JOSE APARICIO PEREZ, CRONISTA OFICIAL DE ANNA
Años atrás, intentamos describirlos así: el árbol es el
Señor del Paisaje, el traje de gala con el que se viste el Reino Vegetal para
alcanzar el Cielo, es el calor en el crudo invierno, la fresca sombra en el
tórrido verano, alimento de muchos, hogar de otros, cartelera de amantes,
esperanza en el desierto, soporte de la comunicación, de la ciencia, la
literatura, la historia y el pensamiento, da vida al valle y a la montaña, es
fuente de vida. El motivo, conmemorar el Día del Árbol que, en la Comunidad
Valenciana o Reino de Valencia, se ha fijado en el 31 de enero. Lo instauró
quien suscribe en la Real Academia de Cultura Valenciana y lo continuó con
interés y dedicación el Prof. Ballester Olmos que, sobre áboles ,plantas,
vegetación y jardines, es un Maestro .
El árbol, como decimos en el titular, es compañero
inseparable del Reino Animal desde que se inició la vida en La Tierra hace
3.800 millones de años. Durante tan extenso periodo de tiempo, al compás de los
cambios medioambientales ha sufrido profundos cambios sucediéndose variedades y
especies constantemente. Ya en época humana, desde los primeros tiempos
prehistóricos se estabilizan algunos que, hoy, nos son habituales y, así, nos
encontramos con pinos y carrascas (encinas) desde temprana fecha, con
predominio alternativo según tiempo y lugar. El “platanus occidentalis”, el
popular platanero de tantas alamedas (nombre derivado de álamo paradójicamente)
también. El olmo y el sauce. El fresno. El Pino Laricio hoy en zonas altas y en
bajas en época glacial. El almez o lidoner-llidoner. El olivo silvestre desde
el 12.000. El granado y la palmera (Chamaerops-humilys-margallo-margajón) antes
del cambio de Era, es decir antes del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo.
El naranjo es reciente, ya histórico.
Años atrás propuse que nos tomáramos por obligación plantar
uno anualmente o, en su defecto, algún arbusto o planta de adorno y, en último
extremo, productiva.
Yo lo he venido cumpliendo desde antaño, predico con el
ejemplo y, regularmente, he ido pagando el tributo anual que me he impuesto, ,
para compensar la aniquilación sistemática que producen los llamados pirómanos,
en muchísimos casos “inventados” por los políticos para desviar la atención de
sus torpes políticas forestales, por incompetencia también, en otros por falta
de previsión y, en general, por desviar los fondos necesarios hacia otros
intereses más productivos políticamente hablando.
La errada política forestal, inhumana también, que practicó
el odiado ICONA durante muchos años, aunque quizás en su planteamiento teórico
pareciese útil y recomendable, puso las bases de la generalizada catástrofe
posterior, perpetuada hasta la actualidad y a la que no se le ve una posible
solución. La ESPAÑA VACIA actual comenzó a gestarse entonces.
Violó los derechos humanos sistemáticamente, provocando un
auténtico genocidio a pequeña escala en cuanto a la cantidad de seres humanos
afectados pero extensa en cuanto al área territorial que abarcó, prácticamente
toda la península, y por su acción negativa, constante y profunda sobre fauna,
vegetación, agricultura y, muy especialmente ganadería, de tal manera que junto
a la merma de las posibilidades de subsistencia de su población, junto a las
dificultades sanitarias, educativas y de comunicación, les obligaron a
abandonar el territorio para no volver nunca más, acelerado el proceso por la
persecución sistemática de los agentes forestales del servicio, abrumándolos a
sanciones por acciones minúsculas sobre el medio pero necesarias para facilitar
la vida. El total abandono del cultivo y pastoreo esencialmente preparó para la
catástrofe subsiguiente. Todos cuantos intentos se realizaron posteriormente
para volver a la situación inicial han fracasado totalmente.
Pero el árbol, en solitario o en conjunto, merece la
atención de todos, la protección de la colectividad, la vigilancia social, el
cuidado permanente. Son nuestros pulmones, contribuyen a dar calidad a nuestra
vida, son recreo y descanso de nuestra vista, la paz de nuestro espíritu. Es un
bien patrimonial de inconmensurable valor. Cuidándolos a ellos nos cuidamos a
nosotros mismos.
¿Somos capaces de asumir tanta responsabilidad? Ya vorem.