LA REFORMA DE LA IGLESIA POR EL CARDENAL HERRERO

BERNARDO GARRIGOS, CRONISTA OFICIAL DE XIXONA

uando era pequeño y vivía en la calle el Vall me gustaba jugar en el patio posterior de mi casa. Si bien es cierto que no era un patio; sino el callejón que comunicaba la antigua zona de las caballerizas con la calle. Todavía recuerdo a mi madre todos las mañanas de los viernes abrir con una llave grande, de hierro, la cerradura y tirar con fuerza de la maciza puerta que permitía salir a la calle de La Vila. Ah por cierto, que el callejón recibía el nombre del Callejón de Rotglà, pero este es otro asunto. De pequeño cuando salía a la calle de La Vila me chocaba que aunque todo el mundo la llamaba así, en una placa colocada en la fachada de una casa podía leer calle del Cardenal Herrero. Y siempre me he preguntado ¿quién sería esta persona?, ¿Qué habría hecho por Xixona? y pensaba debería ser un personaje muy antiguo; pues siempre que preguntaba a mis mayores sobre el origen de esta persona nadie sabía contestarme.

Investigando en el Archivo Municipal descubrí el hilo conductor que, tirando de él, me ha permitido descubrir este misterio.

En el acta capitular del 13 de octubre de 1903 el señor cura presentó un escrito solicitando se agradezcan las gestiones realizadas por el Arzobispo de Valencia para realizar algunas obras en el templo parroquial:  “Comunica el Sr. Cura Párroco de esta ciudad, que el eminentísimo Sr. Arzobispo D. Sebastián Herrero Espinosa de los Monteros, visto el informe del arquitecto diocesano, que demandaba como necesaria alguna de las obras del templo parroquial, había concedido, cantidad suficiente para la ejecución de las obras más perentorias, para consolidar por el momento las fábricas denunciadas, por lo que correspondiendo al desprendimiento del Sr. Arzobispo, proponía el Alcalde a la Corporación dar un voto de gracias, por aquel donativo, sin perjuicio de la adopción de otro acuerdo, que perpetúe tan generosa donación. Acordaron darle las gracias y que se sustituya la denominación de la calle de la Vila, donde la Iglesia está situada por la de Cardenal Herrero, y que el alcalde le comunique esta resolución.” Esta propuesta fue aceptada por unanimidad.

En aquellos tiempos; aunque en la calle de La Villa se asentaba el Ayuntamiento y  la Iglesia Parroquial, no era la principal artería de la ciudad. Había ido perdiendo importancia en beneficio de la calle del Vall en la que desde principios del siglo XVIII se asientan las casas solariegas de las principales familias nobiliarias, se celebraba el mercado y las tradicionales fiestas de moros y cristianos por ser la más espaciosa y amplia, “bien que estas ultimas en un sitio proporcionado para ejecutarlas sino en la calle del Vall, donde se han practicado en otras ocasiones” y se habían asentando en ella las primeras fábricas turroneras. Pero con la inauguración de la calle de Alfonso XIII y el traslado del Ayuntamiento al edificio de la sociedad Nuevo Casino de Jijona en 1904 la calle El Vall irá perdiendo su hegemonía a favor de la nueva calle: La Plaça.

Las autoridades decidieron cambiar el nombre de la calle de la Villa por el de Cardenal Herrero, simplemente porque en ella estaba situada la Casa parroquial y la Iglesia. Este nombre se mantuvo hasta finales de la década de los 80 del siglo XX.

En 1590 debido a que la iglesia de Santa María, conocida en la actualidad como Església Vella, se había quedado pequeña  se planteó la necesidad de construir una nueva iglesia. Las obras posiblemente comenzarían hacia el cambio de siglo siendo consagrada el 20 de mayo de 1629. Sin embargo esto no supuso el fin de las obras, pues sólo se había construido la nave central, con sus capillas laterales y el campanario. En 1790 se reprendieron las obras en el templo parroquial construyéndose la Capilla de la Comunión. Estos trabajos finalizaron hacia 1805. En 1853 se construyó una nueva sacristía; que poco a poco se iba terminado. En el testamento de Constantina García Llacer del 17 de noviembre de 1894 lega 2.500 ptas para “terminación obras de la Sacristía Nueva” y distintas imágenes. Por falta de recursos económicos las obras de la sacristía se habían ido distanciando en el tiempo, siendo terminadas a finales del siglo XIX.

El arzobispo D. Sebastián Herrero se caracterizó por llevar a cabo una política de reforma de las parroquias de su diócesis. En nuestra iglesia las obras afectaron a “se ha restaurado el altar y la reforma del presbiterio”. Figueras Pacheco nos amplía esta información: “El altar mayor restaurose y se doró con profusión a principios de la centuria presente”. El Ayuntamiento también colaboró en esta reforma cambiando los bancos y sillones de la primera fila donde se sientan en las celebraciones religiosas nuestras autoridades. “Que al verificarse en el presente año la reparación de la Iglesia Parroquial ( que el cardenal Herrero ayudó magnánimamente) en la que se ha restaurado el altar y la reforma del presbiterio, ha habido necesidad de arrancar de su sitio los antiquísimos bancos, de escasísimo valor, donde venía colocándose el Ayuntamiento, cuando en corporación asistía, y considerando la construcción de nuevos bancos y sillones donde poder colocarse, el Ayuntamiento, propone se sirva construir otros”.

Sebastián Herrero Espinosa de los Monteros (1822-1903) nació en Jerez de la Frontera (Cádiz) el 20 de enero de 1822 y era descendiente, por línea materna, de los marqueses de Monte Olivar. Estudió Filosofía en Cádiz y más tarde Cánones en Sevilla. También desarrolló una pasión por las letras y fue escritor. Obra suya son los dramas en verso Don García, el calumniado y Conde Fernán González. Colaboró en varios periódicos, así como en la famosa obra Los españoles pintados por si mismos. Fue juez de primera instancia en Morón y en 1856, impresionado por las consecuencias del cólera, ingresó en la congregación de San Felipe Neri, recibiendo el sacerdocio, poco años más  tarde. Sus primeros pasos en la Iglesia  los dio en su patria chica, Cádiz; así fue  nombrado rector del seminario de Cádiz en 1864, canónigo de la colegiata de Jerez en 1864 y vicario general del obispado de Cádiz en 1866. El papa Pío IX le preconizó en 1875 obispo de Cuenca pasando un año más tarde a Vitoria. Por motivos de salud renunció al cargo en 1880 y se retiró a Sanlúcar de Barrameda. Pero en 1882 el Papa lo nombró obispo de Oviedo y más tarde de Córdoba, donde estuvo unos quince años. Participó directamente en el Concilio Eucarístico Nacional celebrado en Sevilla. Fue nombrado senador y defendió la enseñanza religiosa.

El 24 de marzo de 1898 el papa León XIII lo preconizó arzobispo de Valencia. El 16 de junio entró en la capital del Turia. Recorrió la diócesis como lo hicieran sus antecesores para conocer las necesidades de sus parroquias, aumentando su número. Realizó algunas actuaciones polémicas cuando trató algunos asuntos  relacionados con la enseñanza religiosa y con las actividades de las órdenes religiosas, solucionando los problemas de manera a veces un tanto contundente. Como orador se distinguió por su extraordinaria elocuencia y gran erudición. Publicó una colección de Poesías religiosas (1888) dedicadas al Papa. El papa León XIII el 22 de junio de 1903 lo nombró Cardenal. Asistió el 4 de agosto al cónclave que eligió papa a Pio X, quien le asignó el título presbiteral de los Santos Bonifacio y Alejo. Regresó de Roma enfermó  y falleció el 9 de diciembre de 1903. Fue enterrado en la capilla de la Purísima de la Catedral.

Sebastián Herrero y Espinosa de los Monteros poco pudo disfrutar de su calle en Xixona, pues falleció dos meses después de la concesión.

Fuente: https://bgarrigos07.wordpress.com