HENRI BOUCHÉ, CRONISTA OFICIAL DE BORRIOL
El agua, estrechamente asociada a la vida, la fertilidad y la purificación es motivo de preocupación ahora y muchas veces. Los ríos se secan, las fuentes manan poco y la vegetación se resiente. Hay que ahorrar agua se dice continuamente para subsistir como podamos.
Ella, el agua, es símbolo de abundancia, de renovación, incluso de libertad.
Es, como decían los primeros filósofos, Tales de Mileto, por ejemplo, el principio constitutivo de todas las cosas, junto al fuego, el aire y la tierra, el que denominaban arkhé. Todo es agua también dice el hinduismo. El agua transforma el mundo.
Sustancial para la vida
Es curioso que, con ser un elemento tan sustancial para la vida, no recordemos, muchas veces, las funciones que en otros órdenes desempeña.
En la mitología ocupa un lugar esencial; entre los griegos el dios de las aguas, Poseidón; en la religión Moisés hizo brotar el agua con su bastón en pleno desierto; en el arte, en la medicina aparece en múltiples ocasiones reproducido este elemento.
En la mayoría de rituales y ceremonias religiosas (el agua bendita) desempeña un papel insustituible. Asimismo, en el Derecho está presente. Recordemos nuestro antiquísimo Tribunal de las Aguas de Valencia, así como la celebración del Día Mundial del Agua cada 22 de marzo. Y no olvidemos el tratamiento que recibe en todas las culturas y el ejemplo del cristianismo en las numerosas citas bíblicas: el agua como fuente de vida, la conversión del agua en vino en las bodas de Caná, etc.
A nivel topográfico
Y no hablemos, finalmente, del ámbito geográfico: innumerables municipios y lugares llevan en su denominación el vocablo agua. Cuidar el agua es un deber innegable, puesto que en ello nos va la vida, y nunca mejor dicho: sin agua no hay vida.