
JOSEP CATALUNYA ALBERT, CRONISTA OFICIAL D’ALGAR DE PALÀNCIA
No hace demasiado tiempo cayó en mis manos un pequeño libro titulado Algunos hombres buenos, del que es autor Octavio Ruiz Manjón, que fue profesor emérito de la Universidad Complutense de Madrid y profesor visitante en muchas ocasiones de las universidades de Columbia y Harvard, habiendo escrito algunos libros y escritos sobre historia intelectual y política de España.
En el mencionado libro, Ruiz Manjón nos dice que, en medio de la violencia desbordada que se vivió en España durante los primeros meses de la Guerra Civil, hubo quien supo ver claro y no se dejó llevar por la sinrazón, siendo muchos quienes se resistieron y pusieron en riesgo su propia vida para salvar la de otros, aunque no pensaran o creyeran lo mismo que ellos. El autor nos explica en su libro la historia y experiencia de muchas personas, de hombres y mujeres, de ambos bandos, que colocaron la justicia por encima de su ideología. Desgraciadamente, dice Ruiz Manjón, muchas de estas personas no han recibido ni el reconocimiento ni el trato que se merecían.
Ruiz Manjón, en su libro, hace referencia, por una parte, a personas con ideología de derechas, destacando, entre otras, por ejemplo, a Marcelino Olaechea y Loizaga, el salesiano que llegó a ser arzobispo de Valencia, autor de algunas requisitorias contra los sentimientos de venganza de muchas personas en Navarra y en el País Vasco, y a Mercedes Sanz Bachiller, falangista y esposa de Onésimo Redondo, la cual, en las filas de la Sección Femenina de Falange, puso su máximo interés y dedicación ante la difícil situación de muchos niños y niñas que no podían ser atendidos ni alimentados, sin tener en cuenta su origen ni la ideología de sus padres. Por la parte republicana y de izquierdas, cita, entre otros, al anarquista Melchor Rodríguez, delegado de prisiones de la zona centro del gobierno republicano, el cual, en la cárcel de Alcalá de Henares, salvó directamente la vida de 1.532 personas, aun a riesgo de la suya propia, encontrándose entre dichos presos algunas de las que desempeñaron cargos importantes durante el franquismo: Blas Piñar, Martín Artajo, Sánchez Mazas, Muñoz Grandes, Serrano Suñer, Bobby Deglané, etc. Por ello, algunos apodaron a Melchor Rodríguez como “el ángel rojo”, del cual es la frase: “ Se puede morir por las ideas, pero nunca matar por ellas”.
He querido recordar el libro de Ruiz Majón porque en mi labor como cronista, hurgando, valga la expresión, en el Archivo Histórico Municipal de Algar, he podido constatar que, en aquellos años difíciles de nuestra contienda civil, gracias al que fue presidente del Comité Local del Frente Popular, Leandro Bojó Mora, ya iniciada la guerra, no tuvo lugar en el pueblo ningún tipo de violencia ni represalia contra ningún vecino, teniendo que enfrentarse incluso el propio Leandro Bojó Mora, asumiendo un gran riesgo personal, a grupos radicales y violentos de forasteros que venían a Algar buscando, decían los mismos, a “los fascistas y enemigos de la República “. Pero es que, además, investigando un poco más en el archivo municipal, he podido comprobar que el citado presidente del Comité Local del Frente Popular, con la conformidad expresa de todos los miembros del comité, justo es decirlo también, firmó varios informes, certificando bajo su entera responsabilidad la “buena conducta” de personas y vecinos de Algar de ideología contraria, para que no fueran perseguidos ni represaliados, o incluso ejecutados, y cuyos nombres personales, por razones de prudencia, no considero conveniente hacerlos públicos en este comentario.
Pienso, pues, que Leandro Bojó Mora también hizo méritos para estar en la galería de hombres buenos, porque, pese a sus imperfecciones que como persona seguramente tendría, fue por encima de todo un hombre bueno, el cual, aunque sea a título póstumo, se merece un reconocimiento por parte del pueblo de Algar.
Y se me va a permitir finalizar con unas bellas palabras del escritor madrileño Ruben Muren: Quizá sea la única esperanza que le quede a la humanidad: la de la gente que, en medio de la barbarie, mantiene la belleza del ser humano…Como dice el Talmud, no es cuestión de número: “ Quien salva una vida, salva el universo entero””.