ANTONIO GASCÓ, CRONISTA OFICIAL DE CASTELLÓ
Ahora que Cataluña anda tan encrespada en sus afanes separatistas, me viene a la memoria una anécdota de Felipe II , respecto del viaje que llevó a cabo a la Villa de Monzón para que, el 20 de mayo de 1585, el pequeño Felipe de Habsburgo, fuera jurado heredero de la corona de Aragón. Ello supuso un prolongado periplo que llevó al rey, al príncipe y a las infantas por tierras de Aragón, Cataluña y Valencia. He de decir que el soberano, en esta ocasión, visitó Castelló, por segunda vez. Pues bien, en el trayecto, la comitiva se dirigió, a visitar el monasterio de Poblet, a cuyo abad se había dado preventivamente la noticia del arribo del monarca. Para prevenir la recepción el correo real, que precedía a la cohorte, se llegó al monasterio y halló la puerta cerrada. A sus fuertes aldabonazos le abrió el hermano portero.
–Abrid en seguida –refirió el heraldo–. Apresuraos, porque el rey llega tras de mí.
–¿Qué rey? –preguntó el portero.
–El de España.
–Aquí no conocemos a ese señor rey.
–¿Estáis loco? –exclamó con un airado semblante el propio emisario–. Abrid a su majestad el rey de España don Felipe II.
–Aquí no conocemos al rey de España –respondió empecinado el fraile– y no podemos en esta ocasión albergarle, por estar esperando a nuestro soberano.
El correo contrariado, retornó a referir lo sucedido al rey quien, sin inmutarse, le dijo:
–Hubierais dicho que ibais en nombre del conde de Barcelona y os hubiesen franqueado la puerta.
Así lo hizo el lacayo y al escuchar los monjes la jerarquía catalana del personaje, abrieron de par en par las puertas del cenobio y púdose ver en el atrio al abad Oliver , con todo el esplendor de la pompa religiosa, para dar el parabién al soberano de las Españas. Ya entonces los catalanes eran muy suyos. H