DE CASINOS A BEJÍS: RUTAS POR EL INTERIOR

JOSÉ SALVADOR MURGUI, CRONISTA OFICIAL DE CASINOS

Bejís es ese antiguo núcleo de población que pertenece a la provincia de Castellón, justo  en las estribaciones de la Sierra de Jabalambre. Es como una ciudad encantada en el centro de una montaña entre valles, aldeas y Castillo.

Por la carretera CV-35 una vez pasas por el entrañable pueblo de Alcublas, llegando a la Balsa, encuentras el cruce en dirección a Sacañet -Canales. Los almendros ya perdieron las blancas hojas de la flor, y el verde esmeralda es el adorno perfecto que cubre la seca leña del troco de los almendros. La naturaleza, la primavera, dan el color oportuno al paso del tiempo.

Es domingo y empieza verse nieve en las cunetas, me adentro por la carretera siguiendo la ruta que me acerca hasta la cima de la Bellida, donde todas las montañas están cubiertas de nieve. Mil doscientos sesenta y cinco metros de altura coronan ese impresionante puerto, que hoy aparece nevado a la vista de todos.

Por un camino de tierra, voy subiendo un poco más alto, para ver los “ventisqueros” y las “neveras”, es decir la mayor concentración de Pozos de nieve del Mediterráneo. La palabra ventisquero, ya le da el protagonismo adecuado al viento en las épocas de inverno que hacía posible que los hombres, mujeres y niños de aquella época pasada, trabajaran amasando la nieve en esos pozos de piedra, para en épocas de verano, llevarla por la noche en carros hasta Valencia, para aplicarla con fines comerciales que abarcaban desde la medicina, pasando por la hostelería y otras necesidades del momento.

Era la forma de ganarse el pan los vecinos de aquellas rudas y frescas tierras.  Son  cincuenta y tres los depósitos distribuidos por el cerro de la Bellida. Estos Ventisqueros se sitúan entre  los 1.210 m y 1.330 m de altitud.

La mayoría de estos depósitos se encuentran en mal estado de conservación,  pero es importante visitarlos y conocer su historia.  Posiblemente sea  una de las pocas concentraciones pétreas, tan antiguas, necesarias para la conservación de nieve en la proximidad de nuestros pueblos. Son rincones ocultos  diseminados en lo alto de la montaña, que hoy aparecían radiantes y luminosos al  cumplir el objetivo para el que fueron creados: almacenar nieve.

Los Ventisqueros tienen su nombre, que va ligado a la propiedad del  constructor, del lugar que ocupan, o de detalles que permitían su identificación y los definían: Ventisquero de los Frailes, uno de los que mejor se conserva, y que tiene su nombre por los frailes de la Cartuja de Porta – Coeli, o de los de Val de Crist. Ventisquero del Tío Bartolomé, Ventisquero del Tío Cabrero, Ventisquero del Tío Bodegas. Ventisquero de las Ombrias, Ventisqueros del Navajo, Ventisquero del Pino. Ventisquero de las Dos Puertas, y Ventisquero Royo.

Esta historia de los Pozos de nieve, iba ligada a la subasta de arriendos y a las inclemencias del tiempo. Hay verdaderas historias que nos hablan de luchas, de trabajo, de adversidades para que no se helaran las personas cuando el viento  helado se hacía insoportable, buscando la forma  adecuada para no entrar en hipotermia. Hasta incluso la muerte llegó a pasar factura a un padre y un hijo, que discutiendo  por los precios, los transportes y las ganancias, según cuentan los más viejos del lugar, fue herido el padre a manos del hijo, encontrado la muerte en tan trágico momento.

Piedras que sepultan historia, tierras empapadas por la nieve, caminos regados por frías gotas de deshielo, que anuncian la primavera.

Siguiendo el camino, pasando por la Masía de Pérez, El Collado, grandes construcciones en ruinas,  llegamos hasta un pequeño lavadero escondido en una  abierta curva, que se ve adornada por la cumbre pedregosa de altas montañas, una pequeña fuente que mana cantarina, y la cisterna de ordenadas piedras claras que guarda las frescas aguas almacenadas. Hasta allí llegaban andando las mujeres, cargadas con la ropa y ajuares, desde los diferentes puntos vecinos.

A lo lejos y en lo alto se ve la urbe de Bejís, entre aldeas, caminos y sendas que te conducen al destino marcado.

Te reciben desde los alto,  las murallas del Castillo Romano, que algunas de sus piedras reposan  en el Museo, piedras que nos hablan de los Dioses  Manes,  de Cornelia Marcela,  de Lucio Antonio Plácido, o de Lucio Antonio  Blastino, que murió a los 70 años…  piedras funerarias que formaron parte de este entorno petril que desde lejos se vislumbra.

Paseando me acerco hasta la Ermita de la Virgen de Loreto del S. XVIII, dedicada a la patrona de Bejís, donde se ve muy bien conservado el zócalo cerámico, datado de la misma época, junto a la pila de agua bendita, en el suelo, reposa la antiquísima campana que sonaba desde lo alto de la fachada.

Pasando por el arco de piedra, veo en su centro, en la parte más elevada,  al igual que también se ve,  en la fachada de la Iglesia, una cruz de Calatrava junto a dos Blasones, labrados en piedra.  Desde allí se ve la pequeña verja de la  ermita, el Ayuntamiento, que  en su día allá por los años 1940, reconstruyo  “Regiones devastadas”, los bares, el horno y la carnicería.

La Iglesia parroquial  construida entre los siglos XVI – XVII tiene  una puerta de acceso lateral renacentista  datada en el año 1554, a la vez que  un atrio ajardinado en el que se ven  los dos arcos de piedra amarillenta, procedentes del antiguo Ayuntamiento. Al  fondo hay una pequeña lapida que nos recuerda la figura del Reverendo sacerdote Don Joaquín Bel.

La iglesia es espaciosa y diáfana, en el frontis del  altar mayor esta la Virgen de los Ángeles, junto a San Victorio y San Peregrino, a los pies podemos ver  la Virgen de Loreto,  y en  los diferentes altares se guardan con hornacinas  las imágenes de la Virgen de los Desamparados, de San Vicente, San Blas, San José, la Inmaculada Concepción, el Niño Jesús de Praga, o San Antonio. Además de otras pinturas y esculturas de José Vicente Cifre Fornas, catedrático de Dibujo. 

Junto al púlpito está el cuadro de San Cristóbal, procedente de los Pradillos, y enfrente la imponente pintura de  San Miguel de El Collado.

Por una estrecha y empinada escalera, pude subir hasta lo alto del campanario de ordenadas piedras, donde la vista es imponente; desde allí ves los restos del acueducto, el Castillo, Peña Escabia, Peña Juliana, casi todos los detalles que esconde Bejís y que desde los arcos de las campanas, o desde el pequeño rellano  donde se ubica el reloj puedes contemplar. La campana fundida en 1944, sonó fuerte dando la hora, la una de medio día.

Empapanda mi mente con tanta información, y mejores vistas,  empezó la operación retorno, en primer lugar bajar de la torre,  después contemplar  los azulejos que forman el zócalo de la sacristía, que son de la misma época que los del Real Colegio Seminario de Corpus Christi de Valencia.

Finaliza la visita llegando hasta las paredes del Mesón, donde en una pequeña lápida de piedra se lee: “Se hizo esta casa mesón, a costa de los propios de esta Villa y encomienda de Bexis, en este año de 1779 que es el 20 del reinado de S.M. el Señor Don Carlos III.”

Las piedras nos hablan, los altos escalones para subir a la iglesia nos despiden, veo los rulos de la vieja almazara, que lanzan al viento suspiros de amor, y  pasando por la puerta cerrada de aquella casa que hospedo a la Hermandades del Trabajo de Valencia, llego  de nuevo al Museo, donde una lápida me dice hasta luego: “El pueblo de Bejís a Don Antonio Ponz, 1725-1792, Hijo ilustre y Crítico de arte. Primer Secretario Real, Academia de San Fernando.”

Quedan más caminos abiertos donde marchar: la fuente de los  Cloticos, Las Masías de Arteas de Abajo, Arteas de Arriba, Los Pérez, Ríos Arriba, Las Ventas, el Rio Palancia, y todas las bondades que nos ofrecen estas rutas de interior, que marcan los estrechos lazos de unión entre Castellón y Valencia.

Es otra forma de ver el mundo, es el momento de abrazar la historia. Es la hora de conocer nuestro entorno.

Fuente: https://www.elperiodicodeaqui.com