ANTONIO LUIS GALIANO PÉREZ, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA
Es fácil preguntarnos y obtener una sencilla respuesta negativa, si con «conquistadores» de otras naciones del Viejo Mundo se hubiera llegado al mestizaje, o si, tal vez, con ingleses, franceses o alemanes se hubiera producido la consanguinidad que se llevó a cabo con los españoles en Hispanoamérica hace más de cinco siglos, desde que Cristóbal Colón descubriera el Nuevo Mundo. Creemos que rotundamente no se habría producido, pues hay ejemplos en la historia que nos lo demuestra que, incluso, podríamos encuadrarlos como magnicidios en algunos países y tierras en aquel continente.
En el siglo XVIII se definía a la raza como «casta o calidad de origen o linaje». De igual forma que el adjetivo «mestizo», generalizando se aplicaría al «animal de padre y madre de diferentes castas». Es decir: la unión de hombre y mujer que engendran un descendiente, siendo aquellos de diferentes razas. En sí, este término, ahora bajo una visión más humana, olvidando su aplicación como decíamos al «animal de diferentes castas», lo ubicaríamos como el hijo de padres de diferentes razas. Pero, dicho término, en sí, fue aplicado o acuñado por el Imperio Español en el siglo XVI, para denominar a lo que consideraron nuestros ancestros como una de las «castas» o «cruzas», que integraban la escala social basada jerárquicamente, estando condicionada por la limpieza de sangre. Se ha escrito mucho sobre ello, bien o mal, pero lo indiscutible es que con aquellas expediciones procedentes de lo que hoy es España, se forjaron culturas y se transmitieron patrones de vivencias y mentalidades fuera de sus fronteras naturales, llegándose en muchas ocasiones a un sincretismo a través del idioma, la religión y la cultura, que todavía perdura.
Pues bien, en los inicios del pasado siglo, el gijonés Faustino Rodríguez San Pedro que había sido diputado a Cortes por Alcoy, en 1884, ex ministro de Hacienda, Estado e Instrucción Pública, presidiendo la Unión Ibero-Americana promovía la Fiesta de la Raza, en 1914, para fomentar la unión entre España y aquellos países de más allá del Atlántico. Un año después pasaría a ser denominada como Día de la Raza, y en 1918, oficialmente como Fiesta Nacional.
Transcurren aproximadamente dos décadas, y en plena Segunda República, en 1935, el Gobierno presidido por Alejandro Lerroux García instaba a que se celebrase el día 12 de octubre «con la máxima brillantez la gloriosa epopeya de la Fiesta de la Raza», para ello los gobernadores civiles se dirigían a los Ayuntamientos. En el caso de Orihuela, el alcalde Ricardo García López daba cuenta que el gobernador Antonio Vázquez Limón invitaba a que se diera el mayor esplendor posible a esa celebración. A pesar del poco tiempo que se disponía, se convocó una reunión de las fuerzas vivas en el Ayuntamiento para planificar los actos. De tal manera que se hizo lo que se pudo.
En la mañana de aquel sábado 12 de octubre, según narra el periódico alicantino «El Día» que dirigía el oriolano Juan Sansano Benisa, a las once horas en la Glorieta de Gabriel Miró se celebró un acto escolar al que asistieron todos los niños y niñas de las escuelas públicas con sus profesores. En dicho mismo, el alcalde con un grupo de alumnos ofrendaron coronas y ramos de flores ante un «cuadro conmemorativo» de la presentación de Cristóbal Colón ante los Reyes Católicos. A continuación se produjeron varios discursos, entre ellos los de Celestino Segura Villa y José Garrigós Gutiérrez. Por otro lado, los alumnos Carlos López y Alfredo Grau recitaron una poesía. Al principio se repartió a los niños unos folletos y caramelos
A las once treinta, en el Salón Novedades que fue cedido por su empresa, se organizó un acto literario en el que intervino Ernesto Balibrea Polain, cónsul de Panamá en Cartagena y el diputado a Cortes por la provincia de Alicante José Martínez Arenas. El primero de ellos, «tejió literariamente un retablo demostrativo de la religiosidad y hermosura de la florida ciudad de Orihuela patentada en la bondad de la sagrada efigie del Patronato de la población y su huerta, Nuestro Padre Jesús Nazareno».
Tres días después, el alcalde agradecía en el Pleno Municipal a todas aquellas personas e instituciones que había intervenido, entre ellos al Claustro de Instituto de Segunda Enseñanza y a los alumnos que habían dado lectura a los poemas, a uno de los cuales el citado alcalde lo invitó al almuerzo que se ofreció después. Mientras que al otro se le hizo entrega de una obra de la biblioteca del Ayuntamiento. Se acordó ofrecer a dicho cónsul un pergamino como gratitud por parte de Orihuela, con la adhesión de nuestra ciudad a las Repúblicas de Panamá y Ecuador. Fechas después se recibió en el Ayuntamiento cartas de agradecimiento de los cónsules de ambos países, y posteriormente de la Delegación de Panamá.
Sólo hemos localizado algunos pequeños gastos para la celebración de la Fiesta de la Raza, en ese año: al chofer Félix Saura, 75 pesetas por el traslado del cónsul de Panamá de Cartagena a Orihuela y regreso; a Claudio Sarabia, 29 pesetas por la colocación de la tribuna en el Salón Novedades; a José Luna por 12 metros de arpillera, 7,20 pesetas.
Todo lo anterior nos recuerda que, en esa fecha del 12 de octubre de 1492, Cristóbal Colón llegó a América, aunque ahora prácticamente pasa desapercibida.
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