Los vendedores del Mercado Central gozaban de un liberalismo para el que no están preparados: se hace precisa una intervención.
FRANCISCO PÉREZ PUCHE, CRONISTA OFICIAL DE VALENCIA
El Mercado Central, es obvio, está lleno de comerciantes alocados que no pagan a los proveedores, de gente que promete y no cumple, de empresarios manirrotos que tiran su dinero… Por eso mismo, el Ayuntamiento, que ve en los demás los defectos que son patrimonio de la política, va a retirar a los vendedores esa prebenda liberal de la autogestión de la que disfrutaban. ¿A dónde van esos insensatos administrando sus intereses sin control municipal?
El Soviet Supremo ha intervenido. No más liberalismo entre mercaderes. El Ayuntamiento, creado para vigilarlo todo, evoca el tiempo en que el mustasaf iba de puesto en puesto, con sus pesos y medidas a cuestas, para comprobar que las varas y los cahíces, las azumbres y las arrobas, eran como tenían que ser, sin mengua ni engaño de calidad y cantidad.
Más allá de las oficinas del consumidor, el Concejo hace que la tribu vuelva a tiempos medievales. Y no solo incrementa la vigilancia y control, siempre recomendables, sino que se adueña directamente de la administración, como en la época en que «les peixcateres» de Blasco Ibáñez movían gresca de intereses y acababan tirándose del moño en medio del escándalo de señoras y criadas.
Es preciso el orden. El ordeno y mando municipal regresa a la ciudad en vista de tantas desviaciones libertarias. Está pasando cada día más, en muchas ciudades españolas. ¿Cómo, que un camión ha arrancado la pasarela de la autovía en El Saler? Pues ha llegado el momento de meterle mano a ese residuo: vamos a poner el paso de peatones con semáforo que el Ayuntamiento dice que pedían los vecinos aunque en realidad son algunos vecinos del partido del Ayuntamiento los que tienen la orden de pedirlo. El Soviet Supremo ha hablado y el resultado está al caer: en vez de hacer una pasarela mejor, que puede costar medio millón de euros, ponemos el semáforo, que cuesta cuatro perras, y aumentamos las verbenas de verano con el resto. No restauramos la Casa de la Demanà, eso no; hacemos que haya más jarana en la placeta, lo que justificará la subida de las tasas de las mesas de bar.
Veremos. Veremos, para empezar, si la autopista del Saler sigue siendo de la Generalitat o es ahora del Ayuntamiento, detalle que no clarifican los que quisieran que el tráfico se pacificara en cuanto los coches pasan el Plan Sur, hasta llegar a un semáforo que antes de dos años tendrá gemelos en Pinedo y la Punta y convertirá la vía rápida en algo parecido a la calle de Pizarro, incluidas, quizá, las bicicletas.
El Soviet está para eso. Para velar por todos nosotros, por los intereses más pequeños, por los detalles más delicados. Para que nadie fume en las paradas de autobús y para que los perros puedan viajar con trasportín en los autobuses. Para que el espíritu de libertad que dio nacimiento a las ciudades hace cinco milenios se vaya acotando, recortando, reduciendo, acoquinando. Que es gerundio.
Fuente: https://www.lasprovincias.es