FRANCISCO PÉREZ PUCHE, CRONISTA OFICIAL DE VALENCIA
No dicen mucho sobre el particular, pero para mí que está costando lo suyo lograr que los funcionarios –algunos funcionarios, determinados y aislados funcionarios– vuelvan a ser presenciales. Si ya no lo eran, si antes de la epidemia había un determinado tanto por ciento que no comparecía por su mesa laboral, la crisis del virus, en alianza con las «indudables ventajas» del teletrabajo, deben estar siendo una dificultad añadida para el regreso. Trabajar en pijama -yo puedo decirlo y lo digo- tiene ventajas insospechadas.
Pero basta una pequeña experiencia, en los alrededores de la vieja Tabacalera, en la avenida de los Prop de Tendetes, a la vera de la Ciudad de la Justicia, para comprobar que hay un aliciente clásico que las administraciones no están usando para incentivar el trabajo presencial. Es la hora del almuerzo, el momento del adorado «esmorzaret», tan valenciano y funcionarial. Que ha regresado con todo su vigor pero solo se puede manifestar entre los funcionarios presenciales. Que siendo presenciales se pueden volver a ausentar un rato más o menos largo, entre las diez y las once, para cumplir con la alimentación y sus rituales.
«Ha salido un momento; tiene ahí las gafas…» Volver a escuchar frases así en una oficina pública es esperanzador. Para tener fe en la nueva normalidad hay que esperar un rato ante una ventanilla y ver empleados de registro que salen con envolturas de papel albal para regresan después sin ellas pero con una sonrisa amplia y asentada. «Disculpe -le dirán desde Vinaroz a Orihuela- ha salido a tomar un cortadito».
Los jefes de personal, sin embargo, no se están dando cuenta del valor potencial del entrepán para lograr el regreso de los funcionarios más rezagados. Hay gente envuelta en el nido cálido del teletrabajo que no desea regresar ni con una promesa de Astrazéneca. Pero que lo haría si entre los alicientes sindicales se hubiera establecido ya el bono-almuerzo, un complemento ideal como anzuelo para rezagados. Porque disfrutar de los compañeros, salir a dar una vuelta por la calle de la Sangre, por Padre Ferris o el centro comercial El Saler, es volver a esa vida social que no se logra ni con twitter.
La hostelería, por otra parte, está muy tocada. Recuperar la cultura del almuerzo, más que una opción, debería ser una voluntad de compromiso del funcionariado valenciano. De modo que, antes o después, lo harán; Generalidad, Diputación y cien ayuntamientos usarán el arma definitiva de la salida de las diez y media para lograr el regreso al banco de remar. El recurso final sobre lo latoso que puede ser un niño encerrado con un teletrabajador, queda reservado para los casos crónicos muy persistentes.
Fuente: https://www.lasprovincias.es