JOSÉ ANDRÉS MONREAL Y ENRIQUE GÓMEZ TÁRREGA, DOS EJEMPLOS DE SOLIDARIDAD Y HUMANIDAD

JOSEP CATALUNYA ALBERT, CRONISTA OFICIAL D’ALGAR DE PALÀNCIA

Como es de sobra conocido, en 1918, año en el que finalizó la I Guerra Mundial, tuvo lugar en el mundo una de las consideradas peores pandemias de la historia, denominada injustamente gripe española.

                Esta epidemia gripal, conocida popularmente como la “cucaracha”, y también como la “pesadilla” o la “influenza”, surgió en su origen el 4 de marzo de 1918 en las instalaciones del ejército de Estados Unidos de Fort Riley( estado de Kansas), pasando luego a Europa, a través del puerto francés de Brest (Bretaña),  por el que entraban las tropas norteamericanas participantes en dicha contienda mundial. La pandemia se extendió también por España por los trabajadores españoles y portugueses que trabajaban en Francia durante la guerra, ante la escasez de mano de obra francesa a consecuencia del conflicto armado.

                La epidemia causó la muerte de más de 50 millones de personas en todo el mundo, alcanzando en España la cifra de 300.000 fallecidos, es decir, unas cifras muy superiores, pese a que la población mundial era inferior, a las causadas por el COVID-19.

                El pequeño pueblo de Algar de Palancia no se libró de las consecuencias de esta terrible enfermedad, alcanzando al 6 % de su población en cuanto a personas fallecidas a causa la misma. Afortunadamente, en la presente pandemia del

COVID-19, no ha fallecido ninguna persona en Algar ni se ha producido ninguna hospitalizaciòn, todo ello, con toda seguridad, debido principalmente a que su población ha cumplido en todo momento con las normas y consejos dados por la Administración y por las autoridades sanitarias.

                Hasta tal punto fueron graves los efectos en Algar de la epidemia gripal de 1918, que, a consecuencia directa de la misma, fallecieron tres médicos: José Andrés Monreal, Licinio Moraleda Tapia y José Sanz Artigues. Del primero de ellos tenemos más noticias ya que la enfermedad se ensañó con su familia.

                José Andrés Monreal, obtuvo la plaza de médico-cirujano de Algar el 1 de julio de 1917, con un sueldo anual de 1750 pesetas y, apenas un año más tarde, el 14 de septiembre de 1018, falleció a causa de la pandemia, a la edad de 24 años. Poco antes, el 11 de agosto del mismo año, murió su madre, María Guadalupe Monreal Pérez, y el 20 de septiembre su hermana menor, María de los Desamparados, con solo 18 años, ambas también en Algar y contagiadas de la misma enfermedad.

                José Andrés Monreal destacó enormemente por su dedicación a los enfermos afectados por la pandemia y sus familiares, con riesgo  de su propia salud y vida como así ocurrió.

                Otra de las personas que también brilló con luz propia, y que igualmente fue ejemplo de altruismo y solidaridad, fue Enrique Gómez Tárrega, barbero-practicante de Algar en 1917, sobresaliendo, en pleno apogeo de la epidemia gripal, su figura por su denodado esfuerzo en favor de los afectados por la misma.

                La labor de los dos citados, además de la de los otros dos médicos fallecidos, fue reconocida, en nombre del pueblo de Algar, por su Ayuntamiento, según consta en el Libro de Actas de este. A José Andrés Monreal se le rindió, tras su muerte ,un sentido homenaje y se le dedicó una de las principales calles de la población en su memo, y a Enrique Gómez Tárrega se le concedió la Cruz de la Beneficiencia Pensionada y una gratificación de 225 pesetas por sus servicios prestados durante la epidemia. Este último falleció en Algar el 25 de agosto de 1922, a la edad de 50 años.