BERNARDO GARRIGÓS SIRVENT, CRONISTA OFICIAL DE XIXONA
Las fiestas dedicadas a San Sebastián en 1887 comenzaron el domingo 30 de enero con la celebración a primeras horas de la mañana con un gran y solemne misa al patrón de Xixona, ocupando “la cátedra sagrada para hacer el panegírico del santo patrón el elocuente y sabio orador Dr. D. Francisco Navarro, cura de la Parroquia de la Iglesia de San Mauro y San Francisco de esta ciudad (Alcoy)”.
Tras la misa a descansar, tomar una cervecita y marchar a casa para comer, ya que el primer acto festero tenía una hora un tanto inusual: “Por la tarde a las dos horas de la misma dará principio la grande y magnífica “Entrada de Moros y Cristianos“. El adjetivo grande estaba empleado con especial rigor, dado el recorrido que se proponía: “que romperán su marcha desde la ermita de S. Sebastián recorriendo luego las principales calles de la población”. Si atendemos al programa oficial de 1884 el acto continuaría por “las calles de Vall, Loreto, al castillo de Moros y Cristianos, y de este a las de Arrabal, Santa Ana, Abadía, Galera, Parras y la Vila, a terminar delante de la Casa Consistorial (Situada en el espacio que actualmente ocupa la plaçeta de la Pressó).
Desconocemos si el hecho de partir desde la ermita de San Sebastián en la partida de Segorb era una innovación de dicho año, ya que en 1884 se salía desde el puente de Alicante o una licencia literaria del periodista.
Tras la entrada se anuncia un acto un tanto peculiar “empezará el paseo general como se hace en esa ciudad”. Hay que pensar que se trata de un desfile con las bandas de música por las calles de la ciudad.
El segundo día de fiestas, el lunes 31 de enero, comenzaba al toque del alba con una gran diana y posteriormente una misa. A media mañana se interpretó la embajada del contrabando, de la que el corresponsal del periódico alcoyano El Serpis era fiel devoto. Este corresponsal nos dio el nombre de tres de los principales protagonistas: capitán contrabandista: Felix Puyo; el embajador contrabandista: Sebastián Puyo y su oponente: Antonio Lluch. Por la tarde simulacro de alardo y embajada que terminaron con la toma del castillo por el bando moro.
El último día de fiestas, el martes 1 de febrero se escenificaba la reconquista del castillo por las tropas cristianas “con el correspondiente simulacro de batalla en que se gasta y consume muchísima pólvora”. Las fiestas se cerraban si seguimos el esquema marcado por el programa de 1884 con el traslado de San Sebastián desde su ermita al templo parroquial.
Entre todas las filaes participantes el periodista quiso destacar la participación de la filà Marinos “por el exquisito gusto que han tenido en la elección de sus trajes nuevos, que son muy elegantes y bonitos”. Las fiestas estuvieron amenizadas “además de la música de esta, algunas mas de los pueblos comarcanos, que al efecto han sido contratadas”.
El día 2 de febrero se celebraba la fiesta de la Candelaria con “por la mañana solemnísima procesión al santo patrono que se acompaña desde la Iglesia Mayor hasta su ermita. En este acto festero van todos los festeros pero vestidos de paisanos, disparando sus arcabuces”.
Por la tarde soberbio “porrat” al que asisten las jijonencas vistiendo sus más ricos trajillos y luciendo sus diminutos pies bonitos zapatitos blancos, lo cual contribuye a que resalte mas su belleza y su donaire, tan peculiares, las hijas de la tierra del turrón y de la uva”.
Los días previos estaban amenizados con bailes, cucañas y alguna actuación teatral. El teatro era una pasión bastante arraigada entre los jijonencos desde 1847 el antiguo edificio del pósito junto al puente de Alicante fue acondicionado para celebrar funciones teatrales, puesto que había perdido ya su función.
Como se pueden imaginar a las fiestas venían compañías con excelentes actores y otras no tanto. Lo que desconocíamos es que nuestro corresponsal del periódico El Serpis era un contumaz y aguerrido crítico teatral.
Seguidamente exponemos la crítica que realizó de una de las funciones teatrales de estas fiestas de 1887.
“De un abuso incalificable tengo que darle cuenta. Ya dije a V. en mi anterior que actúa en nuestro teatro una compañía dramática dirigida por el señor Sepulveda y que los artistas (?) que la componen son tan malos (hablando en el terreno del arte) como buenas las entradas que han tenido.
Ahora bien. Anoche fue anunciada para su representación la obra titulada “La Aldea de San Lorenzo”. El deseo de recordar las bellezas de esta producción en unos y el de conocerla en otros, atrajo al teatro una numerosa concurrencia que fue esperando ver la obra aunque pésimamente interpretada. Pero he aquí que por causas que se ignoran y sin mediar aviso ni explicación alguna, dispone la empresa cambiar la obra anunciada, cuando ya la mayor parte del público tenía su localidad comprada. En vista de esto muchos señores pidieron a la Empresa y al Taquillero se les devolviese el importe de la localidad (conste que esto sucedía antes de empezar la función). A petición tan justa, contestó la Empresa y el Taquillero con mandarles a la ….(Suprimo la palabra para evitar que tanto V. Sr. Director, como los lectores de EL SERPIS, tengan que llevarse el pañuelo a las narices) ¡Valiente y digno modo de proceder de quien dependiendo de un público, debe portarse con el con la caballerosidad y decencia que su clase exige! ¡Gran crédito cobrarían los artistas en general si siguiesen el ejemplo de los que fueron autores del abuso que acabo de relatarle. Y basta con lo dicho para que el público conozca y juzgue a dichos señores”.