CARAVANA AL OESTE

MIGUEL APARICI NAVARRO, CRONISTA OFICIAL DE CORTES DE PALLÁS

Llevo todo el invierno observando, detrás del visillo, y no he visto pasar la larga caravana. Ya sé que no estamos en 1958 (en manos del director Francis Lyon) y que la gente ya no piensa en el ‘Far Oregón’; ni quedan ‘victors matures’ para ir cabalgando en cabeza. Pero pensé que, si estaba atento, vería pasar una ‘caravana de colonos’; aún en sentido figurado.

Tanto pueblo de interior despoblado, tanta ‘Tierra al Oeste de Valencia’ (cabecera que llevó una prensa comarcal) y tanto esfuerzo e interés por re-colonizarlos, me habían hecho tener esperanzas; máxime cuando mi casa adelantada, de monte, me situaba a la orilla misma de la carretera y al inicio mismo del pueblo.

Sí. España está despoblada, en su interior. Y Valencia, en su lomo ibérico. Y supuse que iba a ser el momento de la reconquista de estas tierras yermas; que, aunque industrias no hay, caben muchos para cavar las oliveras, los almendros, los algarrobos y las cepas. Y más, para forestar y arrear ganados por veredas.

Y si no de modo tan rústico, al menos al estilo innovador del I+D; desarrollando negocios turístico-rurales o trayéndose aquí su -tan de ahora- trabajo online, que hasta por debajo de mi balcón cruza ya la fibra wifi.

Pero, aunque han pasado meses… no he visto la caravana de repobladores transitar.

Eso sí, han asomado cada fin de semana, grupos de jinetes sobre caballos de hierro; que se han detenido y empujado las batientes portezuelas del ‘soloon’ local. Y hasta alguna caravana suelta, dejarse ver a pernoctar y, a corta jornada, partir; cuál carromato ‘gipsy’ de antaño.

Así que me he quedado desencantado, camino ya de la primavera.

Y he repasado mi bloc de notas, en el que he ido apuntando lo que he visto llegar (pero también, al poco, irse) desde mi ventana indiscreta.

Paso las hojas y encuentro apuntado:

Uno. El carromato del butanero. Que, por cierto, hace trampa con el móvil. Pues ya se difunde por sobre los tejados de la villa (tejas, las de aquí, que ni el Diablo Cojuelo intentaría levantar…) el aviso radiofónico de que «¡Ha llegado el camión del butano a la plaza!» y aún tardo varios minutos en verlo pasar por debajo de mi puesto de observación. Y lo hace para que los viejos del lugar se den prisa con las bombonas.

Dos. A veces llega otro carromato algo similar. Pero con sacos de ‘pellet’, de unos 15 kilos cada uno. Ya que algunos pocos vecinos han modernizado sus estufas y usan esos gránulos biomasa que parecen los piensos compuestos de antes. No van a ir, los pobres, a por troncos de leña al monte; que las edades ya no están ni para hachas ni para motosierras…

Tres. El carromato de una entidad bancaria. Una vez a la semana. Éste no hay que publicitarlo, porque mientras montan los hidráulicos en la plaza y la guarda jurada (y armada… por aquello de los posibles asaltos a la diligencia por los pasos solitarios) coloca rampas y vallas, da tiempo a que acudan varios censados de cartilla en mano a retirar los caudales; con los que comprar (modalidad ‘cash’) en el horno de la Conchín y la tienda de la Mency.

Cuatro. Se entiende por el tres. Son los carromatos, a días y de distintas procedencias, que acercan las cocacolas y otros tercios; amén de las conservas y los congelados a bordo.

Y… tengo en la libreta anotados unos cuantos modelos de carruajes entoldados más. Transportes menores, meras carretas.

Cinco. Son variados y, a veces, sin distintivos. Estos los he dejado para el final. Ya que son los que más me impresionan. Llegan en cualquier momento. A veces día sí y otro también. Veo que bajan de ellos cajas de cartón. Llaman a las puertas y dicen un nombre de pila, cuando les abren: «¿Patricia?«». Y casi siempre aciertan. Piden un número de DNI y lo apuntan en una maquinita de bolsillo y se vuelven muy rápidos.

Las veces que he dado una voz… «¿y estos quiénes eran?». Me han devuelto el grito: «¡de Amazon!».

Pero aún me sigo reservando el número seis en blanco, para cuando vea llegar un ‘wagoon’ grande, en cuya lateral ponga: ‘Mudanzas’.

Quizás este verano la pandemia obre el milagro.

Fuente: https://www.lasprovincias.es