Turia, Júcar, Vinalopó… En llanuras del interior (como Utiel) podemos decir lo mismo.
Nuestras ciudades (las cercanas al mar) no existirían si no fuera por el suelo donde se asientan, y ese suelo responde a una progresiva acumulación de sedimentos aportados por los ríos riada tras riada. De hecho, nuestras llanuras litorales son todas ellas «abanicos aluviales» (dicho en términos geológicos). Los sondeos mecánicos ponen de manifiesto que esta acumulación o espesor de sedimentos aluviales «recientes» llega, a menudo, a sobrepasar el centenar de metros. Para entenderlo basta con visitar los profundos restos de la ciudad romana de Valencia (en la plaza de la Almoina), o muchas puertas de entrada a edificios del siglo XV (en Alzira, por ejemplo: no es que los antiguos fueran muy bajitos, sino que la cota del suelo ha ido creciendo después de cada riada).
¿En cuánto tiempo se ha formado ese gran espesor de limos, arcillas, etc. que forma el suelo y subsuelo de nuestros pueblos y ciudades? Pensemos en términos recientes: esta riada ha aportado, digamos, por redondear, una media de medio metro de espesor de lodos (limos, arcillas…) en las calles (quizá algo menos en el interior de algunas casas). Antes hemos hablado de unas 5 riadas cada siglo (2,5 m de lodos), o sea: 50 riadas cada milenio (25 m de lodos), 500 riadas cada 10 mil años (250 m de espesor de lodos)… ¿Hace falta seguir?… Ya nos hemos ido casi al inicio del Holoceno (el último interglaciar, en el que aún nos encontramos). Podríamos continuar retrocediendo en el tiempo, por el Pleistoceno, y llegaríamos hasta un millón de años, dos millones de años… y todavía estaríamos en el período Cuaternario (nuestra era actual, ¡¡¡la de las glaciaciones!!!). Y ya que hablamos del Cuaternario, adelantemos un matiz: es obvio que «cambio climático» siempre ha habido a GRAN ESCALA (contado en miles y en millones de años), pero además, actualmente hay un «añadido cambio climático», a PEQUEÑA ESCALA, provocado por la actividad humana, que es la que más agrava mucho de los proceso naturales que nos afectan.
El cambio climático es una realidad que requiere gran alerta y atención. Evidentemente, no hace falta echarle toda la culpa al cambio climático para entender que sufrimos los problemas de inundaciones que ya sufrieron nuestros abuelos y todos nuestros antepasados, pues lo que se inunda siempre es el terreno inundable: es un proceso geológico. Pero, antes de zanjar el tema, dejemos claro que nuestro «añadido cambio climático» es fruto de la quema «reciente» de un extraordinario volumen de recurso energético que la naturaleza tardó muchos millones de años en fijar como carbón, petroleo y gas natural. En un pispás (poco más de un siglo) estamos lanzando a la atmósfera una ingente cantidad de carbono que antes de la era industrial no estaba allí. Ojalá frenemos pronto esta gravísima emisión de C. A pesar de ello, el daño ya está causado (aunque puede empeorar) y sus efectos seguirán dando perturbaciones atmosféricas cada vez más extremas.
Desde el punto de vista de la Geodiversidad y del Patrimonio Natural geológico hay en la Comunitat Valenciana un enorme desconocimiento y falta de atención (no es algo nuevo del actual gobierno de la GV, sino que ya viene de lejos). De ello podríamos hablar en otra ocasión, más centrada sobre estas cuestiones, pero de momento, con las riadas todavía tenemos para rato.
Fuente: https://www.levante-emv.com