FRANCISCO PÉREZ PUCHE, CRONISTA OFICIAL DE VALENCIA
Ya saben: Diógenes se hartó de escuchar a la legión de barbudos que discutía sobre la esencia del movimiento y se fue a su casa. Dejó el tedioso debate, se largó. Pero por el camino, dejó para la historia una sentencia inequívoca por su sentido práctico:
–El movimiento se demuestra andando…
Diógenes fue llamado El Cínico desde entonces. Pero entre las escuelas de filosofía de la antigüedad la suya, la del pragmatismo, se instaló como el arte práctico que invita a alejarse de las disquisiciones retóricas para ir, con determinación, al grano de las soluciones.
Pongamos un ejemplo: «O nos alineamos con la política de descarbonizar o nos podemos pegar un tortazo que no queden ni los tornillos». Es una frase de Jorge Alonso, presidente del Grupo Alonso. Y es, inequívocamente, el pensamiento eficiente, contemporáneo, de un empresario que no tiene mucho tiempo para la retórica; que no puede perder su tiempo en disquisiciones sobre el cambio climático y que llama a la acción decidida. Alonso, en este caso, hablaba para la revista ‘El Economista’. Pero su forma práctica de acción, su determinación, hay que encuadrarla entre los que imponen la evidencia de las cosas.
La empresa de los Alonso empezó a funcionar en 1962, cuando el padre, agricultor de profesión, compró un camión. La cosecha era una evidencia, un conjunto de bienes que se podían mirar, tocar y pesar, pero que no tenían especial valor si no se llevaba, con rapidez, seguridad y diligencia, a un mercado. Ya está: ese gesto, en realidad un servicio al mercado, es un negocio. Es la logística. Que en 1972 hizo que el señor Alonso pudiera comprar un camión mayor, un trailer dedicado al transporte de troncos.
Hay que tener bastantes años para recordar una Valencia sembrada de peligrosos troncos apilados. Los había en los solares cercanos a la fábrica de Palmero, en el Camino del Cementerio, pero también a la sombra de Casa Vilarrasa, en la calle de Jesús. Los mueblistas, las serrerías y talleres de contrachapado, hacinaban enormes troncos africanos en cualquier parte, sin mucha seguridad. Pero en el puerto, también falto de espacio, los cilindros bailarines ocupaban solares de bombardeo y callejuelas sin alcantarilla. En este periódico, en los setenta, se escribió que la calle dedicada al Ejército Español no merecía un paisaje de depósito de troncos como el que sufría.
El movimiento se demuestra andando, incluso para salir de la precariedad y la falta de desarrollo. En 1968, el ingeniero Vilar Hueso, director del puerto, explicó en LAS PROVINCIAS qué era un contenedor. Y dimos en el periódico la primera foto de un artefacto de los de entonces, pesado como una caja fuerte. La transformación del mundo llamaba a la puerta de los pragmáticos y Alonso fue de los primeros en abrir. En el año 1972, un solo buque, el ‘Sally Stove’, descargó doscientos contenedores en una mañana; la desviación del Turia por el sur hizo posible la ampliación de un puerto que en 1979 inauguró su primera base para contenedores.
Alonso estaba allí. Alonso, en realidad, ha estado en el centro de todos los extraordinarios cambios que ha tenido el puerto más dinámico del Mediterráneo. Porque llevar mercancías de aquí para allá –el viejo oficio ‘dels traginers’— consiste en estar atento a las necesidades cambiantes de la clientela y saber servirla, con seguridad y eficacia, con los medios mejores que haya en cada momento: desde la carreta de bueyes medieval a los reactores del presente. Generar seguridad en el cliente, transmitirle la garantía del cumplimiento de un calendario y un horario, será el éxito mejor.
El Grupo Alonso, en el siglo XXI, está presente en toda la gama de modalidades del mundo de la logística. Su particular pragmatismo le ha llevado a disponer de complejos almacenes de mercancías en puntos clave de los transportes, dentro de los puertos o de las instalaciones ferroviarias. Pero, además, ha querido diversificar su actividad y lo ha hecho de un modo brillante por su capacidad de innovación. ¿Qué hace un ‘transportista’ metido en el negocio de los restaurantes? ¿O qué le ha llevado al ‘capricho’, que no es tal cosa, de adquirir la marca Legendario y fabricar en Cuba un ron de gran calidad que se consume en medio mundo?
En el fondo, es probable que todo tenga respuesta en el arte de transportar. En la vieja ciudad de La Habana, Cexval, Comercio Exterior de Valencia, perteneciente al Grupo Alonso, abre al turismo una licorería antigua, de nombre Bocoy, que es emblema de la tradición del ron. Y la palabra bocoy, la que describe el barril grande, de 42 arrobas o 700 litros, evoca lo que en su día no fue sino un contenedor para líquidos. Un recipiente que en Valencia se fabricó por millares en los talleres de las inmediaciones del puerto.
Transporte de mercancías. El movimiento se demuestra andando. El Grupo Alonso ha puesto en marcha su última «venganza cívica»: instalar su sede en el 69 de Cardenal Benlloch. Que no es otra cosa, para los mayores al menos, que aquella Senda de los Elefantes que padecimos en la ciudad cuando no había by-pass y todo el transporte estaba obligado a discurrir por la ciudad.
Fuente: https://www.lasprovincias.es