HENRI BOUCHÉ, CRONISTA OFICIAL DE BORRIOL
Ayer desayuné y mojé una magdalena en el café con leche (y no en el té), mientras recordaba a Proust con la célebre intuición que dio lugar a la obra magna A la búsqueda del tiempo perdido (en realidad las distintas traducciones no parecen ajustarse exactamente al francés original -A la recherche,du temps perdu-, pero vale).
Proust se enmarca en su producción entre la nostalgia, la novela, la evocación, la crítica literaria, el ensayo, etc, que nace ante la degustación de una rica magdalena (el efecto magdalena), fruto de la asociación automática cuando percibimos una determinada sensación a través de nuestros sentidos, especialmente del olfato. Este es el significado de la celebérrima magdalena que dio lugar a siete títulos (la más larga del mundo, dicen) que contiene la obra con una riqueza extraordinaria de temas.
Paciencia
De ella pueden entresacarse numerosas frases que hacen referencia, sobre todo, al tiempo: ese tiempo perdido que nunca se vuelve a encontrar ni se recupera. Y Proust recomienda paciencia y saber esperar a que llegue lo que se desea alcanzar. «Hay más tiempo que vida –dice–, no estar apresurado; hay mucho tiempo, pero no hay suficiente vida». Por eso recomienda no perder el tiempo ni las ocasiones. Paciencia y espera, todo llega a su tiempo. Vale más soñar la vida propia que vivirla… aunque vivirla es también soñarla.
Si bien ya hemos hablado otras veces, el tiempo sigue siendo una asignatura pendiente: no tengo tiempo, se me va el tiempo… son frases a modo de queja. Tiene razón el autor, Proust. Es una de las cosas más valiosas: aprovechar el tiempo es una de las tareas más acuciantes. Pero la realidad es otra: perdemos inconscientemente el tiempo. Una simple magdalena puede ayudarnos a recuperarlo. Intentémoslo.