VALERIANO

ANTONIO GASCÓ, CRONISTA OFICIAL DE CASTELLÓ

Hace una semana que me duelo de la muerte de Valeriano Barberá, inteligente y simpático a más no poder, enraizado en el más firme espíritu de la «soca» paisana y persona excepcional en todos los aspectos. Dialogar con él de cualquier tema, era un placer y un privilegio, porque unía una especulación reflexiva, a su cordialidad y a su creatividad jacarandosa, siempre llena de contenidos ocurrentes y entrañables.

No era extraño que vinculáramos nuestra relación desde tan jóvenes. Nuestros padres y nuestros abuelos tenían un entrañable vínculo que unía a su aprecio un acendrado espíritu de fervor católico. Recuerdo que mi abuelo Antonio siempre que mentaba a Pepe Barberá Ceprià, el reconocido comediógrafo de estampas locales, lo hacia adjudicándole el reverencial epíteto de Sant Josep Barberá y ya no solo por la poblada barba entrecana que se dejó crecer, si no por su reconocida hombría de bien. De esta pasta se forjó su extensa prole, de toda la cual me honré en decirme amigo, y por supuesto Valeriano que le sustituyó en la gestión de su acreditada gestoría.

Valeriano era un modelo que venía a luchar a tu lado o ayudarte sin ser llamado. Nuestra avenencia forjada siempre en el contento, me hacía pensar en aquel popular refrán castellano: «Quien no buscó amigos en la alegría, en la desgracia no los pida». Nos tratamos siempre como hermanos, de hecho, solíamos besarnos en la mejilla cuando hacía tiempo que no nos habíamos visto y ello me lleva a pensar que un hermano puede no ser un amigo, pero un amigo siempre será un hermano. Valeriano, amigo, hermano… espero seguir gozando de tu afecto, cuando también yo transite el camino de las estrellas.

Fuente: https://www.elperiodicomediterraneo.com