FRANCISCO PÉREZ PUCHE, CRONISTA OFICIAL DE VALENCIA
Venimos a Valencia a disfrutar», dicen los turistas que aterrizan en Manises, después de darse un madrugón y hacerse más ‘peceerres’ que un futbolista para salir de París, de Frankfurt o Bristol con la maletita a cuestas. Cuando los veo y los oigo, me da un subidón, aunque me entra al mismo tiempo congoja: qué mal, que rematadamente mal tienen que estar en su tierra; y qué bien se supone que estamos aquí, aunque no nos estemos enterando de la estupenda estrategia de combate que aplican las tres damas que tengo en mi altar, doña Ana, doña Mónica y doña Gabriela. Esto es un disfrute…
Sí, incluso en la Alemania de doña Ángela está el bicho rebelde y no dan con la clave de vacunar deprisa y bien, como en Estados Unidos, donde todos los de mi quinta tienen ya las dos banderillas en un antebrazo que empiezan a exhibir al sol. Lo de siempre, una Europa pensatriz y una América resolutiva, vuelve a quedar claro. Por la tierra de Lincoln, vacunan en los aparcamientos, aún a riesgo de francotiradores; por los pagos de Carlomagno, hay que sortear barricadas de protesta para llegar al ambulatorio…
Turistas, turistas. Venga, haremos la vista gorda: ese papel en inglés que exhibe el viajero de la gorra parece que pone que tiene un barco en Denia y que toca ponerle el aceite de verano. Bienvenidos seáis, amigos de la mochila, si dejáis euros, aquí y allá, como las miguitas del cuento: tenemos las botellas a enfriar desde hace más de seis meses. Y como a nosotros no nos dejan comer juntos en casa a dos parejas, ni siquiera padres e hijos, lo más probable es que nos veamos en Terrazalandia. En cualquier sitio, desde Torrevieja a Morella, habrá ocasión. Porque las sombrillas con setas de butano se extienden desde l’Olla hasta Aitana y desde Burriana a Olocau del Rey, que no hay más que elegir, quitar la escarcha y sentarse.
Los americanos ya andan intentando recobrar aquella reserva en Cerdeña que quedó inútil hace un año. «Siamo ancora chiusi…», dicen desde una Italia acantonada ¿Y la Selva Negra? Buf… imposible. Pues habrá que esperar un poco más. Nos aguantaremos las ganas de ver la catedral de Reims, o la locura de Luis II de Baviera, aunque docenas de franceses y alemanes que tampoco han visto lo que tienen se empeñen en meterse en un apartamento de Cullera. El ser humano es imprevisible y una de sus virtudes es ese empeño en cambiar el culo de sitio sin el que América estaría todavía por descubrir.
– Mi tener casa propia en Mallorca… Con grande piscina.
Pues no se hable más. Pase y aligere, que a las dos, en el canal ‘Viajar’, ponen un documental sobre el Rin y sus castillos.
Fuente: https://www.lasprovincias.es