UN SALVOCONDUCTO AL TRANSPORTE VALENCIANO DE ANTAÑO

‘Zapatillas’, seiscientos, trolebuses y un monstruo aéreo dejaron imborrables huellas en nuestra ciudad El biscúter se vendía en la década de los cincuenta por 25.000 pesetas; hoy es una joya del coleccionismo.

Un clásico. El trolebús tuvo una vida de 25 años en nuestra ciudad (1951-1976). :: / LP

ÓSCAR CALVÉ

En el verano del año 1968, el grupo musical ‘Los Mismos’ pasaron a formar parte de la historia del pop español. Su deseo de ver construido un puente que uniese nuestra ciudad con la capital balear les catapultó a la fama. Seguro que recuerdan el temor que les infundía viajar de Valencia a Mallorca en barco o en avión. Si la eclosión del turismo de crucero ha podido contribuir a paliar el primer miedo, lo del avión es una fobia todavía muy presente. Sabemos que las aeronaves poseen un nivel de seguridad incomparable respecto a cualquier otro medio de transporte, pero ni por esas. Suscribe un aerófobo. Con los viajes estivales en un horizonte próximo y con la reanudación parcial de las obras de la línea T2 del metro de Valencia, hoy recordamos diversos ingenios mecánicos que formaron, en diversa medida, parte de la locomoción en la capital del Turia. Empezaremos sobrevolando Valencia en una nave muy especial. Abróchense los cinturones. Despegamos.

Sólo los ancianos que estén próximos al meritorio siglo de vida pueden albergar el recuerdo de una gigantesca nave aérea que, al menos en cuatro ocasiones, maravilló a los valencianos. Así lo demostró FRANCISCO PÉREZ PUCHE, EL ACTUAL CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE VALENCIA (Associació de Cronistes Oficials del Regne de València), quien algún tiempo atrás rastreó la hemeroteca y recopiló diversas noticias respecto al paso del Graf Zeppelin sobre nuestra urbe. No fue un medio de transporte vinculado específicamente a Valencia y sí a Alemania, pero no me negaran que imaginar la silueta de aquel ‘juguetito’ junto al Miguelete no merece como mínimo una mención. Por cierto, PÉREZ PUCHE y otros autores apuntan que la foto pudo ser un montaje, pero eso sí, comprobarán que no existe duda alguna sobre sus repetidos pasos por Valencia. Este tipo de dirigibles, creados originalmente por Ferdinand Von Zeppelin (1838-1917) a comienzos del siglo XX, supusieron toda una revolución en el entonces incipiente tráfico aéreo. Baste señalar que entre 1909 y 1914 una importante flota de estas naves, integrada en la Asociación Alemana de Aviación, realizó más de 1500 vuelos de línea regular. Por cierto, sin incidente alguno. Fallecido Ferdinand Von Zeppelin, el comandante Hugo Eckener evolucionó el invento y protagonizó diversos récords, precisamente sobre la nave que surcó el cielo valenciano en varias oportunidades. Parece que el primer paseo de este monstruo aéreo sobre Valencia se produjo el 23 de octubre de 1929. Con certeza pasó como mínimo en otras tres ocasiones (dos en 1932 y otra en 1933). Sólo al detallar algunos aspectos de esta rígida aeronave podemos aventurar la impresión que causaría en la retina de los valencianos. Pilotado por Eckener, el ‘Graf Zeppelin LZ 127’, cuyo nombre homenajeaba al primigenio y ya entonces fallecido inventor Conde Zeppelin, medía 236 metros de longitud. Piensen que, a día de hoy, el avión comercial más grande del mundo, el Airbus A380, no alcanza los 73 metros. El Graf Zeppelin presentaba una largura mayor que tres de estos enormes aviones situados uno tras otro. Si son futboleros, este dato les será revelador. Pongan mentalmente dos campos unidos como el de Mestalla y se quedarán todavía cortos en la comparativa con la aeronave. Paradójicamente, el volumen de la tripulación era parco. El comandante, varios pilotos, ingenieros, operarios, y el personal de cocina y comedor, velaban por la seguridad y el bienestar de los 20 pasajeros escogidos como testigos de las proezas de ese dirigible que alcanzaba los 136 km./h. Aunque parezca irrisoria, aquella velocidad le sirvió para batir un récord que estuvo vigente durante dos años: dar la vuelta al mundo en 21 días. Al regreso del establecimiento de aquella marca, Hugo Eckener sobrevoló Valencia. El día 24 de octubre de 1929 la prensa recogía las impresiones vividas por nuestros antepasados el día anterior: «Hubo momentos en que parecía que el dirigible se hallaba parado para que lo pasajeros pudieran contemplar el panorama de la ciudad. Tal ocurrió en el Parque de Emilio Castelar -actual Plaza del Ayuntamiento-, donde los aplausos fueron entusiásticos (…) En la Plaza de la Reina, en la Glorieta y en el puerto voló a tan poca altura que pudo observarse la luz de los ventanales y hasta confusas sombras que la buena voluntad de las gentes supuso que eran las siluetas de los tripulantes». El 6 de mayo de 1937, en Nueva Jersey, el accidente aeronáutico quizá más mediático de la historia, el del zeppelin modelo LZ129 Hindenberg, causó la definitiva desaparición de este sistema para transportar pasajeros. En la actualidad se emplea con fines eminentemente publicitarios.

Con los pies en tierra, y algunos años más tarde, regresamos definitivamente a la capital del Turia. Evocamos un efímero pero carismático vehículo particular que recorrió durante apenas una década nuestro entramado urbano. Así aparece en alguna antigua foto. Para algunos valencianos, quizá usted sea uno de ellos, el biscúter supuso el acceso a un volante que dirigía cuatro ruedas. Se fabricaron cerca de 10.000 unidades para toda España, y aunque existieron diversos modelos, el más solicitado era el formato turismo (el Serie 100 y el 200A). La funcionalidad y no tanto la estética del momento primó en el éxito de este modesto vehículo que llegó a generar un popular chascarrillo: «Eres más feo que un biscúter». Sólo 25.000 pesetas -una cuarta parte de lo que podía costar un coche de importación-, alcanzaban para hacerse con este novedoso auto de producción nacional que no había captado el interés de los compatriotas de su diseñador original, el francés Gabriel Volsin. En la red pueden disfrutar del anuncio televisivo que lo publicitaba. El modelo estrella, apodado como ‘zapatilla’, alcanzaba los 76 kilómetros hora y tenía la carrocería descubierta y una capota de lona. Disponía de un único asiento de una pieza donde se sentaban hasta tres personas, que, a tenor de las medidas del vehículo (anchura 1’10m. y altura 1’38m.), precisarían de algunas nociones previas de geometría para encajarse. Eso, o mucha ilusión. Me inclino por la segunda opción. Si tienen ocasión, vean el citado spot. Incluye la promoción de la versión familiar del biscúter, donde 4 personas y su mascota se disponen a emprender un viaje en un espacio más ocupado que el camarote de los hermanos Marx. El biscúter tuvo los días contados por la aparición del emblemático 600 en el año 1957, apenas cuatro meses antes de la riada que asoló Valencia. Aquel coche, seña de identidad de toda una generación, emergía en el mercado a un precio inicial de serie de 65.000 pesetas. Aun así, el carácter romántico que emanan los pocos biscúters conservados lo ha convertido en verdaderas reliquias. Algunas empresas los ofrecen en alquiler para eventos y rodajes. También los hay a la venta por precios que superan los veinte mil euros. ¿Quién podría imaginar en la década de los 50 que aquellas ‘zapatillas’ acabarían transformándose en un lujoso capricho de coleccionistas?

Algo más de tiempo funcionó un transporte público que, por cronología, les resultará mucho más familiar. Cuando los taxis en Valencia eran todavía negros con una banda horizontal amarilla, circulaban junto a ellos los trolebuses, aquellos buses alimentados por una doble catenaria que transmite mediante dos astas la energía eléctrica necesaria para el movimiento. El 18 de julio de 1951 comenzaron a prestar un modesto servicio urbano que partía de la avenida Jose Antonio (actual Antiguo Reino de Valencia). Sin embargo, fue entre 1969 y 1970 cuando se multiplicaron las líneas. De hecho, sustituyeron a los tranvías. Estos últimos desaparecieron temporalmente de nuestras calles. En total circularon 45 trolebuses, con una capacidad para 125 pasajeros en cada uno de ellos. Especial protagonismo disponían las líneas que conectaban el centro con los Poblats Marítims, y la número 5, la llamada ‘interior’, coincidente con el recorrido que actualmente realiza el autobús con idéntico nombre y número. En 1976, los trolebuses de la línea 5, la última superviviente, cancelaban su actividad en favor del autobús.

Existen otros medios de transporte que han pasado a mejor vida, caso de los barcos y los trenes a vapor, ya sólo usados con fines turísticos. Otros se fueron y volvieron, como el citado tranvía. Lo que no ha cambiado es el modo de ir a Mallorca. Ni caminando, ni en bicicleta, ni en autostop.

Fuente: http://www.lasprovincias.es