POLICARP GARAY MARTÍN, CRONISTA OFICIAL DE SERRA
A veces nos centramos en mirar muy de cerca y ya no somos capaces de ver más allá de nuestras narices. En Geología siempre hay una variable de escala, tanto en el tamaño, como en el tiempo e incluso en el análisis de los problemas y sus posibles soluciones, que debemos ajustar. Lo que ha sucedido en esta ocasión volverá a suceder, y además con mayor frecuencia y magnitud, por el cambio climático. Pero con cambio climático o sin él, estamos en el mismo punto que en 1957, 1987, 1982, 1864… Ha pasado y volverá a pasar, porque no aprendemos lo esencial y, cuando parecía que algo habíamos aprendido, rápidamente lo olvidamos.
a) Las inundaciones de las llanuras del litoral valenciano son un fenómeno recurrente (hay registros históricos de todas las épocas, especialmente desde la fundación romana de la ciudad de Valencia, hace más de 2.000 años). Sabemos que al menos cuatro o cinco inundaciones catastróficas han tenido lugar en cada uno de los siglos anteriores. Esto es normal y natural porque está ligado a la propia dinámica fluvial de todos nuestros ríos: Mijares, Turia, Júcar, Vinalopó, etc., etc. En algunas tierras de interior (como Utiel) también podemos extrapolar lo mismo.
b) Nuestras ciudades (las cercanas al mar) no existirían si no fuera por el suelo donde se asientan, y ese suelo responde a una progresiva acumulación de sedimentos aportados por los ríos riada tras riada. De hecho, nuestras llanuras litorales son todas ellas “abanicos aluviales” (dicho en términos geológicos). Los sondeos mecánicos ponen de manifiesto que esta acumulación o espesor de sedimentos aluviales “recientes” llega, a menudo, a sobrepasar el centenar de metros. Para entenderlo basta con visitar los profundos restos de la ciudad romana de Valencia (en la plaza de la Almoina), o muchas puertas de entrada a edificios del siglo XV (en Alzira, por ejemplo: no es que los antiguos fueran muy bajitos, sino que la cota del suelo ha ido creciendo después de cada riada).
c) ¿En cuánto tiempo se ha formado ese gran espesor de limos, arcillas, etc. que forma el suelo y subsuelo de nuestros pueblos y ciudades?. Pensemos en términos recientes: esta riada ha aportado, digamos, por redondear, una media de medio metro de espesor de lodos (limos, arcillas…) en las calles (quizá algo menos en el interior de algunas casas). Antes hemos hablado de unas 5 riadas cada siglo (2,5 m de lodos), o sea: 50 riadas cada milenio (25m de lodos), 500 riadas cada 10 mil años (250m de espesor de lodos)…
¿Hace falta seguir?… Ya nos hemos ido casi al inicio del Holoceno (el último interglaciar, en el que nos encontramos todavía). Podríamos seguir hacia atrás en el tiempo, a lo largo del Pleistoceno, y llegaríamos hasta un millón de años, dos millones de años… y todavía estaríamos en el período Cuaternario (nuestra era actual, la de las glaciaciones!!!). Y ya que hablamos del Cuaternario, adelantemos un matiz: es obvio que “cambio climático” siempre ha habido a GRAN ESCALA (contado en miles y en millones de años), pero además, actualmente hay un preocupante “cambio climático” provocado por los humanos, o sea a PEQUEÑA ESCALA, que es la que nos afecta ahora más directamente.
d) El “cambio climático” es la realidad que exige mayor alerta y atención. Evidentemente -lo acabamos de explicar- no hace falta echarle toda la culpa al “actual cambio climático” para entender que estamos sufriendo los mismos problemas de inundaciones que sufrieron nuestros abuelos y todos nuestros antepasado en este territorio. Aunque el “actual cambio climático” no existiera seguiríamos sufriendo los mismo efectos geodinámicos: riadas con relativa frecuencia (varias en cada generación de humanos). Pero antes de zanjar este tema, dejemos claro que el “actual cambio climático” es fruto de la quema, en apenas un siglo o poco más, de un extraordinario volumen de recurso geológico que la naturaleza tardó muchos millones de años en fijar como carbón, petroleo y gas natural. En un pispás (poco más de un siglo) estamos lanzando a la atmósfera una ingente cantidad de carbono que antes de la era industrial no estaba allí. Ojalá frenemos pronto esta gravísima emisión de C a la atmósfera. A pesar de ello, el daño ya está causado (aunque puede empeorar) y sus efectos ya se notan y se notaran aún más: perturbaciones atmosféricas cada vez más extremas y frecuentes.
e) Con esto de las inundaciones hay muchos planteamientos que se deberían repasar y debatir. A lo largo de estas semanas hemos leído y oído muchas declaraciones por parte de diferentes profesionales y “expertos” (cada uno en su materia). Algunas muy acertadas y coherentes pero otras más “frágiles” y aún contradictorias, incluso entre profesionales de la misma especialidad. No vamos a entrar en debates a través de los medios de comunicación, pero alguien debería de estar pensando ya en plantear u organizar un foro o algún tipo de Jornadas técnicas sobre los efectos de esta dana y lo que hemos aprendido (o no) de ella. Será el momento de debatir muchas de las cosas que se han dicho o se han planteado. Y la Geología (gran olvidada y marginada en las administraciones y en la universidad, valencianas) tiene mucho que decir y aportar al respecto.
f) No hay que temer tanto a la erosión, pues aunque puede causar problemas es también un proceso natural importante y productivo. Siempre se ha hablado del fértil delta del Nilo, gracias al aporte de las inundaciones. Lo mismo podríamos decir (así lo citan cronistas medievales) de la huerta de Valencia y todas las demás de nuestro territorio. Pero la retención de sedimentos fluviales por estructuras antrópicas (especialmente las represas, los azudes y los grandes Embalses) es un problema añadido que, al margen de sus ventajas, supone también un elevado gasto al erario público: véase lo que se dedica cada año a obras de regeneraciones de playas, cada vez más frecuentes y más costosas (y mientras tanto, el nivel del mar sigue en ascenso…).
g) En muchos colectivos hay una “polarización” conceptual que incluso adquiere un carácter de axioma: Cuencas Biostásicas (plena cubierta vegetal que impide la erosión y limita las escorrentías superficiales) frente a Cuencas Rexistásicas (exentas de vegetación y totalmente expuestas a la erosión mecánica). Para un geólogo, ni la situación existente ni la deseable pasa por ninguno de esos dos estereotipos, en el territorio valenciano (con su variada Geología y su peculiar clima).
En primer lugar: la mayor parte del territorio es calizo y kárstico, es decir, que si no presenta una cubierta vegetal y/o edáfica significativa, su erosión mecánica es relativamente baja y su capacidad de infiltración es siempre elevada. Por otra parte: la superficie forestal actual (espontánea y dominada por el pino carrasco) presenta un potencial erosivo muy elevado, debido a su sistema radicular superficial. Lo hemos visto en estas riadas: masas flotantes de pinos, ramas y pinocha… (además de las cañas que tendrían que haberse retirado a tiempo de todos los cauces).
h) Desde el punto de vista de la Geodiversidad y del Patrimonio Natural geológico hay en la Comunidad Valenciana un enorme desconocimiento y falta de atención (no es algo nuevo del actual gobierno de la GV, sino que ya viene de lejos). De ello podríamos hablar en otra ocasión, más centrada sobre estas cuestiones, pero de momento, con las riadas todavía tenemos para rato.
Fuente: https://www.levante-emv.com