CHANES

FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA

El anterior cronista oficial de Torrevieja, Luis Daniel Blanco Calero, ya intentó desvelar la gran incógnita del origen de la palabra «chan» en el vocabulario y argot genuino torrevejenses. Lo primero que podría saltar a la vista es relacionarla con « Xuan, el Cabrito», mitad hombre y mitad macho cabrío, de los aquelarres de las leyendas astures. Esta posición prontamente la dejó descolgada en el análisis pues no se encuentran más puntos de relación que los que pueda asistir al folklore de las diversas comunidades españolas, y lo que para nuestros antepasados pudiera suponer de brujería el oírlos expresarse en lengua diferente y ver en ellos otras costumbres, religión, etcétera, pero sin ninguna relación directa para la transmisión y entroncamiento, que en su caso podría venir avalada por la degeneración de la fonética de «Xuan», con el sonido actual de la equis u pérdida de la «u» al correr de los tiempos. Lo que no da lugar pues al cambio del sonido antiguo de la equis, el que ahora es de la jota, es relativamente moderno, sin dar lugar a estos fenómenos explicados.

Podría también referirse a la raza que puebla el centro de la península de Indochina, de norte a sur, desde la oriental del Himalaya al golfo de Siam, ocupando la cuenca del río Irawady en su mitad superior. Raza de origen Tai, que es de las más poderosas de la península de Indochina y que posee alfabeto e idioma propio con varios dialectos. Pero tampoco esta posición llega a satisfacer, pues si no encontramos relación en los tiempos fundacionales de Torrevieja con las regiones astures, mucho más difícil se hace encontrarla con lugar tan lejano como la península asiática.

En la tercera posición, tampoco muy verosímil, hay que remontarse a la Revolución Francesa, cuando las fuerzas realistas, no como ejército regular unido a los de Vendôme, sino como guerrillas aisladas e independientes, Joan Cottereau, más conocido por su apodo, Joan Chuan, que en unión de sus hermanos se dedicaba, como medio de vida, al contrabando de sal y que en sus «operaciones matuteras» usaban como seña para enlazarse el canto de la lechuza. Siendo conocidos por el nombre de «chuanes», con lo que continuaron en Francia aun después de la restauración de los Borbones, en 1830, todos los que se dedicaban al contrabando de sal.

Poco después, allá por el año 1840, José de Salamanca se aprovechaba de los fenómenos de las «puertas giratorias», la especulación y la corrupción, que como hoy, estaban fuertemente arraigados en la España decimonónica. En lo que respecta al enriquecimiento a través de fáciles negocios, el efectivo manejo de los contactos o el aprovechamiento del cargo público para el bien personal, el Marqués de Salamanca fue uno de los «ejemplos» a seguir. De esta forma pronto se convirtió en un influyente personaje con una fortuna en la que la sal, a través del arriendo al Estado de las Salinas de Torrevieja, estuvo muy presente, sirviendo para sirviera de gran impulso a nuestra industria salinera.

Bien es verdad que los extranjeros que venían a Torrevieja, a bordo de sus barcos al comercio de la sal, no todos venían e plan de contrabandistas sino de legales comerciantes, pero no quita que alguno quisiera alguna vez llevar más tonelaje o abonar menos del que llevaba, y posiblemente el encargado que despachase con él, conocedor de la toponimia francesa, le motejase con el apelativo “Chuan” que pudiera haber degenerado por pérdida de «u» al termino «chan» en Torrevieja, fuera aplicado, en sus orígenes, a los extranjeros, los barcos de vapor de gran tonelaje.

Lo que si que está claro y parece los más lógico y acertado es que «Chan» en Torrevieja fuera aplicado, en sus orígenes, a los extranjeros que comerciaban en sal y por tanto no fuera de aplicación, como lo es ahora, a aquellos otros extranjeros ajenos al citado negocio.

Acabada la II Guerra Mundial el puerto de Torrevieja fue tomando, poco a poco, su tráfico habitual de buques extranjeros. En este periodo, años cuarenta y cincuenta del pasado siglo era común el «chanear», o sea, el paso de mercancías de contrabando por medio de las barcazas que llevaban sal a sus bodegas de carga de los vapores o por jarbetas que se acercaban a los costados del barco para solicitar algún tipo de género que en aquella época de aislamiento internacional aquí no había. Esta palabra la define Pérez Maeso en su «Diccionario Torrevejense» por frecuentar, hacer amistad o relacionarse con una «chan» a fin de conseguir su amistad, regalos o favores. Ir a «chanea», era obtener alguna lata de conserva, paquetes de cigarrillos, etc.

Muchas eran las dificultades que debían encontrar aquellos hombres, una vez que pusieran los pies en tierra, para obtener dinero que pudieran gastar. El cambio de la moneda de sus países de origen era pedido desde un primer momento de poner pie en tierra española solicitando indicación de la situación de la entidad bancaria más próxima para «change», «changement», manera en la que se solicita en inglés y francés. Una vez conseguido haber cambiado su moneda por pesetas lo gastaban en bebida, o en otras satisfacciones en las casas de tolerancia de la Candelaria -donde hoy están los juzgado-, y la Verdulera -en el barrio de los molinos.

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