DE LA CANTATA AL VILLANCICO

HENRI BOUCHÉ, CRONISTA OFICIAL DE BORRIOL

Ya la Navidad llega a su término, aunque faltan los Reyes Magos y la parte más estrictamente profana y prosaica, quizá, como son los ágapes, por ejemplo, los turrones, los dulces y bebidas en general. Antes habrá hecho acto de presencia el cierre del Año Viejo y del Año Nuevo y también escenas como la de los Inocentes y otras muchas cosas más. La Navidad es una fecha rica y entrañable en actos y significados.

Sin desdoro de los numerosos actos que se celebran hay algunos que sorprenden y, prima facie, rompen el silencio: es el coro que entonan los ángeles ante el Portal de Belén («¡Gloria a Dios en las Alturas!») y llenan de melodía el recinto en donde ha nacido el Niño-Dios. Es, naturalmente, el sonido de los cánticos, traducido a los villancicos, que transforman el inhóspito invierno en primavera sonora. Se trata del sonido de la Navidad por excelencia.

‘Noche de paz’

Hace años —¡muchos!— escuché por primera vez el universal Stille Nacht, Heiligenacht (entonces estaba yo estudiando alemán), traducido como Callada Noche, Santa Noche, pero más conocido en español por Noche de paz. Me entusiasmó. Todavía conservo aquella emoción del momento, que resurge cuando llegan estas fechas.

Un sacerdote de pueblo y un maestro fueron capaces de transmitir el verdadero espíritu navideño: Joseph Mor y Franz Xaver Gruber (entre 1816 y 1818). Luego ha habido otras composiciones importantes.

El villancico es un género poético musical que tiene su origen español, que se produjo entre los siglos XV y XVI, y era la cantata. Su popularidad fue grande y todavía sigue cantándose, sobre todo Noche de paz, en todo el mundo. Este es, sin duda, el sonido de la Navidad. La cantata navideña más reproducida del mundo.

Fuente: https://www.elperiodicomediterraneo.com