JOSÉ SALVADOR MURGUI, CRONISTA OFICIAL DE CASINOS
Puedo remontarme a los últimos años del Siglo XX, posiblemente fuera en 1995 cuando por primera vez vi en persona al Cardenal Joseph Ratzinger en una de mis visitas a la Ciudad Eterna. Puedo decir que nos encontramos en diferentes ocasiones y siempre lo obsequié con los dulces de Casinos.
Las cortas conversaciones marcadas siempre por una exquisita cortesía, dejaban entrever la personalidad y humanidad de este gran teólogo.
Un día diez y nueve de abril del año 2005 es elegido Papa, a los pocos días le envié una carta felicitándole por su elección como Pontífice y Obispo de Roma, carta que contesto con prontitud. Tengo muchos recuerdos que se agolpan en mi mente en este momento, el primero de ellos es en la primera audiencia en la Plaza de San Pedro en Roma en la que pude participar, el miércoles 7 de diciembre del año 2005, el Santo Padre iba sobre el Papa-móvil y todos pugnábamos por darle la mano. El Santo Padre advirtió mi cara entre los asistentes en la primera fila y tuvo el detalle parar el coche, de cogerme la mano y saludarme, se acordó de mí y de los dulces de Casinos.
Momentos después Benedicto XVI, tomó en sus manos un tricornio de la Guardia Civil, que le habían hecho llegar el sacerdote y una decena de agentes de la Academia de oficiales de la Guardia Civil de Aranjuez (Madrid), y le obsequiaron con este sombrero.
Pocos días después recibí la llamada de Paloma Gómez Borrero, para contarle con todo detalle, aquel momento de la audiencia.
Cada año al llegar las Navidades le enviaba la felicitación con dulces de Casinos, felicitación que cada año respondía con una amable carta y en ocasiones con un rosario. En uno de mis encuentros le di al Papa con un programa de fiestas de Casinos, puse en sus manos la fotografía del Santísimo Cristo de la Paz, con la intención de que el Santo Padre, supiera que en Casinos, veneramos al Cristo, con esos dos títulos especiales: Santísimo y de la Paz, pensando en esa Paz, tan falta y necesaria en el mundo.
En otra ocasión alabó la visita a Valencia, cuando se celebró el V Encuentro Mundial de las Familias en el año 2006, me dijo que había sido un gran encuentro. El Papa Benedicto XVI, estaba impresionado por lo que vivió en Valencia.
Cuando celebraron las Bodas de oro matrimoniales mis padres y otro matrimonio, les envió una Bendición que entre otras cosas les decía: “Como signo del amor misericordioso y providente de Dios, que les acompañe durante toda su vida y por intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret, el Santo Padre les imparte con afecto la implorada Bendición Apostólica, que extiende complacido a sus seres queridos y a los participantes en la celebración jubilar en la Parroquia de Santa Bárbara de Casinos”.
También tuve ocasión de regalarle el libro “El Santísimo Cristo de la Paz y Casinos”, libro que con una carta de agradecimiento me informo de su recepción.
Es un motivo de gratitud muy grande que los tres últimos Pontífices conozcan Casinos, que hayan rezado por Casinos, que sepan que hay una Parroquia que tiene por nombre Santa Bárbara y que con toda confianza ponen en sus manos. Mi mayor satisfacción es que nuestro pueblo haya estado en manos de un santo: Juan Pablo II, y que hoy esté intercediendo por Benedicto XVI, dos Papas, que han conocido nuestros dulces y el vino de misa de nuestra tierra.
Hoy Benedicto nos ha dejado, nos deja con ese buen ejemplo de su humildad, dejando todo el poder que le venía de lo alto, en manos de su sucesor. Recuerdo a un Papa anciano, paseando por los jardines del Vaticano, cuando el sol de la tarde se deja caer en sinfonía de colores, en ese silencio y esa paz que se respira en las inmediaciones de lo que fue su última residencia en esta tierra.
Recuerdo a ese Papa sabio, con formidables palabras y frases reflejando la actualidad de la vida, del momento, guiando a la iglesia con la luz del evangelio. Sus palabras nunca nos pueden dejar indiferentes.
La vida es eso, recuerdos. Aunque no puedo quedarme solo con los recuerdos, o con una vana admiración, si algo hay que agradecerle a Benedicto XVI, no solo es su inteligencia, su teología, su humildad, o todos esos calificativos que adornan su persona. No.
Yo me quedo un regalo muy grande que ha hecho a la Iglesia, o posiblemente al mundo, ese regalo es haber sido Papa, después de San Juan Pablo II.
No era fácil ser Papa después de Juan Pablo, pero Benedicto XVI, Joseph Ratzinger, lo hizo posible, lo rubrica la frase que se expresó en su viaje a México y Cuba del 23 al 29 de marzo del año 2012: “Peregrino de la fe, de la esperanza y de la caridad”. Ese fue nuestro Papa, el peregrino que buscó la verdad, vivió en la verdad y expresó está verdad: “Cooperatores veritatis”: Colaboradores de la verdad.
Descansa en la paz de Dios, amigo Joseph, camina al encuentro del Padre con la misión cumplida y si tu timidez te lo permite, déjanos ensalzar tu decisión más solemne, que fue la de renunciar a todo el poder, para convertirte en el maestro de oración, de silencio y de respeto a tu sucesor.
Hasta siempre al que fue el 265 º Papa de la Iglesia católica y el séptimo soberano de la Ciudad del Vaticano, desde el 19 de abril de 2005 hasta su renuncia el 28 de febrero de 2013.