UNA RUTA POR PUEBLOS FANTASMA EN LAS COMARCAS DE CASTELLÓN

MIGUEL GIMÉNEZ

En el interior de la provincia de Castellón se encuentran varios pueblos abandonados en las últimas décadas. En la mayoría de los casos se trata de aldeas o conjuntos de masías en zonas rurales que, poco a poco, fueron vaciándose por la falta de servicios hasta quedar completamente deshabitadas.

“De niña recuerdo que nos acercábamos por allí con la bicicleta”, recuerda Amparo, una vecina que vivía en la pedanía de Araia (L’Alcora, 10.500 habitantes), que tiene muy presente la estampa de Mas del Rogle, una aldea próxima y abandonada en la comarca castellonense de L’Alcalatén: “Ya de adultos, hemos seguido acercándonos allí como parte de nuestra ruta de paseo”.

Precisamente, Araia se encuentra apenas a siete kilómetros de L’Alcora y es una pedanía formada por un conjunto de pequeños núcleos urbanos de origen árabe entre los que se encuentra el Mas del Rogle, cuyos archivos fueron quemados en 1936, durante la Guerra Civil, como apunta el CRONISTA OFICIAL DE L’ALCORA, JOSÉ MANUEL PUCHOL: “Estamos ante uno más de los muchísimos pueblos despoblados y en ruinas después de emigrar sus vecinos en busca de mejores condiciones de vida”.

En este caso, la despoblación se produjo, como en otros lugares próximos “como Figueroles, Costur, Les Useres o Llucena”, al finalizar la guerra (1939) por el traslado de las familias que allí residían a L’Alcora, una localidad en crecimientos por el aumento de industrias dedicadas a la producción cerámica. La “puntilla final” se produjo como consecuencia del cierre de la escuela en Araia, a finales de la década de los sesenta del siglo pasado, apunta PUCHOL.

Mas d’Escrig

En la comarca del Alcalatén se encuentra el Mas d’Escrig, en Benafigos, una pequeña localidad de apenas 150 habitantes. La pedanía tiene raíces medievales -tiene su origen en la repoblación del Reino de Valencia por parte de pobladores cristianos aragoneses y catalanes en los siglos XIII y XIV- y sus últimos habitantes abandonaron el poblado a finales de la década de los años sesenta del pasado siglo, tal y como recuerda el cronista Miguel Ángel Martín.

Como en otros muchos casos, la Guerra Civil marca un antes y un después en la historia de esta aldea, cuya forma de vida estaba íntimamente ligada a la agricultura y la ganadería, e incluso la caza: “Sus habitantes estaban condenados al aislamiento y a la autosuficiencia, al autoconsumo, a una economía prácticamente de supervivencia”. Las duras condiciones de vida empujaron a los pocos vecinos que todavía residían en el Mas d’Escrig a emigrar a poblaciones más grandes, como Onda o L’Alcora, donde era más fácil encontrar trabajo en la industria.

Entre 13 y 15 viviendas apunta Martín que componían el núcleo del Mas d’Escrig, que llegó a contar con medio centenar de habitantes en el primer tercio del siglo XX.

Les Alberedes

Otro de estos ejemplos es Les Alberedes, un pequeño núcleo con una veintena de viviendas situado en el término municipal de Portell de Morella (un municipio de tan solo unos 200 habitantes) en la comarca de Els Ports, que estaba ubicado en el límite entre las provincias de Castellón y Teruel.

Situada junto al río La Cuba, su último habitante abandonó la aldea en 1990. Se trata de una pedanía formada por una treintena de edificaciones, que estuvo habitada hasta finales del siglo pasado. En ella se encuentra la Ermita de Sant Marc, de estilo gótico, que data de los siglos XIII-XIV. La construcción presenta un techo de madera decorada y suelo empedrado con piedra de cantos de río formando una flor de lis. Este pequeño núcleo también contó en sus tiempos más prósperos con una herrería, una carpintería y una taberna.

Al igual que la trama urbana de Portell, el núcleo de Les Alberedes conserva su estructura y viviendas originales, lo que le otorga el encanto especial de lo que fue, de lo vivido por sus pobladores, de lo tradicional, de lo esencial… de lo irrepetible por ser auténtico.

Se da la circunstancia de que la pasada primavera comenzó un proceso para intentar recuperar este enclave como un espacio de turismo de interior de la mano de una familia que ha empezado reformando una de las viviendas, pero que tiene la intención de recuperar el resto de edificaciones.

Saranyana

También en la comarca de Els Ports, próxima a Aragón, se encuentra Saranyana, una pedanía abandonada y “casi fantasma” que pertenece a la localidad de la Todolella. El poblado permanece abandonado desde la segunda mitad del siglo XX y el ayuntamiento trabaja desde hace una década para intentar recuperar este enclave en el contexto de una ruta por el paraje natural que enmarca el término de Todolella, que apenas tiene 140 habitantes.

Saranyana es un ejemplo de arquitectura rural y en el pasado contó con una iglesia (la que se conserva es del siglo XVII, aunque hay restos de otra construcción religiosa de estilo prerrománico del siglo XIII de la época en que Blasco de Alagón impulsó su repoblación), un ayuntamiento pedáneo -que también fue utilizado como lonja- y una prisión.

Estos son solo algunos ejemplos, pero podemos encontrar otros casos en la comarca del Alto Mijares como: El Rul, en Zucaina (Alto Mijares), deshabitado desde la década de los setenta del siglo XX; Bibioj, Villahermosa del Río; La Granella, Castillo de Villamalefa; Campos de Arenoso, Montanejos, que quedó inundado por las aguas del embalse de Arenoso en 1972; o Les Mores, Ludiente, deshabitado desde 1965, entre otros casos.

Fuente: https://www.eldiario.es