ANTONIO GASCÓ, CRONISTA OFICIAL DE CASTELLÓ
Las viviendas o alberchs del Castelló de los siglos XIV y XV, se agrupaban en manzanas y estaban construidas, en su mayoría con tapial encofrado de barro, cal y piedrecillas y algunas con adoquinado en los cantos y en las jambas de las puertas. Lo endeble de su construcción lo justifica el hecho de que los grandes aguaceros del año 1476 derribaron varias. Las paredes podían estar enjalbegadas con cal. Precisamente este producto, era fabricado en abundancia en todas las ciudades de la época, a base de hornos excavados cerca del lugar donde se encontraba la piedra empleada para su producción. Los hornos solían ser bastante hondos y para ello se aprovechaban generalmente los desniveles de terreno. En el interior de la vivienda se iba haciendo una pared desde dentro, con la piedra de cal hasta formar una bóveda, y se rellenaba a partir de ella la totalidad del hueco. Debajo de dicha bóveda, en la parte frontal, había una abertura por donde se echaban y removían los fajos de boj que se daban a la combustión cuya temperatura llegada a los 900 grados.
Como este proceso duraba siete u ocho días, había que introducir una pértiga de madera de pino para remover la leña que se estaba quemando. Acabada esa etapa, se procedía a moler la cal a martillazos, aunque a veces se dejaba tal cual, pues una vez cocida se deshacía fácilmente por efecto del aire y del agua. No era fácil obtener la necesaria cal para el mortero, para enlucir paredes o para la desinfección de recintos en época de pestilencias. Era una labor colectiva que debía realizarse por los distintos vecinos, fuera del tiempo de las labores agrarias o industriales y en una ubicación alejada del perímetro murado, por el hedor maloliente que despedía, como lo prueban las prescripciones dictadas al respecto por el consell . H