Panorámica de la antigua iglesia parroquial de Santa Ana, de Elda, hacía 1928-1929.
GABRIEL SEGURA, CRONISTA OFICIAL DE ELDA
Los amigos de los ajeno siempre han tenido al Patrimonio Histórico como una sustancial fuente de ingresos. La riqueza de obras de artes, mobiliario y objetos litúrgicos custodiados en iglesias, conventos y monasterios siempre ha despertado el interés de ladrones de guante blanco, rateros o simples “chorizos” que bajo el encargo de otros realizaban el hurto para satisfacer las demandas del mercado negro de antigüedades destinado a los coleccionistas de arte.
Un episodio de este calibre debió acontecer en la tranquila villa de Elda, allá por agosto de 1859, cuando al atardecer del lunes 8 de agosto de hace hoy 160 años, tras los oficios de vísperas, el sacristán Juan Sempere y el cura párroco de la iglesia de Santa Ana, a la sazón Gonzalo Sempere y Juan, detectaron el robo de obras de arte. Tras cercionarse del robo de 14 cuadros que decoraban diversos lugares del templo, sobre las 23 horas procedieron a comunicar el hecho a la autoridad municipal.
De forma diligente y eficaz, los tenientes alcaldes de la villa y el comisario de vigilancia municipal, iniciaron las pesquisas y las oportunas diligencias ante el temor que los cuadros pudieran ser desmarcados, embalados y trasladados a Alicante. Pesquisas que, afortunadamente, dieron su fruto, pues pronto fueron localizadas las obras de arte robadas. Así, a poco más de media noche, los cuadros fueron localizados en una de las casas cercanas al propio templo.
Poco más sabemos de aquel infortunado suceso. A falta de una investigación en los archivos desconocemos la identidad del autor del atentado contra el patrimonio. De igual manera que ignoramos las escenas de dichos cuadros y los autores de los mismos. Por las breves descripciones que conservamos de aquel templo a mediados del siglo XIX y que suponemos conservó en gran medida sus obras de artes y demás objetos litúrgicos hasta el asalto, saqueo e incendio de julio de 1936, sabemos que existían cuadros de San Joaquín y Santa Ana, otros con San Pedro y San Pablo, así como otros sobre diversos misterios del Rosario; así como una serie de cuadros de gran formato, encargados ex profeso en 1858 para la capilla de la Comunión, de los sumos sacerdotes Aarón y Melquisedec, La Cena, El Lavatorio y La Aparición de los discípulos en el castillo de Emaús. Estos últimos terminados de ejecutar por el escultor y pintor menorquín Antonio Riudavest y su hijo, asentados en Alicante.
Fuente: https://www.valledeelda.com