FRANCISCO PÉREZ PUCHE, CRONISTA OFICIAL DE VALENCIA
Lo que asombra no es el que el ministro Salvador Illa se haya ido a Cataluña de candidato electoral, sino que no haya caído rendido, agotado de puro cansancio, roto física y moralmente, después de un año de infatigable actividad diaria, de informes, reuniones, comparecencias y ruedas de prensa, siempre sobre el mismo problema, acompañadas siempre de las mismas críticas, censuras, chistes e improperios.
No me siento capaz de opinar sobre si Salvador Illa ha hecho su trabajo bien, mal o regular. Si abro la ventana oigo contra él un clamor, pocas veces escuchado desde Godoy, que le debería haber apartado de cualquier candidatura que no fuera a la jubilación. Pero no: tras el año más terrible que se puede imaginar en la vida de un político, este hombre ha pasado sin transición a ser protagonista en la campaña más loca que se puede pensar para las elecciones más estrambóticas imaginables, en una región dislocada por las secuelas de un fracasado golpe de estado independentista… sacudida como todas por la pandemia que el candidato tenía a su cargo hasta ayer mismo.
Pero Illa, incombustible, ni se toma unas vacaciones ni da signos de fatiga. Tampoco parece darse cuenta de que el presidente, Pedro Sánchez, lo ha empaquetado hacia Cataluña, bien cargado con las iras y pecados de la tribu, y lo ha convertido en un nuevo chivo expiatorio. Pronto se sabrá si la nueva ministra de la epidemia sostiene o reemplaza al doctor Simón, quemado también, como el propio ministro, hasta el punto de levantar compasión. Por el bien de los que fabrican «memes», sería bueno que el segundo chivo expiatorio dejara también la aldea y vagara por el limbo para purgar no ya los pecados de la política sino una cólera popular que empieza a hacer visible y contra la que habrá que luchar antes o después.
Hablo de cólera, sí. Que es hija del infinito cansancio que está invadiendo a millones de personas, infectadas y sin infectar, en contraste con unos políticos que se muestran no ya infatigables sino fatigosos. Hablo de la llegada de una ira que los políticos listos deberían olfatear antes que nadie, sobre todo para no fomentarla, como suelen hacer.
Me reafirmo: Salvador Illa, el doctor Simón, y la mayoría de los políticos que están tensando el arpa, deberían descansar más. La irritada Isabel Bonig y el irritado Manolo Mata, la coriácea Mónica Oltra también, necesitan un merecido descanso. Porque, por pura paradoja, están empezando a ser cansinos con sus constantes torpezas, desplantes, gritos, descalificaciones, comparaciones, mensajitos y gracietas. Dentro de poco, o sea ya mismo, el mejor político va a ser el que mejor calle. Y el que incluso haga algo.
Fuente: https://www.lasprovincias.es