
LORETO MÁRMOL
Hubo un tiempo en el que en las madrugadas de los domingos de octubre se escuchaban los Cantos de la Aurora en la Vega Baja. Antes de despuntar el día, los vecinos salían de sus casas para entonar las coplas que desde su origen sirven para reclamar la participación de los devotos en el rezo del rosario y en la misa de alba.
Todavía en Granja de Rocamora, de unos 2.000 habitantes, sale un grupo de personas bastante numeroso. Así se ha hecho casi ininterrumpidamente desde inicios del siglo XVII como un ritual en el que convergen las creencias marianas con las celebraciones paganas relacionadas con el ciclo del año agrícola. Con el tiempo, se convirtieron en actividades religioso-folclóricas organizadas de manera espontánea por el pueblo llano, en su mayoría por gente sencilla, iletrada y dedicada al cultivo de pequeñas parcelas o como jornaleros.
La devoción a la Virgen del Rosario y a la “Despierta” queda patente por la concurrencia habitual a estos singulares y antiguos cantos de esquina que, año tras año -desde hace 400-, entonan las 32 coplas con sus estrambotes.
PEP BELTRAN (CRONISTA OFICIAL DE GRANJA DE ROCAMORA), como historiador, y Juan Carlos Sánchez, como músico, han recogido en el libro La Cofradía de Nuestra Señora del Rosario y los auroros de Granja de Rocamora cuatro siglos de estas manifestaciones que tuvieron un sentido homogeneizador en el plano político, catequizador en el religioso y auxiliador de los humildes en el social.
A pesar de los cambios y vaivenes políticos, religiosos y económicos que se han producido desde mediados del siglo XVI en esta parte del Reino de Valencia, como la expulsión de los moriscos, la cruzada religiosa, la divulgación del rezo del Santo Rosario fomentada por el convento de Santo Domingo de Orihuela y la formación de cofradías o hermandades organizadas por civiles, la tradición se ha mantenido viva.
Origen y evolución
Esta nueva publicación analiza el origen y la evolución de la cofradía rosariera y de las coplas de los auroros. Cantos que, tras el paso de los años, se singularizaron en cada localidad como fruto de la transmisión oral y de la creatividad de los troveros y músicos de cada generación.
“Nuestra obligación como investigadores es dar fiel testimonio de lo acontecido en el tiempo para poder preservar el tesoro patrimonial cultural inmaterial de los Cantos de la Aurora de Granja de Rocamora e intentar transferirlo a nuestros sucesores de la manera más genuina posible”, apunta BELTRAN, QUE TAMBIÉN ES CRONISTA OFICIAL DE LA LOCALIDAD.
PARA ELLO, HA RECOPILADO documentación desde 1628, cuando ya estaba constituida la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario en Granja de Rocamora, hasta la actualidad, documentando “una tradición de hace 400 años que ha ido transmitiendo la gente humilde y temerosa de Dios; capaces de pasar frío mientras cantan con alegría de esquina en esquina las coplas transmitidas oralmente de generación en generación”, RELATA, al mismo tiempo que destaca que “los versos contienen la esperanza de la intercesión de la Virgen ante su Hijo para que nuestro devenir personal, familiar o colectivo sea halagüeño en el mundo de los vivos o bien en el anhelado cielo para los difuntos”.
BELTRAN aclara que “se ha perdido más en los últimos 50 años -por el proceso de secularización- que en 400”. Tras un paréntesis, fue en los años 90 cuando se produjo un intenso movimiento cultural para recuperar en los domingos del mes de octubre los cantos de la Aurora. En Granja de Rocamora, los devotos a la Virgen del Rosario a las 6 de la mañana se concentran en la puerta de la iglesia para seguir el sonido hipnótico de la campana que guía a la agrupación aurorista en los llamados “cantos de esquina”.
También visitan los cementerios por respeto a sus antepasados y les desean la paz eterna. Hace unas décadas en la localidad granjera, cuando llegaba la Navidad los miembros de la cofradía iban casa por casa para pedir el “aguilando”, improvisando los trovadores las coplas. Antes de empezar, preguntaban si querían que su intervención fuese cantada o rezada, según el grado de pena o alegría que la familia tenía en esos momentos.
Hasta ahora en testimonios orales, BELTRAN también ha ido casa por casa para transcribir la memoria de las personas mayores, recuperando además el nombre y la biografía de personajes reconocidos en el imaginario colectivo. Ha consultado documentos del Archivo Diocesano de Orihuela, así como las letras de las coplas de los pueblos circundantes, con la adaptación y grabación de las coplas.
Voces
Sánchez ha arreglado la letra y la música de los 32 cantos de la Aurora con las partituras que en su día confeccionó Carmelo Sáez Pérez -músico y compositor de Granja de Rocamora-, incorporando, a través de códigos QR, la grabación que se ha realizado con las voces del Coro Mixto San Pedro Apóstol y la colaboración de la Sociedad Nueva Unión Musical, convirtiendo el libro en un documento sonoro.
“Anteriormente, carecíamos de cualquier referencia musical escrita de estos cantos transmitidos oralmente”, explica Sánchez, que asegura que ha mantenido “la esencia original para que nos guíe desde lo que hemos sido hasta lo que queremos ser”.
Porque mirando al futuro, más que el libro, BELTRAN subraya “la importancia que, como patrimonio cultural inmaterial, albergan estas modestas agrupaciones rosarieras de la comarca -hay 22 en toda la Vega Baja- como transmisoras de una tradición cultural ancestral de devoción mariana”. Desde 1985 se realizan concentraciones anuales de auroros de la Vega Baja -más Crevillent y Santa Pola-, en un pueblo que se predetermina como anfitrión. Este año ha sido Cox y el que viene será Granja de Rocamora, donde se seguirá trabajando para que la Unesco reconozca esta tradición como patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad.
Fuente: https://www.informacion.es