La magnitud, y sobre todo la frecuencia, con la que el Xúquer ha azotado Alzira con devastadoras inundaciones sólo es equiparable a la fertilidad que ha aportado a sus tierras, cuyo aprovechamiento agrícola ha proporcionado gran estabilidad y solvencia económica a la comarca. Nadie se atreve a discutir que el río y su extenso entramado de afluentes y barrancos representan una de las grandes amenazas de la Ribera, aunque no la única. Los terremotos también han generado una gran destrucción, aunque a diferencia del agua, no han resultado tan persistentes.
Las inundaciones han sido capaces de destruir decenas de viviendas y de ofrecer un estremecedor balance de víctimas mortales. La riada de San Carlos de 1864 o la más reciente pantanada de Tous son algunos de los referentes más significativos de esas grandes avalanchas de agua y lodo, aunque no sólo el embravecido caudal del río ha legado muerte y destrucción. Los terremotos también han sido devastadores. Cinco de ellos se mostraron particularmente adversos: los de 1396, 1748, 1779, 1856 y 1875.
La primera de las grandes sacudidas aconteció en un contexto nada proclive, dado que durante 1396 también se tuvo que hacer frente a una peste muy dañina. Los temblores se repitieron en cuatro ocasiones del 18 al 25 de diciembre con una intensidad máxima que alcanzó la escala IX del índice Mercalli. El día de Navidad fue particularmente doloroso. Una crónica elaborada por mosén Mascaró detalla que ese día se desplomaron la mayoría de los edificios de Sueca, Riola y Alzira. El historiador y CRONISTA ALZIREÑO AURELIANO LAIRÓN subraya que, tres días antes, cuando la cadena de terremotos ya está activa, las autoridades alzireñas acordaron dedicar una fiesta anual a Nuestra Señora de la Esperanza «en acción de gracias por no haber sufrido los destrozos de otras localidades cercanas». Otro historiador, Vicente Pelufo, sostiene que Alzira quedó «sembrada de escombros y ruina».
Dos siglos y medio más tarde, a las siete menos cuarto de la mañana del 23 de marzo de 1748, Alzira volvió a registrar otro terremoto de la misma intensidad. Las sacudidas dañaron los conventos de San Bernardo y San Agustín. También la iglesia de Santa María, que estaba situada en el emplazamiento que ahora ocupa el cuartel de la Guardia Civil. La estatua de San Bernardo erigida en el puente que cruzaba el Xúquer quedó arrancada por los temblores. Los monjes trinitarios se vieron forzados a abandonar su morada. La estructura del monasterio estaba tan dañada que los maestros de obra concluyeron que repararlo costaría tanto como construir uno de nueva planta. La desolación fue tal que el rey, Fernando VI, decretó que ese año dejaran de celebrarse las representaciones de comedias «ante las calamidades y desgracias padecidas en el reino de Valencia».
Temblores con inundación
Tres décadas después, durante los días 4 y 5 de octubre, se produjeron más terremotos «acompañados de lluvia e inundaciones», según precisan las crónicas, que «llegaron a extenderse por todas las calles, casas, caminos y tierras». LAIRÓN ha constatado que el ayuntamiento trató de recabar del rey «la concesión de alivios» al tiempo que encargó que se revisaran los edificios de la villa y sus arrabales. En el templo de Santa Catalina también se celebró una misa cantada en acción de gracias.
Otro de los grandes movimientos de tierra acontecidos en Alzira tuvo lugar poco después, en 1783, aunque no puede documentarse que fuera provocado por un terremoto. El monte del Baladre se hundió el 24 de noviembre. Gracias al opúsculo redactado por el padre Benito de San Pedro sabemos que desde las nueve hasta las doce de la noche una fuerte tempestad acompañada de truenos y relámpagos provocó el desplome de esa loma, situada en las estribaciones del valle de la Murta. Desde entonces se conoce como la «Muntanya Assolada». El desmoronamiento vino precedido de un largo periodo de «lluvias muy copiosas y frecuentes» que provocaron repetidas inundaciones del Xúquer.
Finalmente, el 13 de julio de 1875, se consignó otro terremoto que afectó tanto a Alzira como a Carlet, aunque su epicentro se situó entre Xàtiva y Montesa.
Fuente: https://www.levante-emv.com