MARIA JOSEP SERRA
El abanico ha vuelto para quedarse. De nuevo, como ocurrió en el siglo XVIII, su presencia es cada vez más habitual. Afortunadamente para todos, no solo entre las clases privilegiadas y la realeza. Y no solo entre las mujeres. Ellos también se dan aire. Las altas temperaturas han favorecido un sector que en España alcanzó su esplendor en el siglo XIX, destacando por su calidad.
Valencia fue el buque insignia de una industria que despegó en el primer tercio del siglo. El alicantino José Colomina fue su artífice. El fabricante de abanicos más prestigioso de esa etapa en España y Europa. Modernizó la industria abaniquera y acabó con las importaciones francesas. Sus esfuerzos fueron reconocidos por la reina Isabel II, que le nombró Proveedor de la Real Casa y le otorgó el privilegio de poner las armas reales en su fábrica de Valencia, y en las sucursales de Madrid, Sevilla y Cádiz. En 1872 el rey Amadeo I de Saboya, en agradecimiento, le hizo marqués. Sus obras se encuentran en los mejores museos del mundo.
A lo largo del siglo XX, Aldaia desplazó a la capital del Turia en la fabricación de palmitos. Allí sigue Andrés Pascual, una de las firmas más antiguas del sector, su historia se remonta a 1880.
«Mi padre fue maestro mayor del gremio de abaniqueros, habiendo dedicado una vida entera a la fabricación de abanicos, puedo decir que él nació, vivió y murió en la empresa. Yo quiero agradecerle lo que me ha enseñado de la vida y de los abanicos. He tenido un buen maestro, espero haber sabido corresponderle siendo una buena alumna. El tiempo lo dirá. Hoy regento yo la empresa y ojalá que, en un futuro, mis hijos puedan seguir en esta tarea tan bonita, y tan nuestra, como es la fabricación y el mundo del abanico, pasando así a ser la quinta generación de artesanos abaniqueros de la familia Andrés», destaca su hija, Macarena Andrés.
Valencia, buque insignia de la industria del abanico
Ocho años más tarde, en 1888, comenzó su andadura en Valencia la empresa de Vicente Aparisi, ubicada, actualmente, en Aldaia. Como señalan en Abanicos Aparisi, estamos ante «uno de los inventos más antiguos que se conocen en la historia, hay registros de que las grandes civilizaciones egipcias, persas, griegas y romanas conocían los beneficios de utilizar abanicos para refrescarse».
Otra firma importante e histórica es Abanicos Blay Villa, que va por la cuarta generación de maestros palmiteros. «Expertos en restauración de abanicos antiguos de todas las épocas y materiales, trabajan, sobre todo, el nácar, la nacarada, el hueso y las maderas nobles, consiguiendo productos de gran calidad. Esta empresa, cuyo propietario actual es Ángel Blay Villa, trabaja para numerosos anticuarios, coleccionistas y museos nacionales e internacionales. Es el único fabricante de palmitos de nácar», relata el historiador y CRONISTA OFICIAL DE ALDAIA, JOSEP RAMÓN SANCHIS.
Como no podía ser de otra manera, el abanico es el símbolo de identidad de Aldaia, razón por la que se creó el Museo del Palmito/Abanico (MUPA). La colección ofrece más de 400 piezas de diferentes épocas y estilos, materiales y utensilios de la artesanía del abanico.
El municipio, cercano a València, también cuenta en una de sus principales plazas con una escultura de metal, obra de la artista Teresa Cháfer, que rinde homenaje al abanico, símbolo del patrimonio industrial y cultural del pueblo de Aldaia.
¿Accesorio u obra de arte?
En Madrid, en la Puerta del Sol, dos siglos, dos, lleva Casa de Diego vendiendo abanicos, muchos de ellos, la mayoría, fabricados artesanalmente en Valencia. Los hermanos Llerandi, Arturo y Javier, forman la sexta generación del negocio familiar. De aquí salió el abanico que lució Lady Di el día de su boda y el de la reina Letizia en su enlace con el entonces Príncipe de Asturias.
Abanicos para refrescar, para decorar o como accesorio de moda. El diseñador francés de madre cordobesa Olivier Bernoux lleva años creando abanicos únicos y especiales para hombres y mujeres. Alguna de sus obras, hechas en España, superan los 500 euros, aunque dispone de piezas a partir de 50 euros.
Otros modelos, especiales, por encargo, ha creado para artistas como Beyoncé o Madonna, con precios que pasan de los 3.500 euros. «Son autenticas joyas», indica su autor, que tiene una colección de abanicos con su amiga, la actriz y modelo Rossy de Palma. «Es la mujer con más personalidad y aplomo que he conocido. Maneja el abanico como nadie», comenta.
Hay obras de teatro y cine. El abanico de Lady Windermere, de Óscar Wilde. Hermosas pinturas como La dama del abanico, de Velázquez, que se puede contemplar en la colección Walace, de Londres.
Bellas novelas como El abanico de seda, escrita por Lisa See. Pero si quieren conocer más sobre la historia del abanico no dejen de ir a The Fan Museum, de Londres, creado en 1991 por Hélène Alexander y su difunto marido. Hay obras de artistas como Paul Gauguin, un raro abanico del período isabelino, abanicos de la corte japonesa y una espectacular pieza de Fabergé en oro.
Fuente: https://economia3.com