ANTONIO LUIS GALIANO PÉREZ, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA
Cuando hemos vivido un hecho con mejor o peor fortuna,
inmediatamente o en un momento no muy lejano, hay ocasiones que adornándonos de
objetividad y haciéndonos eco del adverbio «después», intentamos analizar lo
ocurrido y sus consecuencias. Sin embargo, otras veces tras vivir la acontecido
nos aventuramos a pronosticar cómo debía de haberse ejecutado, validando el
refrán «A toro pasado, todos somos Manolete».
En este caso nos valdría dicho refrán para que, después de
celebrarse las fiestas de un pueblo, en las que tras examinar el programa de
festejos previstos, auguramos lo que debía de haber sucedido y que no aconteció
como se esperaba.
Situémonos en el año 1907, en que presidiendo la Corporación
Municipal José Escudero Zapata se decidió cambiar de fecha la Feria de Orihuela
que tradicionalmente coincidía con la Virgen de Agosto, para celebrarla del 28
de dicho mes hasta el 5 de septiembre. Es muy probable que esta decisión
estuviera motivada por el retraso que habían sufrido las obras de construcción
de la Plaza de Toros en nuestra ciudad, ya que aunque el día primero de ese mes
estaban muy adelantadas se vieron afectadas por la decisión de Pedro Soto de no
aportar el dinero que había ofrecido para las mismas.
La Plaza de Toros se construyó por iniciativa de Evaristo
Cánovas, Luis Gil, Ramón Pastor, Manuel Lucas y Francisco Sánchez y la primera
piedra se puso el 24 de febrero por el citado alcalde acompañado por el marqués
de Rafal, diputado a Cortes por el Distrito. El proyecto fue debido a Joaquín
Sánchez Ballesta, siendo ejecutada la construcción durante siete meses bajo la
dirección del maestro de obras del Ayuntamiento Francisco Sánchez y del
ingeniero alicantino Antonio Puigcerver, siendo su costo de 20.000 duros o sea
100.000 pesetas (601 euros aproximadamente).
La Plaza tenía 14 metros de altura, el anillo medía 39,70
metros, el callejón tenía una anchura de 1,5 metros. Disponía de 15 gradas en
el tendido inspiradas en las de la Plaza de Toros de Valencia, 8 chiqueros y 20
palcos, estando construido el de la Presidencia por José Sanz y 8 chiqueros.
Por supuesto, que la inauguración del «circo taurino»
oriolano era lo más esperado en la Feria de ese año, estando acompañada por un
extenso programa que, aunque a priori era muy valorado por la prensa, se echaba
en falta «la velada fantástica sobre el Segura» que se había realizado en otras
ocasiones. A pesar de ello, «Orihuela se engalanaba/ para celebrar sus
fiestas;/ todo es en ella alegría,/ todo es entusiasmo en ella». La Feria se
instaló en la Plaza de la Constitución, ubicándose las casetas alrededor de la
fuente, prohibiéndose la circulación de carruajes durante esos días.
A mediodía del 28 de agosto se efectuó su inauguración con
repique de campanas, disparo de morteretes y voladores, y un pasacalle de la
Banda de Música Municipal dirigida por el maestro Cebrián. Al día siguiente se
organizó en la Alameda de San Gregorio un concurso de ganado vacuno, caballar,
asnal, lanar y cabrío, y en su tarde se realizó el reparto de premios a los
alumnos de las escuelas públicas. No quedó en olvido en sucesivos días las
comidas extraordinarias a los residentes en el Asilo, enfermos del Hospital
Municipal, reclusos de la Prisión Preventiva y a los asilados de la Casa de
Beneficencia, que degustaron el siguiente menú: sopa, cocido, ave en salsa,
vino y sandía.
En la tarde del día 30 se disfrutó de una Batalla de Flores
en los paseos y Avenida de la Estación, destacando entre las carrozas la
presentada por los cafés y fondas de la ciudad que llevaba por título «Diana»,
la cual fue construida en los almacenes de la Industria Agramadora de José
García García por el jardinero municipal Carlos Irles. Dicha carroza estuvo
tripulada por Lola Bru, Ángeles y Lola Galindo que iban vestidas con «vaporosos
trajes figurando estrellas». Por otro lado, en la Plaza de Toros se organizó
una carrera de cintas a caballo en la que participaron 12 jinetes. Los días 4 y
5 de septiembre se programó un Certamen de Bandas de Música, en el que
participaron «La Primitiva» y «La Filarmónica», ambas de Crevillente y las
Bandas de Muchamiel, «Blanco y Negro» de Elche, Rojales, Catral y Almoradí,
actuando como anfitriona la Municipal de nuestra ciudad. El primer premio
dotado con 1.500 pesetas y medalla de oro fue logrado por la Banda de Música
ilicitana.
La Feria estuvo ensombrecida por culpa del ganado de la
corrida de inauguración de la Plaza de Toros el día 31 de agosto, hasta el
punto que el sexto fue muerto en los corrales. En ella intervenían Enrique
Vargas «Minuto», José Moreno «Largatijo Chico» y Manuel Mejía «Bienvenida», con
toros de Arribas Hermanos de Sevilla. El festejo del día siguiente tuvo que ser
suspendido por no haber llegado los toros y se celebró el día 3. Así, los
diestros Antonio de Dios «Conejito», «Lagartijo Chico» y «Bienvenida», que
triunfó, se las vieron con toros de la marquesa de Castellones de Córdoba, los
cuales mataron a diez caballos de los picadores.
Además de una misa de campaña celebrada en la Glorieta,
conciertos musicales, bailes a la usanza del país, batallas de confetis y
serpentinas, entrada de las Bandas de Música, a las 12 de la noche del día 5 de
septiembre se clausuró la Feria de 1907 con un castillo de fuegos artificiales.
Después, a «toro pasado» llegaron las críticas por problemas de organización.
Pero, «El Labrador» decía que «si no se ha prodigado el gusto refinado del
modernismo no hemos carecido de emociones.
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