“LA DESTRUCCIÓN DE SAGUNTO”, DE ENRIQUE PALOS Y NAVARRO. UN BELLO EJEMPLO DE HISTORIA LITERARIA

Cada vez tengo más claro que los libros buscan a sus lectores ideales. JUAN ANTONIO MILLÓN VILLENA (CRONISTA OFICIAL DE GILET) publicó en 2015 un estudio, transcripción y facsímil de la tragedia La destrucción de Sagunto, obra del erudito ilustrado Enrique Palos y Navarro (1749-1814). Se trataba de un texto perdido, cuyo hallazgo en el Archivo Histórico Nacional por parte del propio MILLÓN VILLENA nos sirve de feliz ocasión para hacer algunas reflexiones acerca del estado de la, así llamada, “Historia literaria” a finales del siglo XVIII. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO. CÁTEDRA DE HISTORIOGRAFÍA DE LA LITERATURA LATINA. UNIVERSIDAD COMPLUTENSE

    Enrique Palos y Navarro

    «La destrucción de Sagunto». Tragedia Nueva

    Introducción, transcripción y notas: Juan Antonio Millón Villena

    Colección Tubularium Baebiorum. Centro Arqueológico Saguntino

    Edición e Impresión: Navarro Impresores. s.l. 2015

En la catarata de noticias que recibimos a diario por medio de las redes sociales, me pasó inadvertida una publicación singular aparecida en 2015. Me refiero a la edición que Juan ANTONIO MILLÓN VILLENA había llevado a cabo de una obra dramática inédita, compuesta a finales del siglo XVIII. No fue hasta hace unos días, al dar de nuevo el editor noticia de su obra, cuando reparé en ella. Es cierto que un hecho concreto ha podido ahora atraer mi atención de manera especial. Me refiero a mi participación, en 2020, en el catálogo de la exposición Cartago, el mito inmortal, que tuvo lugar en el Coliseo de Roma, donde dediqué una páginas a tres novelas fundamentales sobre el tema: la Salambó de Flaubert, Sonnica la cortesana de Blasco Ibáñez y Cartago en llamas, de Emilio Salgari. Ahora, especialmente con la perspectiva de la novela de Blasco Ibáñez, ambientada justamente en el sitio de Sagunto por parte de Aníbal, fue cuando me di cuenta del alcance que una obra dramática compuesta a finales del siglo XVIII por Enrique Palos y Navarro acerca de este mismo asunto podía tener para la construcción de un imaginario histórico ciertamente notable. Al tratarse de una edición institucional que, al menos en lo que he alcanzado a ver, no se distribuye como otros libros venales, tuve la inmensa suerte de recibir un ejemplar por parte del propio Millón Villena. Se trata de una edición cuidadísima que se presenta dentro de una caja y contiene dos partes: el estudio introductorio con la edición actualizada de la obra, y tres cuadernillos facsímiles cosidos a manos que reproducen fielmente el texto manuscrito original.

A la propia dicha de bibliófilo y, por tanto, de contar con semejante tesoro bibliográfico, vine a añadir otras experiencias realmente notables, como es la oportunidad de tomar conciencia de un ejemplo señero de aquello que a finales del siglo XVIII se conocía genéricamente como la Historia Literaria. Aunque hoy nos resulte difícil de entender, nuestra noción de las Historias nacionales de la Literatura no se generalizó hasta bien entrado el siglo XIX. Hasta entonces, la Poética y la Retórica constituían el marco fundamental de los estudios relativos a las bellas letras, mientras que la dimensión histórica venía constituida por un marco mucho más amplio que incluía todos los documentos escritos. Este vastísimo marco de estudio era conocido como Historia Literaria. La Historia Literaria, por lo demás, comenzó a impartirse en los Reales Estudios de San Isidro de Madrid a finales del siglo XVIII, y abarcaba intereses tan variados que iban desde la propia epigrafía (Gregorio Mayans compuso un obra titulada Introductio ad veterum inscriptionum historiam litterariam) o la numismática hasta la prensa escrita, pasando por las escrituras sagradas, los clásicos grecolatinos o la propia literatura de creación. Desde nuestro restrictivos criterios actuales, llama la atención la amplitud del objeto de estudio que esta vasta materia ciertamente contemplaba.

Enrique Palos y Navarro, como erudito ilustrado interesado por las antigüedades saguntinas, puso un gran interés tanto por la conservación de su teatro (cuando aún no se había desarrollado una conciencia explícita acerca de la preservación de tales bienes) como por la recuperación de los testimonios epigráficos, dentro de unos afanes compartidos por los eruditos de su época. Precisamente, MILLÓN VILLENA lleva años investigando los antiguos imaginarios de Sagunto, y andaba tras las copias que de algunas inscripciones había hecho Palos y Navarro. Como suele ocurrir en la investigación, ciertas publicaciones lo condujeron finalmente hasta el Archivo Histórico Nacional. No era la primera vez que se consultaban aquellos legajos, de hecho, tres estudiosos de la epigrafía habían reparado ya en ellos. Sin embargo, tales estudiosos, como suele ser natural entre los universitarios, tan solo indagaron en aquello que les interesaba, sin reparar en un formidable documento que se atesoraba allí mismo. Fue MILLÓN VILLENA quien observó que, junto a las copias de las inscripciones y las numerosas cartas, había tres cuadernillos cosidos a mano con el texto de una tragedia que se creía perdida: La destrucción de Sagunto, a cargo del propio Enrique Palos.

Lo que a nuestros ojos actuales no deja de ser un mero “entretenimiento” debe analizarse justamente a la luz del propio concepto de la Historia Literaria. Enrique Palos, preocupado asimismo por promover las primeras representaciones teatrales en el espacio de las ruinas del propio teatro de Sagunto, llevó a cabo una recreación dramática de los hechos relativos a la toma de Sagunto por parte de Aníbal que envió al rey junto con el resto de la documentación epigráfica y arqueológica recopilada. De esta forma, además de mostrar su valía como recopilador y estudioso de las antigüedades sensu stricto, quiso dar cuenta de su interés por hacer revivir aquellos hechos mediante la recreación dramática. La Historia Literaria, en este sentido, nos muestra una continuidad de intereses que hoy resulta impensable, habida cuenta de la diferencia habida entre la investigación y la ficción. Entre tales polos iba a surgir paulatinamente un peculiar género que conocemos como el relato histórico, y que se canalizó tanto por la vía académica (los manuales de Historia y de Literatura) como por la creativa (las novelas históricas).

Felicito a mi colega JUAN ANTONIO MILLÓN por su buen hacer y su entusiasmo, y le agradezco que en tiempos tan atribulados me haya proporcionado algunas horas de felicidad.

Fuente: https://clasicos.hypotheses.org