JOSÉ SALVADOR MURGUI, CRONISTA OFICIAL DE CASINOS
Aprovecho muchos momentos para salir de excursión en estos tiempo marcados por la pandemia que desde hace más de años nos acecha, busco lugares de interior, próximos a Casinos, dignos de ser descubiertos, recordados, posiblemente reivindicados y cargados de natural belleza, y con posibilidad de fomentar el turismo.
Personalmente pienso que en muchas ocasiones vamos en busca de lo desconocido, cuando no muy lejos de nuestras casas encontramos joyas suspendidas en el tiempo, o rincones que necesitan un abrazo de la humanidad. Una vez visitado el lugar y empaparme de su historia, de sus vistas, de su entorno y por qué no, de sus encantos, me sirve de aliciente para exponerlo ante los ávidos alumnos que cada semana me esperan en las clases de la Real Academia de Cultura Valenciana.
Abejuela, es el lugar situado en el centro de la sierra de Javalambre, el municipio que se localiza más al sur de todo Aragón, en la comarca Gúdar-Javalambre, ya provincia de Teruel, su área de 86,67 km² con una población de 49 habitantes (INE 2018) y una densidad de 0,57 hab/km².
Para llegar hasta allí tienes que ir desde Casinos a Higueruelas, pasando por Villar del Arzobispo, cruzando los términos de Andilla y las Peñas de Dios. Ese recorrido por razones de trabajo lo hacía cada día durante varios años en el siglo pasado en los últimos años de los ochenta. Hoy las carreteras son mejores, el progreso hizo mella en lo alto de la sierra, pues atraviesas el Parque Eólico de las Peñas de Dios, los pinos abren caminos para practicar el senderismo por el cerro Don Simón. Toda una experiencia para recorrer en coche, a pie o en bicicleta.
Por fin llegas a lo alto. El camino ya es recto, las curvas montañosas quedaron atrás, y el cruce te indica los cuatro kilómetros que te separan de Abuela con la carretera que te lleva a La Yesa. Ese camino que discurre entre verdes sabinas por una estrecha carretera va hasta ese punto que ves a lo lejos, la pequeña urbe que te espera. Había quedado con una señora, llamada Guadalupe, que me esperaba para enseñarme la iglesia. El frio del primer domingo de mayo se sentía al bajar del coche, un tenue sol ente nubes iluminaba la mañana.
En la puerta de la Iglesia de San Agustín, en los pétreos escalones se lee la inscripción de 1167 metros de altitud. Pude ver la Iglesia, que se venera a Santa Margarita, patrona del poblado, y dentro de la misma iglesia, una lapida alusiva al año 1631te recuerda que se hizo la renovación de ese templo.
Los restos arqueológicos encontrados en la zona (puntas de lanza datadas en época íbera), nos hablan de que el municipio debió tener un enclave poblacional desde época íbera, con la romanización de la península ibérica, se erigió una fortaleza conocida como “La Abexuela”, la cual, alrededor del siglo XI fue ocupada por los musulmanes, quedando bajo el dominio de la Taifa de Alpuente de la familia de los Banu Qasi, hasta el año 1107.
A finales del siglo XI El Cid asedio la fortaleza, lo erigiendo de un torreón vigía está situado en la plaza del pueblo. Con la conquista de la zona por las tropas cristianas del rey Jaime I de Aragón, entre 1234-1238, quedó despoblado y en el siglo XVI comenzó a instalarse en ella gente de la población de Almansa.
Historia y más historia que queda en el recuerdo escrito en viejos papeles, en la memoria de los habitantes de la tradición oral. Con Guadalupe, fuimos andando hasta la cisterna, vimos el limpio lavadero, paseamos por las calles donde se encuentra la Casa Rural, vimos la vieja posada o el céntrico horno ya sin uso al lado de la plaza; allí nos despedimos, frente a la casa de la encantadora Araceli, mujer que me enseño el pueblo por aquellos años de 1990.
Me quedó por visitar la ermita de Santa Margarita, que pronto volveré, pero me empape del cariño de un pueblo, de la riqueza de la educación de un buen y fresco paseo matutino. Al despedirnos, y conocer mi anfitriona que yo era de Casinos, me preguntó recordando cuando ella era niña, que en Abejuela había dado clase una maestra de Casinos. Efectivamente, recordamos a Doña Isabel Murgui Gabarda, y a su esposo Don Fernando Vidagañ, aún recordados en aquellas tierras.
Las buenas personas siempre dejan huellas en el camino que transitan, y el paso de los años, te recuerda que las mujeres y los hombres de buen hacer, son piedras vivas, motivo de armonía, de sensaciones, de merecer páginas brillantes en los libros de la historia. De la aldea la Cervera, también llegaron habitantes y otras familias a Casinos, entre todos construyeron nuestra historia. Abejuela, la paz del camino, el silencio de la historia, el aire puro que besa tus pulmones.