EL CONVENTO DEL CARMEN

FRANCISCO PÉREZ PUCHE, CRONISTA OFICIAL DE VALENCIA

Coincidiendo con el Día de los Museos, hablamos del Centre del Carme Cultura Contemporánea. Y para conocer mejor este espacio viajo a la Valencia del siglo XV, he profesado como carmelita descalzo y ando vestido de hábito blanco. Ahora mismo estaba en la cola del refectorio, donde esperaba hacer la colación junto con otros ciento y pico de frailes. En una larga mesa, en silencio, nos espera una escudilla de barro, una cuchara de palo, un pedazo de pan y una jarrita de vino. En el púlpito hay un hermano que nos leerá las Escrituras mientras comemos…

Y es que estoy estoy en el Convento del Carmen de Valencia. Pero tengo permiso del prior para contaros la historia de una casa de religión que se fundó en 1281 por una concesión que el rey hizo a la orden sobre el barrio musulmán de los Roteros.

¿Qué son los Roteros?

Los historiadores, especialmente Rodrigo Pertegás, dejaron claro que la palabra valenciana Roters viene del latín ROTHARIUM que eran las balsas donde se remojaba y daba vueltas el lino y el cáñamo. Este era un barrio musulmán, situado fuera de la muralla islámica, que usaba el agua de una acequia para remojar la planta del CANNABIS. Pero lo hacían para obtener fibras con las que confeccionar cuerdas, esparto, alfombras y utensilios caseros. Y muy cerca estaba el barrio de las Blanquerías, lleno de balsas también, pero en este caso dedicado a los tintes. A blanquear los tejidos y teñirlos de todos los colores.

El convento nació en las afueras de la muralla musulmana, en el siglo XIII, pero más tarde quedó encerrado y protegido por la muralla cristiana, que era mucho mayor. Y a lo largo de más de cinco siglos de vida llegó a tener tal importancia en la ciudad que terminó por dar su nombre a todo el barrio: el famoso barrio del Carmen.

Un testimonio claro del paso del tiempo por estos muros es la acumulación de estilos que podemos ver en su interior y las huellas de las numerosas reformas que se han hecho. Para empezar, hay un patio gótico y otro renacentista, más tardío. Y una fachada neoclásica. Como en el interior, hay restos de las casas musulmanas anteriores y un suelo original. Y numerosas referencias y recuerdos de lo que fu el convento: el refectorio, la sala capitular, el dormitorio de los frailes y la antigua iglesia.

De convento a museo

El convento, con numerosas reformas, y con daños causados por la guerra de la Independencia, funcionó como tal hasta la Desamortización de las órdenes religiosas, en el año 1838. Llegado ese momento, el convento del Carmen, uno de los que pasó a ser propiedad del Estado y quedó vacío, se convirtió en almacén de los cuadros y bienes de los numerosos conventos abandonados en toda la provincia. Los académicos de San Carlos se ocuparon de que las piezas de arte más valiosas no se perdieran y de que fueran concentradas aquí. Y no mucho después lograron del Estado tres soluciones fundamentales para el patrimonio valenciano.

La primera, que la Academia de San Carlos pasara de la Universidad de la calle de la Nave, donde estaba, a esta nueva casa. La segunda, que se ubicara aquí, junto con la Academia, la Escuela de Bellas Artes de San Carlos. Y la tercera, que aquí naciera, en 1849, el primer museo de Bellas Artes de Valencia, con dos clases de tesoros artísticos: los de la propia Academia y los de los conventos desamortizados.

Un centro de arte de primera magnitud para los valencianos

Aquí funcionaron las escuelas de Artes y Oficios y la de Bellas Artes desde 1848 y 1989, año en que se creó la Facultad de Bellas Artes de la universidad Politécnica. Es decir que, a lo largo de 140 años, aquí han estudiado pintura y escultura todos los grandes maestros valencianos, desde Francisco Domingo a Joaquín Sorolla; desde Ignacio Pinazo a Benedito, los hermanos Benlliure, e incluso contemporáneos como Carmen Calvo, Aurora Valero, Pilar Roig, Amparo Carbonell, y otros muchos.

Hemos tenido y tenemos buenos artistas gracias esta Escuela y al museo que tenía asociado. Un Museo que recogía también piezas arqueológicas, abandonos, legados testamentarios y donaciones generosas. Y emociona evocar la presencia de todos esos artistas, jóvenes y ambiciosos, copiando figuras del natural en un duro aprendizaje, dibujando a los modelos desnudos, y atendiendo las enseñanzas de los profesores de colorido, composición, dibujo y escultura. Todos los grandes, o la gran mayoría, han pasado por aquí, junto con otros que no tuvieron tanta fama. Y junto con docenas de artistas que han trabajado luego en otros ámbitos muy valencianos: el mundo del espolín, de la cerámica, de los abanicos, de los decorados teatrales, de los muebles o incluso de las fallas, los tapices o las carrozas.

No tenía las mejores condiciones

Sin embargo este emblemático conjunto monumental no tenia las mejores condiciones. Pero no había otra cosa. Aquí se ha estudiado a la luz de las velas y después, con un par de simples bombillas para toda la sala. En estos muros no era fácil abrir claraboyas para que entrara buena iluminación para dibujar.

Por eso, siempre ha estado de reformas, tanto en la parte de los estudiantes, alrededor del patio renacentista, como en la zona gótica, reservada para el museo. En el siglo XX, siguió mejorando el interior, abriendo nuevas salas, adaptando las antiguas estancias de los frailes, mediante proyectos de arquitectos famosos, como Ferreres y Goerlich. Eso se mantuvo aquí hasta que el Museo y la Academia vieron la necesidad, en 1946, de trasladarse a otro convento antiguo, el de San Pío V, que es donde ahora lo tenemos después de nuevas reformas y largas ampliaciones.

Estamos, pues, en un lugar clave para el patrimonio, un conjunto monumental donde se pueden ver casi todos los estilos arquitectónicos y que, en 1983, a raíz de su declaración como monumento nacional, emprendió complejas reformas que se prolongaron hasta el 2011, que han hecho de él un nuevo centro de actividades artísticas.

Iglesia y campanario

Así es. La iglesia, que es gótica en su origen, es la del convento, la de los frailes. Pero, tras la desamortización, se derribó la parroquia de la Santa Cruz, situada aquí mismo, en el barrio, la parroquia extinguida se trasladó a la iglesia del convento. Se desgajó del convento museo y escuela y funcionó con el nombre de la Santísima Cruz, aunque todos la llamamos del Carmen. Es un templo antiguo, que ha sufrido también numerosas reformas, pero que ha llegado a nuestros días.

Y en lo más alto de la torre, una veleta que vale la pena detenerse a contemplar. Es San Gabriel, el ángel, con el brazo derecho extendido y el índice señalando al viento. Es una silueta de madera forrada de metal, de 14 palmos de altura. Es el emblema del barrio.

Fuente: https://cadenaser.com