ANTONIO GASCÓ, CRONISTA OFICIAL DE CASTELLÓ
La victoria en la primera guerra carlista otorgó a Espartero una gran popularidad. Tanto es así que la reina María Cristina, tuvo que concederle la presidencia del consejo de ministros. El nuevo rector de los destinos de la nación no tuvo un gobierno fácil, al que tampoco ayudó su impulsivo autoritarismo. El despiadado bombardeo de Barcelona del 3 de diciembre de 1842, para sofocar las revueltas causadas por la crisis del sector algodonero, fue uno de sus más graves errores políticos.
Nuevo escudo
En ocasión del viaje de regreso de la Ciudad Condal, acompañado del ministro de la guerra, Espartero pasó por Castelló el día de Nochebuena, donde recibió una calurosa bienvenida. Fue uno de los últimos agasajos que recibió el Duque de la Victoria quien, en 1843, firmaría un decreto por el que, a tenor de la documentación recibida referente al comportamiento de los castellonenses en la guerra civil, autorizaba la estampación de un nuevo escudo heráldico para la villa, que pasó a ser denominada ciudad.
El cronista Llistar lo describe dividido en dos partes: la superior presenta un castillo de plata con tres torres en campo azur. A la puerta del baluarte aparece un lebrel manchado en blanco y negro que como guardián fiel, constante y leal (los títulos otorgados a la ciudad por la reina) ha hecho huir a un lobo, que simboliza la crueldad y la sed de sangre en la que los liberales veían encarnado a Cabrera. Sobre el escudo, surmonta una corona y un águila que porta en su pico, una cinta roja con la leyenda: «Triunfó de los enemigos de la libertad. Julio de 1837».