ANTONIO LUIS GALIANO PÉREZ, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA
Siendo niño, tenía un amigo que estando jugando en la Glorieta, cuando veía una larga ristra de hormigas diminutas se armaba de valor y cual si fuera un elefante las eliminaba a pisotones. Pero, cuando vio aquella película de Charlton Heston y Eleanor Parker de 1954, titulada «Cuando ruge la Marabunta», cogió miedo por si este desastre de la naturaleza cobraba vida y se pudieran vengar de él por haber masacrado tantos individuos de la familia de las Formicidae, y se viera obligado a emigrar a la Antártida, donde al parecer no existen.
Desastre como sinónimo de catástrofe de la naturaleza como terremotos, volcanes, inundaciones o huracanes. Sin olvidar a aquellos producidos por el ser humano como nucleares, aéreos, incendios, plagas o virus. Pero, del concepto «desastre» en su segundo significado, tal vez nos interesa aquello que tiene un resultado, organización u otras características muy malos. Ejemplo de esto, es en lo que históricamente se conoce como «El desastre de Annual», que el pasado día 22 de este mes de julio cumplió ciento tres años su inicio, cuya batalla se prolongó hasta el 9 de agosto y supuso la derrota del Ejército Español a manos de los rifeños capitaneados por Abd el Krim. Las tropas españolas tenían como objetivo avanzar desde Melilla y tomar la Bahía de Alhucemas por su situación estratégica en la Guerra de África. Sin embargo, esta derrota trajo consigo 11.500 soldados muertos de los que 8.500 eran españoles y el resto rifeños encuadrados en nuestras tropas, siendo ejecutados más de la mitad de ellos tras haberse rendido. En conclusión, todo un «desastre» ya no sólo de vidas humanas y enfermos sino también en materiales bélicos, económico y político. Lo que supuso una revisión profunda de la política española en la Guerra del Rif, y su incidencia en los cimientos de la Monarquía de Alfonso XIII.
El pueblo español, reaccionó ante la situación con ayudas a aquellos soldados que regresaban a la Península, heridos o enfermos. Y Orihuela no fue menos, pues además del Hospital del Soldado dirigido por los médicos Ángel García Rogel y Eusebio Escolano Gonzalvo, que empezó a funcionar a primeros de septiembre de 1921, disponiendo de cuarenta camas en las dependencias del Sindicato Católico Obrero, del que ya tratamos hace trece años en dos artículos publicados el 29 de julio y 5 de agosto de 2011; el Excmo. Ayuntamiento de Orihuela no quedó a la zaga, y el 18 de agosto de dicho año, el alcalde Antonio Balaguer Ruiz planteaba a la Corporación Municipal efectuar alguna ayuda para los soldados que luchaban en Marruecos. Ante ello, el concejal José Martínez Arenas proponía, y así se acordó, dirigirse al ministro de la Guerra ofreciendo para los heridos, veinte camas en el Hospital Municipal destinadas para los combatientes. Así como, la creación de una plaza inamovible en el Ayuntamiento para un mutilado de la guerra que, a juicio del general Sanjurjo fuera acreedor de ello, teniendo en consideración que en primer lugar fuera para algún soldado del término municipal oriolano.
La primera expedición de soldados enfermos y heridos que llegó al Hospital del Sindicato Católico Obrero fue el 25 de octubre de 1921. En esos momentos ya debía haber en el Hospital Municipal soldados ingresados a la vista del ofrecimiento al Ayuntamiento el 6 de octubre, para atenderlos por parte del médico forense Julián Botella y de los médicos Juan de Dios García Boracino, Tomás Raymundo y Antonio García Mira.
En la sesión supletoria del día 24 de noviembre, se daba lectura a una comunicación del comandante militar de la Plaza, trasladando el agradecimiento de la Comandancia de Intendencia por «los solícitos cuidados» que había recibido el soldado José Buján Amor fallecido en el Hospital de la ciudad, así como por las exequias funerales que se habían celebrado al parecer costeadas por el Excmo. Ayuntamiento. Sin embargo, el alcalde al informar a la Corporación Municipal, matizaba que, a pesar de haber tomado la decisión de sufragar el sepelio sin acuerdo previo, tenía la certeza de que sería aprobado su proceder. Sin embargo, tuvo que desistir de costear el entierro y sepultura por expreso deseo del Centro Obrero Instructivo de hacerse cargo de esos gastos, por lo que la Corporación dio un voto de gracias a dicho Centro.
Por otro lado en la misma sesión, el alcalde presentaba para su aprobación una solicitud de las señoras que se nombraron como madrinas de los soldados heridos o enfermos que estaban acogidos en el Hospital Municipal. Dicha petición, consistía en una solicitud para que acudiese la Corporación Municipal a una fiesta a fin de recaudar fondos para los soldados, y que con la presencia del Ayuntamiento en Corporación, dicho acto tendría mayor solemnidad. La petición que fue aceptada.
Hemos de reconocer la gran labor que la mujer oriolana desarrolló en esos momentos ejecutando diversos papeles, tales como madrinas, dando compañía a sus ahijados y manteniendo los contactos con sus familias, o bien ataviándose como enfermeras de la Cruz Roja, realizando colectas y organizando actos para recaudar fondos.
Efectivamente, si el motivo de la permanencia de los soldados heridos y enfermos en Orihuela fue el «desastre» de la Guerra, la contribución de nuestra ciudad con el Hospital Municipal y el Hospital del Soldado no podemos calificarla con ese adjetivo. Muy al contrario, brilló por la solidaridad y entusiástica entrega de sus instituciones, así como de las mujeres y los hombres de esta tierra. Hace de todo ello, poco más de un siglo.
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