23 DE ABRIL, UNA ROSA Y UN LIBRO

HENRI BOUCHÉ, CRONISTA OFICIAL DE BORRIOL

En gran parte del mundo se celebró ayer el Día Internacional del Libro, cuyo origen parece que tuvo lugar en 1926, recordando la muerte en 1616 de Cervantes, Shakespeare y el inca Garcilaso de la Vega. En 1955, la Unesco fijó, junto a este día el del Derecho de Autor. Desde 1930 se celebró en Cataluña, junto a la fiesta de Sant Jordi, mártir de la época de Diocleciano. Una rosa y un libro no pueden faltar en la celebración, una inciativa, parece, de Vicente Clavel Andrés, de origen valenciano, afincado en Barcelona.

La proliferación de los libros en la historia es un hecho quizá no valorado en su justa medida. Un libro es un medio silencioso en cualquier anaquel, que no pide nada y lo da todo: nos puede hablar de ciencia o arte, filosofía o técnica, vida o muerte, o amor… Hay para todos los gustos.

Tablillas de arcilla

Su nacimiento, se dice, tuvo lugar cuatro milenios antes de Cristo en la antigua Mesopotamia, en tablillas de arcilla o madera y, finalmente, en papel o con los actuales medios telemáticos. El nombre, del latín liber, recuerda la parte interior de la corteza de los árboles. Tener un libro a mano es un privilegio y una seguridad saber que en él hallaremos aquello que buscamos. Sin lugar a dudas, el libro más vendido en el mundo es la Biblia, sobre todo gracias al trabajo de Guttenberg que, con la ayuda de la imprenta, fue capaz de poner al alcance general ejemplares útiles para la confección y lectura. Y es probable, también, que el autor más leído en el mundo haya sido Cervantes.

Las bondades del libro son evidentes. De ellos hablan, asimismo, los refranes y anecdotarios. Uno de ellos dice: Los libros son maestros que no riñen y amigos que no piden. O aquel otro: Libro bueno, huerto ameno. Elija el lector.

Fuente: https://www.elperiodicomediterraneo.com