ANTONIO GASCÓ, CRONISTA OFICIAL DE CASTELLÓ
Hubo una gran algazara local cuando se supo que la familia real española visitaría Castelló, con motivo del viaje de retorno a Madrid, tras el enlace matrimonial del príncipe de Asturias, el futuro Fernando VII, con la princesa María Antonia de Borbón, acaecido en Nápoles y ratificado en Barcelona el 10 de octubre de 1802. Las penurias de la catastrófica situación en que habían dejado los campos las inundaciones del año anterior, tuvieron que dejarse a un lado y el consistorio hizo de la necesidad virtud, para preparar un magno recibimiento acorde a la majestad de los visitantes.
En la tarde del 22 de octubre se dio a conocer, a través de un bando, el matrimonio de los príncipes de Asturias, iluminándose la villa tres días sucesivos para solemnizarlo. Del mismo modo comenzaron, a toda prisa, las reparaciones y ornatos por los lugares que debería atravesar la regia comitiva, lo cual no dejaba de constituir un contrasentido, si es que realmente se quería mostrar la auténtica situación de menoscabo en que vivía Castelló. Las casas que iba a seguir el itinerario real por el interior del municipio se blanquearon, desde la ermita de Sant Roc del Pla hasta el convento de San Francisco, esto es, las calles Moreres (actualmente Sanahuja), Mayor, área del Portal de l’Om hasta el del cuartel y la calle Trinidad hasta el convento de San Francisco, que suponía ya la salida de la localidad.
También las carreteras se repararon, haciéndose, incluso variaciones en su trayecto, como sucedió con la de Benicàssim, de acuerdo con lo recomendado por el comerciante Juan Matheu, a quien le beneficiaba, no poco, el nuevo trazado para sus actividades exportadoras. El hecho de que el camino real pasara por Castelló, venía a satisfacer una vieja aspiración de la villa, que veía cumplida, con motivo de esta visita regia. Es más, para que los reales ojos no tuvieran visiones desagradables, se quitaron los fragmentos descuartizados de los cuerpos de los ajusticiados que se encontraban en el camino de Benicàssim y se derribaron los pilares que los sostenían.