ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA
Esta enfermedad que hace pocas fechas ha pasado a tener protagonismo en los medios de comunicación tras afectar a un niño que no había sido vacunado por decisión paterna, y que ha contagiado sin gravedad a otros que sí lo estaban, producía grandes pérdidas en la estadística mortuoria de hace más de cinco lustros en Orihuela. En esos años además de por este nombre era conocida con el de ‘garrotillo’, o ‘croup o crup’. Denominación esta última que conviene no confundirla con la de Krupp, con el que se bautizó a un cañón de fabricación alemana que fue empleado a partir del siglo XIX por numerosos ejércitos. Pero en aquellos años, para combatir a la difteria que alcanzaba en ocasiones la magnitud de epidemia, arrasando la parca con su afilada guadaña tanto a adultos como a niños, existían pocos remedios médicos. Por entonces, se vivían los ensayos y primeras pruebas de la vacuna que la contrarrestara, por parte del alemán Emil von Behring, que después de haber logrado la del tétano puso sus manos a trabajar experimentalmente contra la misma, logrando sus primeros triunfos en la última década del siglo XIX.
Sin embargo, hasta la comercialización de la vacuna, los remedios pasaban desde encomendarse al santo protector de turno o a recurrir a remedios caseros. Sobre lo primero, siempre se ha considerado al trinitario Miguel Argemir de los Santos como abogado contra los garrotillos, tercianas y zaratán o cáncer de mama. En la iglesia de la Trinidad había un retablo, en cuyo ático existía un óleo sobre lienzo que lo representaba. Retablo éste que hemos conocido y que fue trasladado a la iglesia de la Merced, en el que estaba entronizada la imagen de San Ramón Nonato. Dicho retablo sobrevivió al hundimiento de la cúpula de esta iglesia y al ser derribada, el citado óleo estuvo guardado durante muchos años en el Archivo Catedral, ubicado en el sobre claustro. En la actualidad suponemos que esté almacenado en el Museo Diocesano de Arte Sacro.
Por otro lado, en referencia a los remedios caseros para luchar contra el garrotillo, el periódico ‘La Voz de Orihuela’ el 27 de octubre de 1883, decía lo siguiente: «Ha empezado a aplicarse en Alemania un remedio contra la difteria (garrotillo), el cual no puede ser más sencillo, pues no es más ni menos que aceite de trementina purificado. Los niños lo toman por la mañana y por la noche en una cucharilla de café, y los adultos en una sopa. A los niños puede dárseles después un poco de leche templada o mezclar el aceite con la leche. Diferentes autores han encomiado este remedio, cuya acción suele ser muy eficaz. Media hora después de haber sido aplicado el medicamento, una tinta rojiza muy pronunciada empieza a extenderse desde el borde de la exudación diftérica, y en breve se apodera de toda la falsa membrana cuyo puesto ocupa. Los autores que han elogiado mucho este medicato (sic), aseguran que a las veinte y cuatro horas la enfermedad desaparece sin dejar vestigios. El remedio obra sobre todo de una manera maravillosa cuando la afección está en su principio, pero tiene también una acción curativa manifiesta, aunque menos pronta, cuando la difteria data algunos días».
Si nos preguntamos el por qué esta receta era incluida en la prensa oriolana, encontraremos la respuesta en que, además de una epidemia de viruela, que había sido declarada el día 22 de dicho mes, en Madrid por el Consejo de Sanidad; se vivía una continua zozobra con la aparición de la difteria, poniéndose en alerta al alcalde Tomás Soler y Más, y a la Junta Municipal de Sanidad, que estaba formada, además de por éste, por: Escolástico García Lidón, médico; José María Sarget, cirujano; Luis Branch Cámara, farmacéutico; Francisco Onofre, veterinario; Antonio Pescetto Balaguer, Diego Botella y José Román Grech, vecinos.
Ambas enfermedades, difteria y viruela, hacían quebrantos entre la población, hasta el punto que, en el mes de octubre de las 87 defunciones que hubo en Orihuela, 27 correspondieron a adultos y las restantes 60 a párvulos, de los cuales 27 fallecieron a causa del crup y angina diftérica. En el mes de noviembre se contabilizaron 86 defunciones, de las que 68 fueron niños y de éstos 24 fueron a causa de estas enfermedades. En diciembre de los 72 fallecidos, fueron 17 párvulos los afectados a causa de ella. A partir del mes de enero de 1884, empezó a remitir.
La epidemia diftérica se había iniciado en las partidas rurales de Beniel y Puerta de Murcia, atacando además de a los niños, a personas entre los 20 y 30 años, en las que su efecto era fulminante.
La prensa local atacaba a las autoridades municipales y sanitarias por la indiferencia al no haber adoptado medidas para contrarrestarla, no facilitando a la población los medios sanitarios para ello. Al final, en los primeros días del mes de diciembre de 1883, se reunía la Junta Municipal de Sanidad, tomando como primera medida el cierre de las escuelas. Entre los adultos fallecidos por angina diftérica se encontraba una religiosa dominica del convento de Santa Lucía, de 67 años, que era hermana del abad de alicante, el oriolano Francisco Penalva Urios.
El último trimestre del año 1883, fue nefasto para la población oriolana, pues de los 282 fallecimientos registrados, 200 correspondieron a niños de los que 61 lo fueron a causa de la viruela y 68 por el crup o difteria.
Faltaba poco para la comercialización de la vacuna que, de haber existido no habría causado tantos estragos. Así que, a vacunar, a pesar del criterio de algún personaje mesiánico que por ahí anda suelto, pues más vale prevenir que…
Fuente: http://www.laverdad.es