
ANTONIO GASCÓ, CRONISTA OFICIAL DE CASTELLÓ
En la mañana del pasado domingo escuché con complacencia el volteo de las campanas del Fadrí, que celebraban la festividad de la Inmaculada Concepción (también llamada Purísima). El sonido me trajo a la memoria el patronazgo de la infantería del ejército español. Pensé que la historia era lo suficientemente romántica y atractiva como para referirla. Y, sin más preámbulos, allá va: Era el año 1644 y los tercios españoles estaban dejándose la piel en las cercanías en la islilla de Bommel, ubicada en el centro del flamenco río Mosa. El tercio viejo de Zamora, que comandaba el maestre de campo Francisco Arias de Bobadilla, estaba combatiendo en las peores condiciones posibles, sin víveres, con las ropas mojadas y con la rasca del viento gélido, típico de la Europa del Norte en esas latitudes. Los valientes soldados no aceptaron en ningún momento la rendición y siguieron combatiendo: «Ya hablaremos de rendición después de muertos».
Trinchera
En ese momento, un soldado cavó una trinchera para guarnecerse de las gélidas temperaturas y en su excavación halló una tabla pintada al temple con la imagen de la Virgen María. En la noche del 7 de diciembre, el frío arreció con ganas, al extremo que se helaron las aguas del río. Ello permitió al tercio, abandonar su reducto y enfrentarse a sus enemigos, alcanzando una total victoria. Tal fue, que el almirante Hohenlohe-Neuenstein llegó a decir: «Tal parece que hasta Dios es español».