Arxiu diari: 17 de novembre de 2018

´DIES IRAE, DIES ILLA`

La memoria de los seres queridos será mantenida entre deudos y amigos, visitándolos anualmente en la ciudad de los muertos y llevándoles unas flores en su recuerdo.

ANTONIO LUIS GALIANO PÉREZ , CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA

“El séptimo ángel tocó la trompeta, y oyéronse en el cielo grandes voces que decían: ya llegó el reino de nuestro Dios y de su Cristo sobre el mundo y reinará por los siglos de los siglos”. Así se manifiesta en el ´Apocalipsis` de San Juan la llegada del momento en que serán juzgados los muertos.

Será, como se dice en este himno latino del siglo XIII, “Día de ira, aquel día”. Pero, mientras tanto, qué ocurrirá con el cuerpo y la memoria de aquellos que nos precedieron. Unos, esparcidas sus cenizas al viento o en el mar, otros, los más soterrados y, algunos, tal vez muchos, pasto de los peces en su lucha por llegar a otras tierras.

Sin embargo, la memoria de los seres queridos será mantenida entre deudos y amigos, visitándolos anualmente en la ciudad de los muertos y llevándoles unas flores en su recuerdo.

El día de los muertos

Esto último se vive de muchas maneras según la cultura de los pueblos. Un ejemplo de ello es en México, en que el ´Día de Muertos` pasa de ser triste a gozoso, ya que se espera el regreso de sus almas desde más allá de la tumba, allanándole el camino al orientarlas con luces sobre el sepulcro que los espera con ofrendas, ya sea su comida y bebida favorita o juguetes para los niños fallecidos.

No me importa el decirlo: cuatro o cinco veces, gracias a mi nieto Pablo, he visionado la película de dibujos animados ´Coco`, dirigida por Lee Unkrich, que tiene como argumento ese día para los mexicanos que, en 2008, fue declarado por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Diferentes costumbres

Para nosotros, en este ancestral culto hacia la muerte encontramos algunas costumbres procedentes de los pueblos gentiles, a fin de rendir memoria a los antepasados, y que hasta hace poco las llevábamos a cabo en nuestras casas, como era mantener en un cuenco lleno de aceite unas mariposas encendidas durante los días de este mes de noviembre.

Otras veces, son esquelas recordatorias publicadas en la prensa, que mi recordado y querido amigo Aníbal coleccionaba. Yo no he llegado a tanto en el coleccionismo.

Sin embargo, conservo alguna curiosa como aquella publicada en ´ABC` el sábado 20 de noviembre de 1999 en la que, entre otras cosas, tras el nombre y solo un apellido y la fecha de 20 de octubre de 1904, se decía: “Falleció sin haber nacido en el viaje que hicieron sus padres y su hermano en cambio de destino desde Barcelona a Santa Isabel de Fernando Poo como ingeniero de Caminos, Canales y Puertos. Al pasar por Madrid, (aquí el nombre) se quedó en el cementerio de Nuestra Señora de la Almudena”.

Campo Santo

Por supuesto, es una buena forma de recordar incluso a los nonatos en estas fechas. Pero el rumbo que nos guía en estos días, sobre todo el primero y segundo de noviembre, era y es el Campo Santo, donde descansan los restos de nuestros mayores.

Son momentos y actos que escandalizaban al poeta oriolano Carlos Fenoll, como nos demuestra en la dedicatoria de un poema publicado en ´Actualidad`, en 1930, en el que dice: “A todos los que en este día invaden el sagrado lugar del cementerio como un mercado, y expresan sus pueriles sentimientos con ruinas vanidades superfluas”. Y entre sus versos pedía: “La tierra de los muertos… / dejad, dejad que duerman”.

Que allí descansen eternamente, entre galerías cuajadas de casillas y panteones, en ese cementerio oriolano del que decía Pascual Madoz que era “capaz y nada perjudicial a la salubridad por ser paraje muy ventilado y distante de todo el caserío”.

Cementerio de Orihuela

Emplazado en ese lugar cuando se ordenó que se efectuasen los enterramientos fuera de las ciudades, y que, según Julio López Maymón, fue bendecido el 26 de octubre de 1806, y cuyo costo fue de 15.000 pesetas de aquella época, siendo el primer cuerpo inhumado el de Diego Martal, tres días después.

Efectivamente, tal como indicaba el citado Madoz, el recinto era capaz para las necesidades de Orihuela, lo que ratifica El Ateneo, en 1896, y que entre los panteones existentes en esas fechas destacaba el de la familia Bonafós y cuantificaba en 50.000 el número de personas enterradas desde su apertura.

Por otro lado, muy próximo a las fechas de su bendición, fue construido el Panteón de Canónigos, en el cual reposan los restos de algunos capitulares desde 1811, de los que tres de ellos perecieron a causa de la epidemia de fiebre amarilla que asoló a esta zona, en 1811, en cuya lápida se indica que estos enterramientos deben permanecer siempre cerrados a disposición del Gobierno para evitar contagios, siendo sancionados quienes incumplieran esta orden.

´Día de ira`

Así, a la espera del lúgubre sonido de la trompeta del séptimo ángel apocalíptico, permanecerán los muertos en sus sepulturas. Tal vez recordando aquella sentencia que nos recibe en el arco de entrada de la Capilla de los Huesos de Évora (Portugal), que reza: “Nuestros huesos que aquí estamos por vosotros esperamos”.

Por el momento, a mí sólo me queda añadir a todo ello que ese ´día de ira` sea cuando Dios quiera y cuanto más tarde, en buenas condiciones físicas y mentales, mejor.

Fuente: https://aquienlavegabaja.com