AQUELLOS VERANOS DE LOS AÑOS 50 Y 60 DEL SIGLO XX

ANTONIO BERNÁ JOVER, CRONISTA OFICIAL DE MONFORTE DEL CID

Eran  tiempos  en  que  muchos  jóvenes e incluso familias no tan jóvenes, habían  emigrado  a  las  ciudades  industrializadas  como  Madrid,  Barcelona,  Bilbao,  en  busca  de  trabajo,  y muchos  a  otros  países,  con  el  fin  de  huir de la pobre situación económica existente  en  España;  eran  los  años  difíciles de la posguerra; Francia, Alemania, Suiza, el Norte de África (Protectorados  de  España  y  Francia)  y  los  países  hermanos  de  Sudamérica  (Argentina, Venezuela, México, Santo Domingo,  etc.),  eran  lugares  de  acogida de los emigrantes españoles.

Los meses de julio y agosto de aquellos  años,  era  el  momento  en  que  muchos  regresaban  a  sus  pueblos de origen, y con ellos los nuevos miembros  de  la  familia,  familias  muchas veces creadas en aquellos destinos lejanos, esposas, hijos, etc.

 Monforte  del  Cid,  en  la  provincia  de  Alicante, es mi pueblo. El último pueblo  que  nos  encontramos  en  la  carretera  Madrid-Alicante,  la  Nacional  330  o  carretera  de  Ocaña,  vía  que discurre  por  el  centro  de  la  población  y  que  dista  apenas  veinte  kilómetros de la capital.

Con  los  calores  veraniegos  en  Monforte,  llegada  la  tarde,  las  mujeres  rociaban efusivamente las calles polvorientas  de  la  población,  sobre  todo  las  partes  de  sombra,  y  plantaban sillas  y  sillones  con  el  fin  de  sentarse  “a  la  fresca”  hasta  bien  entrada la madrugada. Resultaba difícil conciliar el sueño en el interior de las casas,  sobre  todo  en  las  orientadas  al sol de la tarde.

Eran  muchos  los  corrillos  formados  por las vecinas, y en ellos dedicaban el  tiempo  a  realizar  distintas  tareas,  sobre  todo  de  costura:  coser  y  remendar  prendas  de  vestir,  bordar  el  ajuar para las hijas, hacer ganchillo o “randa” (encaje de bolillos), etc.

Enclavado  en  el  Valle  de  las  Uvas,  Monforte  era  y  es  un  pueblo  eminentemente  agrícola,  hoy  es  el  mayor productor de uvas entre las siete poblaciones  que  conforman  la  Denominación de Origen “Uva de Mesa Embolsada  Vinalopó”;  en  los  años  a  que  nos  referimos  la  producción  de  la vid estaba enfocada principalmente  a  vinificación,  por  lo  que  existían  algunas industrias de elaboración de alcoholes, y varias destilerías de anisados  y  licores,  algunas  son  centenarias.  Otra  industria  local,  más  modesta,  era  la  del  “esparto”;  muchas personas,  sobre  todo  hombres  mayores  que  por  su  avanzada  edad,  ya  no  realizaban  labores  agrícolas,  en  las  tardes  veraniegas  confeccionaban “pleita” y “guita” de esparto que, en  rollos  o  manojos,  entregaban  a  las esparterías y con ello ayudar, con algunas pesetas, a la maltrecha economía familiar.

Al  anochecer  regresaban,  tras  una  larga  y  calurosa  jornada  en  el  campo,  padres,  maridos,  hijos…  dedicados a la dura profesión de agricultor, bien como peones, bien como amos o arrendatarios. Tras refrescarse y asearse  con  el  agua  de  la  “safa”  o  el  “lebrillo” preparada por su esposa o  su  hija,  se  sentaban  en  la  puerta  de  casa,  alrededor  de  una  pequeña  mesa, en las típicas sillas con asiento de  enea  o  de  cordel  o  en  el  “barrón  de  la  baldosa”  (acera),  con  el  fin  de  dar  buena  cuenta  de  la  cena  que,  con  todo  cariño  y  los  “posibles”  familiares, preparaba el ama de casa.

Como hemos dicho la velada se alargaba  varias  horas  y  en  las  tertulias,  los vecinos, trataban infinidad de temas:  de  las  cosechas,  de  política,  de  la  guerra…,  también  temas  senti-mentales:  noviazgos  y  casamientos,  etc.  y  como  no,  todo  tipo  de  rumores,  habladurías,  cotilleos  o  críticas  referentes a vecinos, familiares o pa-rientes.

Julio  y  agosto  era  la  época  estival  elegida por muchos monfortinos ausentes  para  regresar  a  su  pueblo,  visitar  a  sus  familiares  y  disfrutar  de  unas  merecidas  vacaciones,  en  muchas  ocasiones  pendientes  durante  años;  las  más  veces  no  había  ahorros que gastar para las vacaciones y pasarlas en casa de sus padres o de algún  familiar  allegado  era  una  manera  ideal  y  económica  de  disfrutar  de aquellos veranos.

En  los  pueblos  de  nuestro  entorno,  Novelda, Aspe, Agost, etc., en estos meses veraniegos se celebran las fiestas patronales, Santa María Magdalena  (Novelda),  La  Virgen  de  las  Nieves  (Aspe  y  Hondón  de  las  Nieves), San Pedro Apóstol (Agost) y en  Monforte  del  Cid,  las  fiestas  del  verano  se  celebran  en  honor  a  San  Roque.

San  Roque  por  el  hecho  de  haber  nacido en Montpellier (Francia) a mediados  del  Siglo  XIII,  y  ser  hijo  del  Gobernador  del  Rey  Jaime  II  de Aragón y Mallorca en aquella ciudad, entonces  perteneciente  a  la  Corona  de Aragón, en el Reino de Valencia y desde  el  Siglo  XIV  que  se  convierte en  abogado,  por  excelencia,  contra  la  peste  y  todo  tipo  de  epidemias,  son  innumerables  la  cantidad  de  ermitas, altares e imágenes dedicadas a  este  santo,  máxime  desde  que  el  Papa Gregorio XIII lo declara santo  en  el  siglo  XVI.  En  la  provincia  de  Alicante,  es  patrono  o  copatrono  de  muchas  poblaciones:  Callosa  de  Segura, Beniarbeig, Denia, Beniarrés, La Nucía,  etc.  y  tiene  ermitas  en  Agost,  Almoradí, Benitachel, Biar, Castalla, Castell de Castells, Formentera de Segura,  Monforte  del  Cid  (ermita  del  Siglo XVI), Monóvar, Pedreguer, Penáguila, Pinoso, Polop, Rojales, San Juan, Vall de Gallinera y Vall de Laguart, etc.

La  celebración  de  las  fiestas  de  San  Roque,  el  15  y  16  de  agosto,  aprovechando la Asunción de la Virgen, era muy  esperadas  por  los  monfortinos.  Tenían  lugar  distintas  actividades  en  las propias calles aledañas a su Ermita, por la tarde: partidas de “pelota a mano”, partidas de “birro” (la petanca de hoy), partidas de cartas (“secayó”, “tute”  o  “bresca”),  por  la  noche:  verbenas populares y conciertos de música amenizados por la Banda de Música local, misa y procesión en honor al  santo,  y  en  algunas  ocasiones  se  elegía la reina y las damas de la fiesta.

Las  cuadrillas  de  jóvenes  se  juntaban para ir a bañarse a las balsas de las  distintas  norias  existentes  en  los alrededores:  Noria  Don  Juan  (previo  pago  de  un  “duro”,  cinco  pesetas  de  la  época),  Noria  Viento,  Noria  Lerl,  Noria  Terol  o  las  balsas  de  “el  Motor”  o  de  “las  Cubas”.  Eran  tiempos  de  reencuentros  de  los  “muchachos”  y “muchachas”  que  estaban  estudiando fuera, aunque eran los menos, con  los  amigos  del  pueblo.  También  en estos días se “arreglaban” muchas parejas,  que  luego  formalizaban  su  noviazgo y contraían matrimonio, pasado  el  periodo  de  “festear”,  el  cual  duraba varios años, algunas veces demasiados.

En otra ocasión contaremos cómo se disfrutaban las vacaciones en las playas de nuestra costa alicantina, pues como ya hemos indicado, a atravesar totalmente  la  carreta  nacional  330,  nuestro pueblo era habitual ver el paso  de  veraneantes  del  interior,  en  los autobuses de las líneas Madrid-Alicante  (La  Chaco,  la  Unión  de  Benisa,  etc.)  o  en  los  primeros  utilitarios  populares  de  la  época,  el  “seiscientos” (Seat), o el “cuatro latas” (Renault).

Fuente: http://femp.femp.es