
HENRI BOUCHÉ, CRONISTA OFICIAL DE BORRIOL
En el último día de las fiestas fundacionales de Castelló resonó el grito de las reinas por toda la ciudad: «Magdalena!» respondido por el pueblo con aquel «Vítol!».
Con este grito y la algarabía general, Castelló cerró una extraordinaria semana realmente histórica, con una participación multitudinaria. Los que, por razones personales, no asistieron en vivo a los dos centenares de actos previstos, pudieron, no obstante, verlos y escucharlos en los medios técnicos que, en todo momento, llegaron con diligencia a los hogares. La ciudad parecía una fiesta, era una fiesta.
Los festejos comenzaron formalmente con el Pregó, exposición de los hitos más importantes, históricos y culturales, que, aunque tantas veces visto, no deja de llamar la atención el rico compendio de su contenido. Y así, una serie de cuadros y actos que, paso a paso, han ido desgranando la historia y el folclore de nuestra ciudad y pueblos de la provincia. Destacar cada uno de los actos sería una tarea ingente: la pirotecnia, ruidosa y armónica; conciertos variados, bandas de música, danzas, participación de la ciudad y provincia, collas, carrozas, gaiatas, mascletaes, gastronomía festiva y magdalenera, bodeguillas (como la especial de este periódico), mesones, festival musical internacional, muestras folclóricas, ofrenda a la Mare de Déu del Lledó, actividades deportivas, etc.
La fiesta, finalmente, no es una cuestión baladí, su filosofía es profunda, es una actividad únicamente humana: los animales juegan, pero no celebran fiestas. Tiene para el ser humano un sentido, eso, sí, seductoramente hedonista, y no es una mera contraposición al mundo del trabajo, aunque tiene en su seno el espíritu de la transgresión del orden habitual. Magdalena!… Vitol!!!, que quiere decir llarga vida!