
JULIO SAMUEL BADENES ALMENARA, CRONISTA OFICIAL DE EL PUIG
¿Existe un patrimonio histórico-visual? Por supuesto que sí, y podemos afirmar que como patrimonio es algo que hemos heredado del pasado y aún podemos percibirlo y, por tanto, visualizar un espacio en el que sucedió algún acontecimiento importante de nuestra historia, permitiéndonos situar en él todo lo acontecido, siendo capaces de esa manera de comprenderlo con mayor profundidad. Pero si, además, todavía restan elementos patrimoniales (edificios, yacimientos arqueológicos, caminos, etc.) en ese espacio patrimonial-visual, entonces, sin ninguna duda, se acrecienta su valor. El ejemplo más claro que conozco es el que aún tenemos la suerte de disfrutar en el Puig de Santa Maria y que yo llamaría «el patrimonio visual de la conquista de Valencia». Y es posible experimentarlo porque hemos conservado el altozano llamado de la Patà.
Cuando alguien visita el pueblo del Puig de Santa Maria y sube a la montaña de la Patà tiene la oportunidad de deleitarse con una experiencia visual excepcional, y conocer cómo se planificó y se llevó a término la conquista de la ciudad de València entre 1237 y 1238, por decisión de Jaume I.
Una vez estamos en la cima de este pequeño montículo, con la Crónica del Conquistador en la mano, dirigiendo nuestra mirada hacia el sur, al ir al capítulo 131 y comenzar a leerlo, las palabras de Jaume I comienzan a tomar forma y materializarse ante nosotros en ese inmenso espacio que media entre el Puig de Santa Maria y València. Así, el monarca afirma con total contundencia que tras tomar Burriana «hi anirem a un lloc que els cristians anomenen el Puig de la Cebolla i que està prop de València, a dues llegües. I amb les cavalcades que des d’ací farem fer a València i el que la devastarem quan hi anirem, en saber que hauran vingut a gran feblesa i a gran necessitat per fam, ens llançarem damunt d’ells abans que puguen collir els blats altra vegada, i els assetjarem, i, amb la voluntat de Déu, els prendrem». Ante nosotros se presenta un control visual total del territorio, entre los 10 km que separan València de la montaña de la Patà (Puig de la Cebolla), desde donde podemos divisar todas las alquerías o poblaciones musulmanas que abastecían a la ciudad con su rica huerta: Rafelbunyol, Cebolla, la Pobla de Farnals, Massamagrell, Museros, Alboraia, Almàssera, etc. Todas estas localidades serían y fueron atacadas por las tropas que comandaba Jaume I y su tío Bernat Guillem de Entença en 1237. De esa manera Balansiya iba siendo debilitada por el hambre y su rey musulmán, Zayyan, al final no tendría más remedio que rendirse.
En la misma montaña tenemos el privilegio de contemplar los restos del castillo que Jaume I reconstruyó en la primavera de 1237 utilizando los «vint parells de tapieres» «que manarem fer a Terol» (Fets, cap. 208). Los mechinales o agujales que vemos en los lienzos murarios que permanecen de la fortaleza son testigos de que Jaume I no mintió en su descripción cronística.
Desde la torre albarrana de la fortaleza, dirigiendo nuestra vista al oeste, divisamos, a un escaso kilómetro de distancia, la antigua Vía Augusta, ruta inexcusable para todos aquellos que querían entrar a València desde el norte. Por tanto, la guarnición destacada en el castillo podía, fácilmente, impedir o dificultar el paso a los enemigos que deseaban conquistar la ansiada ciudad del Turia.
Al este, divisamos el mar y la calzada que realizó Jaume I para poder «pasar a la mar quan venien naus, per a allò que calgués a la host, i per dur queviures des de la mar» (Fets, cap. 212). Desde la Edad Media dicho camino jaimino lleva el nombre de camí dels Plans. Y aún lo podemos recorrer hasta la misma playa en donde, posiblemente, se encuentra, como suculento yacimiento arqueológico, el embarcadero al que llegaban las embarcaciones medievales.
A unos 400 metros, al sur, nos topamos con el promontorio del monasterio en el que la tropa comandada por Bernat Guillem de Entença halló la Virgen del Puig, que tanto valor infundió a los creyentes guerreros medievales y al mismo Jaume I en los momentos más difíciles de la conquista. Y al suroeste, entre la Pobla de Farnals y la montaña en la que nos situamos, distinguimos la ermita de san Jorge y todo el espacio en el que tuvo lugar la crucial batalla de Enesa o del Puig, ganada por el tío de Jaume I, que abría las puertas a la toma final de la ciudad (Fets, cap. 218).
Finalmente, contemplamos el camino de Cebolla, que conecta con todos los pueblos costeros. Ruta que tomó el Conquistador y su ejército en abril de 1238, tras encomendarse a la Virgen del Puig, para llegar al puerto de València y comenzar el ansiado asedio de la ciudad del Turia (Fets, cap. 256). Ascender a la montaña de la Patà y su castillo supone poder visualizar la causa, el origen del Pueblo Valenciano que hemos llegado a ser.
Fuente: https://www.levante-emv.com